El silencio de los obispos sobre el celibato (1) -- Rufo González

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CelibatoEl presidente de la Conferencia Episcopal Española
Del 16 al 20 de abril se celebró la 111ª reunión de la Asamblea Plenaria. Se inauguró con el discurso programático del presidente. Tres asuntos parecen centrales, aunque el discurso matiza que son sólo ?algunos temas que ocuparán una parte de nuestras reflexiones estos días??. El resumen de la Web episcopal, tras la Asamblea, quedan disluidos. Ignoramos el sentido mayoritario y las conclusiones de la reflexión. Los tres temas fueron: 1) Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes. 2) Vocaciones sacerdotales y seminarios 3) Conferencias Episcopales: presente y futuro.

?Vocaciones sacerdotales y seminarios??

Parecía la estrella de la sesión. No sólo por la extensión en el discurso, sino por lo actual y decisivo en la vida de la Iglesia. Viene precedido por una reflexión sobre vocaciones para el próximo Sínodo: ?Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional??. ?En esa franja de edad se descubre, madura y decide personalmente la vocación de la vida. Acertar en la elección es fundamental para el futuro; por ello, uno de los mejores servicios que se puede prestar a los adolescentes y jóvenes es acompañarlos en la orientación de la vida y en el discernimiento vocacional??.

Baste leer por encima los apartados del discurso para percibir la importancia de una buena revisión sobre el tema. Revisión que podría haber ocupado todo el tiempo de la Asamblea:

– Abundancia y escasez extraordinarias de vocaciones al ministerio.

– Intenso trabajo por las vocaciones.

– Tentación de cubrir la falta de vocaciones con soluciones improvisadas y atajos arriesgados.

– Causas y circunstancias de la crisis.

– La vocación cristiana, fundamento de las diversas vocaciones específicas de la Iglesia.

– Concierne a toda la Iglesia.

– Iniciativas diversas: administración de la escasez.

– La Iglesia en España necesita vocaciones para el ministerio.

?El Señor llama porque quiere y nos lleva en el corazón??

Es esta una frase del discurso relativa a la Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, ya que dicho Sínodo tratará también sobre ?el discernimiento vocacional??. Por ello, Ricardo Blázquez dedica un buen tramo de su intervención a ?Vocación y vocaciones??. Concluye con estas palabras comprometidas: ?El Señor llama porque quiere y nos lleva en el corazón. Cada persona, en el diálogo con Jesús, el único competente para invitar, verá adonde es llamado. La vocación nace del amor del Señor y se responde por amor??.

La ley actual de la Iglesia anula ?la invitación de Jesús??

El amor del Señor afecta también a los casados. Jesús puede invitar al ministerio a los casados. Pues ?la perfecta y perpetua continencia por el reino de los cielos… no es exigida ciertamente por la naturaleza misma del sacerdocio, como aparece en la práctica de la Iglesia primitiva (Cf. 1Tim 3, 2-5; Tit 1, 6) y en la tradición de las Iglesias orientales, en donde, además de aquellos que con todos los obispos eligen el celibato como un don de la gracia, hay también presbíteros muy beneméritos casados?? (Conc. Vat. II, decreto PO 16). La Iglesia en Occidente, con la ley del celibato, impide a Jesús, ?el único competente para invitar??, que llame a los casados. Aquí tienen un ejemplo claro:

?Sí, transmitir el evangelio, ayudar a vivirlo en mí y en quienes me rodeaban me encantaba pero vivir célibe me dejaba vacío, cada día un poco más … Esto no se pasaba, ya no eran crisis, era una constante. Mi corazón me estaba hablando otra cosa desde hacía mucho tiempo y no estaba haciendo caso. Dios mismo me hacía darme cuenta de que no podía seguir engañándome y engañándole a él y a todos; por muchos grupos, catequesis y homilías que pronunciase; aunque la gente me quisiese y alabase mis palabras o mis acciones; aunque Dios me diese muestras de su amor y fuese a veces instrumento suyo y testigo de su bondad con las personas…

Gracias a este encuentro [se refiere al contactar con el Movimiento pro Celibato Opcional], he comprobado que el camino que Dios me ha mostrado no es una locura mía. Mi vocación había sido siempre ser cura casado; y yo no me había dado cuenta. Por eso esa lucha interior, por eso esa vivencia ambivalente. Sí, ya sé que eso no existe hoy en la Iglesia Católica Romana, pero en su momento tampoco existieron los monjes, los eremitas o los laicos consagrados. Es la vocación que Dios quiere de mí. Y para eso me ha dado a conocer no sólo a MOCEOP sino, sobre todo, a una persona con la que compartir esta misión, esta ilusión y estilo de vida… A día de hoy, nos sentimos con la manos vacías, alzadas, puestas a disposición de lo que ?l quiera. Estamos a la escucha, a la espera de conocer cómo y dónde quiere que hagamos realidad su sueño, su Reino. ?Aquí estamos, Señor, envíanos?? (Ramón Alario y Tere Cortés, coordinadores: ?Curas casados. Historias de fe y ternura??.. Moceop. Albacete 2010. Pág. 76).

Ante este ?diálogo con Jesús, el único competente para invitar??, la respuesta de la Iglesia:

?Esos meses últimos en la parroquia, en los que tuve que vivir esta doble vida, porque me obligaban a llevarlo en silencio (?para no causar escándalo??), fueron una pesadilla. Mi conciencia se rebelaba contra mí, de modo especial, cuando celebraba la Eucaristía. De hecho me negué a hacerla. Las personas que asistían a ella ¿acaso no tenían derecho a saberlo? ¿Acaso no les estaba engañando? Si esto me hacia feliz, ¿por qué debía ocultarlo como si fuese un crimen? Tenía la impresión de que Dios mismo se avergonzaba de mi proceder hipócrita. y de hecho, días antes de volver a casa, me sinceré con los jóvenes de la parroquia. Y su repuesta fue, como rezaba un mural que me hicieron con sus dedicatorias: ?siempre hemos estado ahí. .. y seguiremos estando… Si quería que me la concediesen [la dispensa del celibato], tenía que mentir. Decir que no sabía lo que hacía cuando me ordenaba, que era inmaduro, amén de plasmar mis miserias más íntimas…?? (o.c. Pág. 72 y 75).

Los curas casados, ejemplo de libertad y coraje cristiano
La Iglesia ?oficial?? lleva siglos maltratando a estos sacerdotes. Los considera desertores, rebeldes, resentidos, incluso traidores para un sector más fanático. No se han acercado a su vida con respeto, en sintonía con Jesús y con el espíritu del Vaticano II: ?el Evangelio anuncia y proclama la libertad de los hijos de Dios, rechaza todas las esclavitudes, respeta santamente la dignidad de la conciencia y su libre decisión…, encomienda a todos a la caridad de todos…?? (GS 41).

El Espíritu de Jesús, sin duda, suscitó los movimientos de curas casados (ASCE y MOCEOP en España) para acoger a miles de sacerdotes abandonados por la jerarquía. ?Alguien tenía que parar esa sangría de pastores solícitos, con pasión por Jesús de Nazaret y con ganas de seguir al servicio de la comunidad eclesial como bautizados y como presbíteros?? (J. P. Pinillos: ?Memoria agradecida. Cuarenta años de MOCEOP??. Rev. Tiempo de Hablar. Tiempo de Actuar, n. 152-153, pág. 26-27).

Gracias a Dios, hubo teólogos y pastores que alumbraron el camino

Como J. M. Castillo en un precioso Epílogo al libro ?Curas casados. Historias de fe y ternura??:

?Siento profunda admiración hacia quienes un día tomaron la decisión de reorientar sus vidas aun a costa de abandonar el ejercicio del ministerio sacerdotal… Estos hombres han tenido la libertad y el coraje de tomar la propia vida en sus propias manos, para conducir esas vidas como ellos veían que era lo que más y mejor cuadraba con su propia humanidad… La tarea fundamental, lo mismo de los ministros de la iglesia que de los laicos, es encontrar cada cual según sus posibilidades y sus condicionamientos, el camino más pleno de su plena humanización. Solamente así, y por este camino, podemos encontrar a Dios, al Dios trascendente y divino que se nos da y sale a nuestro encuentro en lo inmanente y humano… Lo más razonable, en este momento, es afirmar sin titubeos que ya es apremiante la necesidad de afrontar con urgencia la supresión de la obligatoriedad del celibato eclesiástico para los sacerdotes de rito latino?? (Pág. 339-355).

Rufo González

El presidente de la Conferencia Episcopal Española

Del 16 al 20 de abril se celebró la 111ª reunión de la Asamblea Plenaria. Se inauguró con el discurso programático del presidente. Tres asuntos parecen centrales, aunque el discurso matiza que son sólo ?algunos temas que ocuparán una parte de nuestras reflexiones estos días??. El resumen de la Web episcopal, tras la Asamblea, quedan disluidos. Ignoramos el sentido mayoritario y las conclusiones de la reflexión. Los tres temas fueron: 1) Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes. 2) Vocaciones sacerdotales y seminarios 3) Conferencias Episcopales: presente y futuro.

?Vocaciones sacerdotales y seminarios??

Parecía la estrella de la sesión. No sólo por la extensión en el discurso, sino por lo actual y decisivo en la vida de la Iglesia. Viene precedido por una reflexión sobre vocaciones para el próximo Sínodo: ?Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional??. ?En esa franja de edad se descubre, madura y decide personalmente la vocación de la vida. Acertar en la elección es fundamental para el futuro; por ello, uno de los mejores servicios que se puede prestar a los adolescentes y jóvenes es acompañarlos en la orientación de la vida y en el discernimiento vocacional??.

Baste leer por encima los apartados del discurso para percibir la importancia de una buena revisión sobre el tema. Revisión que podría haber ocupado todo el tiempo de la Asamblea:

– Abundancia y escasez extraordinarias de vocaciones al ministerio.

– Intenso trabajo por las vocaciones.

– Tentación de cubrir la falta de vocaciones con soluciones improvisadas y atajos arriesgados.

– Causas y circunstancias de la crisis.

– La vocación cristiana, fundamento de las diversas vocaciones específicas de la Iglesia.

– Concierne a toda la Iglesia.

– Iniciativas diversas: administración de la escasez.

– La Iglesia en España necesita vocaciones para el ministerio.

?El Señor llama porque quiere y nos lleva en el corazón??

Es esta una frase del discurso relativa a la Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, ya que dicho Sínodo tratará también sobre ?el discernimiento vocacional??. Por ello, Ricardo Blázquez dedica un buen tramo de su intervención a ?Vocación y vocaciones??. Concluye con estas palabras comprometidas: ?El Señor llama porque quiere y nos lleva en el corazón. Cada persona, en el diálogo con Jesús, el único competente para invitar, verá adonde es llamado. La vocación nace del amor del Señor y se responde por amor??.

La ley actual de la Iglesia anula ?la invitación de Jesús??

El amor del Señor afecta también a los casados. Jesús puede invitar al ministerio a los casados. Pues ?la perfecta y perpetua continencia por el reino de los cielos… no es exigida ciertamente por la naturaleza misma del sacerdocio, como aparece en la práctica de la Iglesia primitiva (Cf. 1Tim 3, 2-5; Tit 1, 6) y en la tradición de las Iglesias orientales, en donde, además de aquellos que con todos los obispos eligen el celibato como un don de la gracia, hay también presbíteros muy beneméritos casados?? (Conc. Vat. II, decreto PO 16). La Iglesia en Occidente, con la ley del celibato, impide a Jesús, ?el único competente para invitar??, que llame a los casados. Aquí tienen un ejemplo claro:

?Sí, transmitir el evangelio, ayudar a vivirlo en mí y en quienes me rodeaban me encantaba pero vivir célibe me dejaba vacío, cada día un poco más … Esto no se pasaba, ya no eran crisis, era una constante. Mi corazón me estaba hablando otra cosa desde hacía mucho tiempo y no estaba haciendo caso. Dios mismo me hacía darme cuenta de que no podía seguir engañándome y engañándole a él y a todos; por muchos grupos, catequesis y homilías que pronunciase; aunque la gente me quisiese y alabase mis palabras o mis acciones; aunque Dios me diese muestras de su amor y fuese a veces instrumento suyo y testigo de su bondad con las personas…

Gracias a este encuentro [se refiere al contactar con el Movimiento pro Celibato Opcional], he comprobado que el camino que Dios me ha mostrado no es una locura mía. Mi vocación había sido siempre ser cura casado; y yo no me había dado cuenta. Por eso esa lucha interior, por eso esa vivencia ambivalente. Sí, ya sé que eso no existe hoy en la Iglesia Católica Romana, pero en su momento tampoco existieron los monjes, los eremitas o los laicos consagrados. Es la vocación que Dios quiere de mí. Y para eso me ha dado a conocer no sólo a MOCEOP sino, sobre todo, a una persona con la que compartir esta misión, esta ilusión y estilo de vida… A día de hoy, nos sentimos con la manos vacías, alzadas, puestas a disposición de lo que ?l quiera. Estamos a la escucha, a la espera de conocer cómo y dónde quiere que hagamos realidad su sueño, su Reino. ?Aquí estamos, Señor, envíanos?? (Ramón Alario y Tere Cortés, coordinadores: ?Curas casados. Historias de fe y ternura??.. Moceop. Albacete 2010. Pág. 76).

Ante este ?diálogo con Jesús, el único competente para invitar??, la respuesta de la Iglesia:

?Esos meses últimos en la parroquia, en los que tuve que vivir esta doble vida, porque me obligaban a llevarlo en silencio (?para no causar escándalo??), fueron una pesadilla. Mi conciencia se rebelaba contra mí, de modo especial, cuando celebraba la Eucaristía. De hecho me negué a hacerla. Las personas que asistían a ella ¿acaso no tenían derecho a saberlo? ¿Acaso no les estaba engañando? Si esto me hacia feliz, ¿por qué debía ocultarlo como si fuese un crimen? Tenía la impresión de que Dios mismo se avergonzaba de mi proceder hipócrita. y de hecho, días antes de volver a casa, me sinceré con los jóvenes de la parroquia. Y su repuesta fue, como rezaba un mural que me hicieron con sus dedicatorias: ?siempre hemos estado ahí. .. y seguiremos estando… Si quería que me la concediesen [la dispensa del celibato], tenía que mentir. Decir que no sabía lo que hacía cuando me ordenaba, que era inmaduro, amén de plasmar mis miserias más íntimas…?? (o.c. Pág. 72 y 75).

Los curas casados, ejemplo de libertad y coraje cristiano
La Iglesia ?oficial?? lleva siglos maltratando a estos sacerdotes. Los considera desertores, rebeldes, resentidos, incluso traidores para un sector más fanático. No se han acercado a su vida con respeto, en sintonía con Jesús y con el espíritu del Vaticano II: ?el Evangelio anuncia y proclama la libertad de los hijos de Dios, rechaza todas las esclavitudes, respeta santamente la dignidad de la conciencia y su libre decisión…, encomienda a todos a la caridad de todos…?? (GS 41).

El Espíritu de Jesús, sin duda, suscitó los movimientos de curas casados (ASCE y MOCEOP en España) para acoger a miles de sacerdotes abandonados por la jerarquía. ?Alguien tenía que parar esa sangría de pastores solícitos, con pasión por Jesús de Nazaret y con ganas de seguir al servicio de la comunidad eclesial como bautizados y como presbíteros?? (J. P. Pinillos: ?Memoria agradecida. Cuarenta años de MOCEOP??. Rev. Tiempo de Hablar. Tiempo de Actuar, n. 152-153, pág. 26-27).

Gracias a Dios, hubo teólogos y pastores que alumbraron el camino

Como J. M. Castillo en un precioso Epílogo al libro ?Curas casados. Historias de fe y ternura??:

?Siento profunda admiración hacia quienes un día tomaron la decisión de reorientar sus vidas aun a costa de abandonar el ejercicio del ministerio sacerdotal… Estos hombres han tenido la libertad y el coraje de tomar la propia vida en sus propias manos, para conducir esas vidas como ellos veían que era lo que más y mejor cuadraba con su propia humanidad… La tarea fundamental, lo mismo de los ministros de la iglesia que de los laicos, es encontrar cada cual según sus posibilidades y sus condicionamientos, el camino más pleno de su plena humanización. Solamente así, y por este camino, podemos encontrar a Dios, al Dios trascendente y divino que se nos da y sale a nuestro encuentro en lo inmanente y humano… Lo más razonable, en este momento, es afirmar sin titubeos que ya es apremiante la necesidad de afrontar con urgencia la supresión de la obligatoriedad del celibato eclesiástico para los sacerdotes de rito latino?? (Pág. 339-355).

Rufo González