«EL SACERDOCIO NO TIENE POR QU? OPONERSE A UNA VIDA MATRIMONIAL» Fidel Gil párroco de Ntra. Sra. de Begoña

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Las recientes fiestas de la Virgen de Begoña han actualizado el interés por el origen de esta advocación mariana, por su iglesia, que es sede parroquial desde 1970, regida por los Padres Carmelitas. Su director, Fidel Gil Hernando, lleva en el cargo desde 2001. ?l mismo me abrió la puerta de la secretaría, y, a través de un largo pasillo, llegamos a su despacho, una habitación austera como corresponde a un hombre del Carmelo. Aunque el resto, afabilidad, buena comunicación, sencillez en las palabras, sinceridad, hacían olvidar que el soporte de todo ello es una persona cuya norma de vida está sujeta a una de las reglas más austeras de cuantas rigen las comunidades religiosas. Lo entrevista Cuca Alonso en La Nueva España.

Fidel Gil Hernando nació en Peñaranda de Duero, marzo de 1955, segundo de cuatro hermanos. Contaba 11 años cuando inició su formación en el Seminario de los Padres Carmelitas, en Valderas, León. «Al ingresar éramos más de 60 alumnos, pero de todos ellos únicamente llegamos al final, es decir, a ordenarnos sacerdotes, cuatro». Noviciado en Reinosa, estudios de Teología en Burgos…

-¿Siempre tuvo claro su camino?
-Sí, salvo algunas crisis de vocación que son naturales y que ayudan a madurar; si se superan, es para mejor. Tenía 25 años cuando me ordené junto a mis tres compañeros, en la catedral de Burgos, en una ceremonia oficiada por el cardenal argentino Eduardo Pironio.

-¿Qué diferencia a los Carmelitas de otras comunidades católicas?
-?sta es una orden mendicante nacida en la Edad Media, que más tarde fue reformada por San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Su principal carisma es la espiritualidad, cimentada en la oración, a la que dedicamos dos horas diarias, una por la mañana y otra por la tarde.

-¿No resulta duro cumplir esa disposición?

-Sí, es difícil, sobre todo si tienes una vida activa, llena de ocupaciones. Supone un esfuerzo retraerse y, sobre todo, someter la cabeza, que muchas veces se nos va. Pero cuando ya llevas años rigiéndote por el método de oración teresiano, de concentración, ayudándonos de libros… Es el castillo interior al que alude Santa Teresa; en él se recogen los sentidos, y al entrar dentro de nosotros mismos encontramos al Señor. Puede que a muchos esto les resulte extraño, pero la espiritualidad oriental va por esos caminos de meditación y a nadie le extraña.

-¿Considera que la Iglesia católica está pasando por un buen momento?

-No, al atravesar por experiencias bien diferenciadas. Por ejemplo, en toda Latinoamérica es una Iglesia mucho más viva. He residido doce años en Uruguay, en la parroquia San José de la Montaña, de Montevideo, y puedo decir que aquélla es una comunidad mucho más comprometida con su fe, que está muy cerca de los pobres, creando un importante fermento social.

-Sus palabras se acercan a la Teología de la Liberación, postura más propia de los Jesuitas…

-Los Jesuitas han hecho mucho en toda Sudamérica, pero hay otras órdenes religiosas que también han luchado. Tenemos el ejemplo del obispo catalán Pedro Casaldáliga, claretiano; su labor en el Mato-Grosso y en el sur de Brasil es inmensa. La Teología de la Liberación, hoy, sigue viviéndose a nivel popular, pero se ha abandonado el enfrentamiento, y ahora Europa ya no tiene aquel recelo, basado en las connotaciones con la doctrina marxista; la lucha de clases, la redención de los marginados… Yo he compartido la Teología de la Liberación; dentro de lo que estábamos viendo era lo normal.

-¿Sería bueno que la sociedad capitalista europea se asomara a esos mundos?
-No solamente bueno, sino necesario para que se nos cayeran de una vez esos esquemas estrechos que nos impiden aceptar y entender la penosa realidad de otros seres humanos.

-¿Qué conclusiones ha extraído de la reciente visita del Papa a Valencia?
-Confieso que tenía ciertos prejuicios relacionados con el tema de la familia. Pero al escucharle se me cayeron todos. De sus maravillosas ideas he tomado buenas notas para mis homilías. La gente quizá pensaba que iba a poner verde al Gobierno, y cuando le vimos su altura intelectual y moral al exponer la verdad, sin anatematizar a nadie, ni siquiera referirse al infierno… Ha tenido la elegancia de un buen padre que aconseja a sus hijos sobre los verdaderos caminos que han de seguir.

-¿Cómo ve usted el matrimonio entre homosexuales?
-No nos queda más remedio que aceptarlo, y a ellos, sus protagonistas, amarlos como hermanos nuestros que son en Cristo. Y no hay que temer; la familia permanecerá viva, una medida así no va a acabar con ella. Siempre ha de quedar a flote lo mejor que tiene. Ocurre lo mismo con nuestra fe, sufre sacudidas pero subsiste lo auténtico.

-La Iglesia, al fin, se ha pronunciado sobre la negociación con ETA…
-Es bueno que el presidente de la Conferencia Episcopal y obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, haya dicho que la Iglesia perdona a quien se arrepiente. La paz la queremos todos, pero ha de haber posturas sanas en ambas partes. Para que ellos se integren en la sociedad lo menos que se les puede pedir es contrición. Es imprescindible que la sociedad vea un cambio de actitud. Monseñor Blázquez ha intentado mediar, suavizar las cosas.

-¿La crisis de vocaciones también afecta al Carmelo?
-En España, sí, pero en Sudamérica actualmente hay un buen grupo de muchachos preparándose. Proceden de Paraguay, Uruguay, Bolivia, Ecuador… Y en Colombia florecen de día en día. El Carmelo, en España, está dividido en cinco circunscripciones, más Portugal, y no creo que lleguen a media docena entre novicios y estudiantes de Teología.

-El Papa se refirió al papel de las mujeres dentro de la Iglesia, ¿no cree que si pudieran ordenarse se paliaría el gran déficit vocacional?
-Estoy seguro de que con el tiempo acabará abriéndose el sacerdocio a las mujeres. Quizá nosotros no lo veamos, son muchos siglos de tradición, que éstos pesan, y puede que se necesiten otros tantos para cambiar. El mayor problema es que se teme una división interna.

-¿Y el celibato? Si es una norma de derecho, no de moral, surgida del II Concilio de Letrán, en el siglo XII, ¿no puede reformarse?
-Es otra de las cosas que creo que van a cambiar. Jesucristo era célibe, pero sus apóstoles, no. Y su precepto no figura en el Evangelio, sino que Jesús, al hablar de los eunucos, se refiere a su diversidad (Mateo,19, 10-12), hay eunucos que así nacieron, otros fueron hechos por los hombres, y los hay que, asimismo, se hicieron tales por el Reino de los Cielos.

-¿Usted sería partidario?
-Creo que el sacerdocio no tiene por qué oponerse a una vida matrimonial. En su día se buscaba mayor disponibilidad y entrega, pero también vemos que en otras confesiones cumplen bien su ministerio, y su vida conyugal. Las consecuencias ya son otra cosa. Tampoco se obligaría a nadie a casarse, sino que puede ser una opción. Creo que en ese sentido se irán dando pasos, porque son cambios que surgen de las bases, es decir, se forman a nivel del pueblo, la Iglesia los escucha, y en su momento decide.

-¿Sabe que nuestra Virgen de Begoña es importada?
-Dicen que unos pescadores vascos que regresaban de Terranova, después de faenar el bacalao, fueron sorprendidos por una gran tormenta en alta mar. Se encomendaron a la Virgen de Begoña diciéndole que si salían vivos del temporal, en el lugar de su refugio construirían una capilla en su honor. Llegaron a la playa de San Lorenzo, no se sabe en qué fechas, pero los primeros documentos que hablan de ello son de 1720. La capilla se erigió cerca de donde hoy está el teatro Jovellanos.

-¿Gijón ha sido lo que esperaba?
-Estoy muy a gusto. Venía de América, de un trabajo que me marcó, y era inevitable que sintiera ciertos recelos. Ignoraba cómo era Gijón, tuve miedo, pero con el paso del tiempo todo ha ido bien. La gente es cercana, abierta, la ciudad preciosa, y el mar me enamora. Me gusta andar en bicicleta y cuando tengo tiempo subo hasta El Curvieyu.

-Si Santa Teresa levantara la cabeza…
-Lo vería con buenos ojos; ella supo adaptarse bien a las costumbres de su época, y también rompió muchos moldes. Era moderna, con relación a su tiempo. Si levantara la cabeza, puede que dijera, como una buena madre, «ponte el casco, Fidel, y sé prudente». En cuanto a mi permanencia en Gijón, yo apostaría por quedarme, pero quién sabe, somos hijos de la obediencia.

-¿Enfrentarse a esta sociedad, en cierto modo, no es como ir a misiones?
-En cuanto al trabajo de cristianización, sí, pero éste es más fácil ejercerlo allí, entre gente sencilla, humilde. La necesidad abre las puertas a la fe. Y aquí la experiencia cristiana ha caído en desuso, parece que no tiene sentido porque ya no necesitamos nada. La fe es como un estorbo.

-No se queje; el día de Begoña ha tenido usted a todos los socialistas en misa…
-Son hijos de Dios. Y no veo por qué el socialismo no se puede compaginar con la vida cristiana, con la fe. No hay ninguna incoherencia. La prueba es que muchos socialistas tienen fe y la viven a su modo.

-¿Le parece una ciudad poco religiosa, en general, Gijón?
¡-Sobre todo en las generaciones más jóvenes, pero Dios tiene todo el tiempo del mundo, y el triunfo del bien, de la verdad, de la justicia y el amor siempre acaban haciéndose realidad.