Redes Cristianas
Ante el silencio de los 90 obispos españoles, a quienes la revista Encuentro Islamo-Cristiano hizo en el mes de enero de 2007 algunas preguntas sobre el Islam, se me agolpan en catarata algunas reacciones contrapuestas. Entre ellas selecciono justamente las dos siguientes: la espontánea respuesta del almendro, de una parte, y el espeso silencio de los obispos, de otra. Ambas, por simbólicas, son suficientemente elocuentes. Las dos representan y desvelan formas diferentes de estar en la vida. Una de ellas, la del almendro, nos resulta más vitalista, imaginativa y poética. Probablemente hasta los mismos obispos, si se dejan mover por la libertad, sean capaces de mirar con nostalgia la fresca capacidad del almendro para reaccionar ante los nuevos retos.
Porque el almendro nos sorprende siempre con su verdad primigenia y reciente, puntual y libre, algo que le brota incontenible desde dentro y que sólo la naturaleza sabe ir desplegando con morosa sabiduría. ¡Cómo no sentirse atraídos por la naturalidad y frescura del lenguaje del almendro! Bella y poéticamente lo expresa Niko Kazantzakis: ?Le dije al almendro: ¡??Hermano, háblame de Dios!?? Y el almendro se cubrió de flores??.
Con esta insospechada originalidad contrasta el silencio espeso de los obispos. Un silencio que también es elocuente. Aunque no pronuncie palabra, su lenguaje dibuja una parábola plana y huidiza, sin fondo ni poesía, carente de libertad y de profecía.
Y tanto silencio sorprende más en un sujeto que, como el obispo o el cuerpo episcopal es habitualmente hablador. Habla a tiempo y a destiempo, y con evidente autoridad, de casi todo lo divino y lo humano. Sabe y habla, por ejemplo, de ?cómo es Dios??. Algo que, por cierto, es bien difícil, pues, según Jesús de Nazaret -que sabía algo del tema-, ?a Dios nadie lo ha visto jamás??. (Es que, para hablar de Dios quizás el lenguaje más cercano sea el del almendro)…
Y se presenta también sin pudor como maestro en humanidad. De este modo, dibuja en gruesos caracteres cómo es y cómo debe ser el hombre desde su origen hasta su tumba. Sin olvidar, entre los dos extremos, esa larga etapa intermedia, la que hace y crea historia, tan imprevisible e imprevista, tan sorprendente y movediza. Pero él se siente seguro, depositario de una arcana e inflexible ??hoja de ruta?? que se despliega entre la bioética y la sociopolítica y que se cohesiona y entreteje con grandes masas de adoctrinamiento. Siendo esto así, al menos desde la imagen que proyectan hacia afuera, nos sorprende aún más el espeso silencio con que los obispos reaccionan ante la pregunta de la revista Encuentro Islamo-Cristiano: ?Hermanos, habladnos del Islam??. Y los obispos ¡todos! se cubrieron de silencio??. ¡Qué formidable ocasión perdida!
Para resaltar la elocuente gravedad de este silencio episcopal, conviene destacar, a su vez, la oportuna y urgente actualidad de la pregunta. Porque, a mi juicio, no se trata de una pregunta inocua, sin importancia. Es una pregunta de una gravedad escandalosa, escalofriante. Porque ella encierra la inquietud de que, a estas alturas del siglo XXI y siendo cada día mayor y más globalizado el pluralismo cultural y religioso en que vivimos, aún sigan existiendo valores universales no compartidos por las diferentes religiones, singularmente por musulmanes y los cristianos. Nosotros, inmersos como estamos en la creciente marea de la inmigración, no acertamos a romper la tenaza que nos aprisiona entre la integración (Sartori) y la exclusión (Huntington). Y ellos, los musulmanes a su vez, se debaten entre la apuesta por la modernidad y la democracia, por un lado, y los que pretenden volver al fundamentalismo original, por otro. Deslumbrados por la aparente eficacia de un uniformismo acrítico, ni los unos ni los otros sabemos disfrutar de la riqueza que supone la diversidad; presos de atávicos agravios, aún no podemos liberar la confianza suficiente para desterrar definitivamente el miedo y el odio y acogernos con respeto y no-violencia gandhiana los que somos diferentes.
Dirigida a los obispos esta pregunta sobre el Islam y el Cristianismo, cobra mayor importancia a la vista de la posición manifestada por Benedicto XVI en Ratisbona, donde ratificó lo que ya había expresado antes, siendo aún cardenal, en la Declaración Dominus Iesus, y que ha vuelto a reafirmar en el reciente documento, firmado por al Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre Ciertos aspectos de la doctrina de la Iglesia.
A la vista de esta postura exclusivista y excluyente, probablemente Encuentro Islamo-Cristiano esperaba alguna respuesta sabia y caliente de los obispos españoles hablando de interculturalidad e inserción, de hibridación y mestizaje. Quizás la revista esperaba encontrarse con algún obispo poeta y profeta hablando libremente sobre la necesidad de un reconocimiento mutuo y cómplice, invitando a soñar en una ciudadanía intercultural e interreligiosa, internacional y cósmica. Porque, aunque utópico, parece que todo esto está escrito en la mejor aspiración del ser humano. ¿Esperaba encontrar la revista alguna propuesta similar a la de aquel inquieto maestro en teología y eminente jerarca que fue Juan de Segovia al proponer ¡ya en el siglo XV! un concilio Islamo-Cristiano capaz de recuperar superando aquella sabia convivencia lograda ente las tres grandes religiones en la España bajomedieval? ¿Esperaba, en fin, que desde los obispos se reconociera la confluencia que ya se está dando en las bases sobre dimensiones fundamentales como la apuesta por la justicia y los derechos sociales y políticos de todos los humanos?
No ha sido así, y ciertamente lo lamentamos por la ocasión perdida. Con su silencio los obispos no han articulado palabra, es verdad, pero han sido suficientemente elocuentes: Para ese encuentro Islamo-Cristiano por el que, en el fondo, se les preguntaba y que, cada día, se evidencia más necesario y urgente, hoy por hoy no parece posible contar con la palabra de los obispos. ¿Les sobra miedo y les falta libertad? ¿Carecen de capacidad poética y profética ante los nuevos signos de los tiempos?
Acabo invitándolos a ellos y a nosotros a romper, ante las nuevas preguntas, el silencio que nos paraliza y a recuperar la espontánea naturalidad del almendro: ?Háblanos de … y al instante se cubrió de flores??.
Encuentro Islamo-Cristiano, 30 de julio de 2007.