Enviado a la página web de Redes Cristianas
Seguro que hemos sido muchos los que hemos llorado ante el tétrico cuadro que se reproduce día tras día en la lucha armada entre Rusia y Ucrania, apoyada esta por EE.UU. y los países europeos occidentales. Esta contienda ha sido posible debido, precisamente, a que unas personas han puesto a funcionar contra otras la maquinaria armamentística de la guerra, construida con un dinero social que debiera haber sido invertido en bienes y servicios para la sociedad rusa, ucraniana y de los países que la apoyan.
Sí, hay que llorar por las víctimas que han muerto a consecuencia de tan despiadada violencia y por los que, aún siguiendo con vida, han sido igualmente masacrados y desalojados de sus hogares, produciendo en ellos profundas heridas físicas y morales, estas tan difíciles de sanar. Demasiada sangre derramada, demasiado dolor producido, no solo por Putin, sino por el grupo de gente, instituciones y entidades influyentes que le mantienen y controlan el ?orden?? establecido impuesto.
Estamos tristes, somos infelices, pues uno mismo se siente agredido, directamente y en los demás. Repudiamos esta guerra, el uso de las armas para dirimir el conflicto de intereses entre dos grupos de poder, el ruso y el ucraniano. A todos los demás nos pillan en medio, aunque no lo perciban quienes han sido invadidos también por ideologías nacionalistas, promovidas por quienes buscan el apoyo de sus pueblos y amigos para que no se rebelen contra ellos. Estamos con el pueblo ruso y ucraniano que, como nosotros, no desean ni apoyan esta ni ninguna guerra.
Por otra parte, ante la eufórica y mediática opinión en favor de la OTAN y de aumentar el gasto en defensa, algunos seguimos mostrando nuestro desacuerdo. No nos convencen. No nos dejaremos contaminar ni arrastrar por las ideologías que intentan encubrir intereses fundamentalmente económicos de unos pocos. Seguimos pensando que todos somos radicalmente iguales y por eso todos somos hermanos. La mayor parte de la gente lo que queremos es vivir en paz, teniendo en cada momento lo necesario para poder vivir dignamente satisfaciendo las necesidades y las libertades fundamentales.
Además de todo lo dicho, creo que en este momento hemos de tener también presentes todas las otras violencias que hay en el mundo. No son solo los ucranianos los que están muriendo. Ni es solo la élite rusa la que está matando. A parte de las 57 otras guerras que hay con sus propios muertos, cada día 24.000 personas mueren de hambre en el mundo y, de ellas, 18.000 son niños y niñas de entre uno y cuatro años. ¿Quiénes son los que los matan? ¿Quiénes son los que sostienen a estos criminales? ¿Y quienes son los que defienden a las víctimas y con qué recursos?
Hay análisis muy amplios y profundos que nos hablan de las causas reconocibles del hambre, que son económicas, socioculturales (entre ellas la demografía??) y políticas (concentración de los medios económicos (explotación de los trabajadores y de los recursos naturales, las desestructuraciones económicas y sociales??). Algunas causas son estructurales. Lo hemos oído: el capitalismo mata. Y no se pone remedio para acabar con los excesos de este sistema. El problema hoy no es solo Putin, los oligarcas rusos y sus armas nucleares, desgraciadamente, ni más OTAN y más y mejores armas convencionales lo van a resolver.
1 de julio de 2022. .