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El protegido de don Marcelo -- Juan G. Bedoya

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El País

«Volem bisbes catalans (Queremos obispos catalanes)», fue el clamor de una parte de la iglesia catalana cuando Pablo VI nombró en 1967 arzobispo de Barcelona a Marcelo González Martín. Es el precedente contemporáneo al rechazo del obispo Munilla por el clero guipuzcoano. Pero hay una diferencia notable.

Munilla es vasco, habla euskera y ha ejercido el sacerdocio durante años en Zumárraga, mientras que Marcelo González (nacido en Villanubla, Valladolid, en 1918 y fallecido en Fuentes de Nava, Palencia, en 2004), llegaba a Cataluña desde la diócesis de Astorga y sin saber palabra de la lengua de mosén Cinto Verdaguer.

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La casualidad vuelve a hermanar la agitada biografía episcopal del cardenal Marcelo González con la del obispo electo de San Sebastián. Fue don Marcelo quien apadrinó a Munilla y lo llevó a estudiar al seminario de Toledo, cuando aquél fue elevado a la sede primada en 1971 para sustituir al cardenal Tarancón. No estamos hablando de prelados irrelevantes. El primero ofició un alambicado funeral por el dictador Franco y se opuso a la Constitución de 1978, y Tarancón, como arzobispo de Madrid, se reservó la misa de coronación de Juan Carlos I, con un discurso partidario de la transición hacia la democracia.

Tampoco sería exacto creer que el rechazo de estos sacerdotes tiene motivaciones ideológicas, algo así como progresistas contra un obispo conservador. La Iglesia romana hace tiempo que dejó atrás ese debate en España. No abundan curas progresistas, y mucho menos obispos. Lo que se cuestiona ahora es el sistema de elección, y el que el Vaticano haya ignorado los deseos de los obispos vascos, para inclinarse sin miramientos por la estrategia del poderoso cardenal Rouco.

Los temores de Uriarte
También es seguro que ni Munilla ni Rouco se habrán sorprendido por este agrio recibimiento. Si se permite el tópico, era una crónica anunciada. El temor lo expresó ya el prelado saliente y todavía administrador apostólico de la diócesis hasta la toma de posesión de Munilla, en una alambicada carta de despedida. Uriarte exhortaba en esa misiva «a todos los presbíteros, religiosos y laicos de Guipúzcoa» a que recibiesen a Munilla con disciplina: «Os pido lo reconozcáis. La fe en Dios y la Iglesia ha de estar por encima de todo elemento diferenciador. Nunca es fácil en ningún rincón del mundo la comunión de todos con el obispo. Pero la comunión es elemento esencial e irrenunciable de nuestra adhesión eclesial. Por eso habremos de cultivarla y expresarla todos, aun en medio de las dificultades, con una fe adulta impregnada de amor eclesial».

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