Cuando acudo a ver a las familias que acampan bajo las pequeñas tiendas rojas cerca de la Bolsa de París, no dejo de ir a continuación a la Basílica de Notre Dame des Victoires –Nuestra Señora de las Victorias- muy cercana. Por un lado, la calle con sus eslóganes, sus gritos, su ambiente militante, por otro, una iglesia llena de gente, con un clima de oración y paz.
¿Por qué está esta multitud en la iglesia? Porque están las reliquias de Santa Teresa del Niño Jesús. Diviso velas encendidas en gran número. Mujeres arrodilladas que rezan con una mano colocada sobre el magnífico relicario. Sobre el altar, muy cerca, está la famosa estatua de Nuestra Señora de las Victorias que había dejado huella en Teresa de Lisieux a su paso por esta iglesia. En el coro, el Santísimo está expuesto. En la nave lateral, los visitantes descubren la exposición sobre Santa Teresa.
¿A toda esta gente que pasa por esta Basílica les preocupa la gente con mala vivienda que van a pasar la noche bajo la tienda? ¿Se habrán enterado siquiera?
Tengo la impresión de que se trata de dos mundos que no se encuentran. Por una parte, una viene a rezar junto a las reliquias de Santa Teresa, por otra, se viene a apoyar la lucha de los que tienen una mala vivienda.
La noche cayó. Hace frío. Vuelvo para mezclarme con el público que está junto a las tiendas rojas. Decía para mis adentros: «Bajo cada una de estas tiendas, está un ser humano. El ser humano, lo vivo, eso es lo sagrado. Es mucho más que unas reliquias».
Al alba, las fuerzas de policía vinieron a quitar las lonas de las tiendas y a expulsar brutalmente a todos los que se encontraban en ellas. En cuanto a las reliquias de Santa Teresa, salieron, llevadas en procesión hacia otra basílica: la del Sagrado Corazón de Montmartre.