Enviado a la página web de Redes Cristianas
Cuando escribo este artículo -10 de abril, día de Viernes Santo en la liturgia
cristiana- están contabilizados más millón y medio de personas contagiadas en el mundo
por el coronavirus, cerca de cien mil personas muertas y en torno a trescientas mil
recuperadas. En España las cifras oficiales arrojan más de ciento cincuenta mil personas
contagiadas, cerca de dieciséis mil fallecidas y cincuenta y cinco mil recuperadas.
Esta pandemia es hoy el Viernes Santo que sufre la Humanidad. Nuestra respuesta creo que
se encuentra en la compasión como principio de humanidad, actitud fundamental de
Dios, opción radical de Jesús de Nazaret y principio teológico. Esta es la modesta
contribución que desde mi confinamiento quiero hacer desde la memoria subversiva de
Jesús de Nazaret, el Crucificado, condenado a muerte por su compromiso solidario con
las víctimas del sistema político, económico y religioso injusto entonces imperante.
La compasión es principio de humanidad
La persona puede ser definida como ser compasivo. Sin compasión, no hay humanidad,
se cierne la impiedad, la dureza de corazón, la cerrazón de mente y el bloqueo de la
inteligencia. En cuanto compasivo, el ser humano se siente solidario con la suerte del
resto de los seres humanos y de la Naturaleza, de forma que todo acto de homi-cidio y
de eco-cidio se convierte en sui-cidio: matar a otra persona o destruir la naturaleza es
matarse o destruirse a uno mismo. Caín, matando a Abel, se está matando a sí mismo.
Sin compasión, el ser humano se torna lobo estepario que se guía por la ley de la selva.
Sin compasión, no hay respeto por la vida de l@s otr@s, sino la guerra de todos contra
todos.
La compasión, opción y actitud fundamental de Dios ante el sufrimiento y la
opresión
La compasión es la opción y la actitud fundamental de Dios, ejemplo de
sensibilidad ante el sufrimiento y la opresión. La palabra hebrea que se traduce por
compasión es rahamin, derivada de rahem, vientre, entrañas. En la antropología bíblica,
vientre es el lugar de la compasión y se le aplica a Dios capaz de actuar
compasivamente desde sus entrañas. Nos lo recuerda la tradición bíblica del ?xodo, que
presenta a Yahvé movido a compasión por los sufrimientos del pueblo hebreo y los
gritos de auxilio que llegan al cielo, y comprometido con la liberación de la esclavitud
de Egipto:
?He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado el clamor ante sus
opresores y conozco sufrimientos (conocer= compartir, sufrir con). He bajado para
librarlo de la mano de los egipcios y para subirlos a de esta tierra a una tierra buena y
espaciosa, a una tierra que mana leche y miel… Así, pues, el clamor de los israelitas ha
llegado hasta mí y he visto la opresión con que los egipcios los afligen. Ahora, pues, ve:
yo te envío al faraón para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto. Cuando
hayas sacado al pueblo de Egipto daréis culto a Dios en este monte?? (?x 3,7-12).
La compasión está en la base de la legislación hebrea que defiende los derechos
de los huérfanos, las viudas y los extranjeros, desatendidos en la práctica. Es el mensaje
y la práctica de los profetas y las profetisas de Israel/Palestina, para quienes la religión
verdadera no consiste en ofrecer sacrificios, sino en hacer el bien, establecer el derecho
y practicar la justicia. En la tradición profética uno de los nombres de Dios es ?Justicia??,
como afirma el profeta Jeremías: ?Este es el nombre con el que lo llamarán: ?Yahvé,
nuestra Justicia?? (Jr 23,6).
La compasión, opción fundamental de Jesús
La compasión conforma el ser de Jesús de Nazaret, su estilo de vida, su forma
de pensar y de vivir a Dios, su manera de entender al ser humano, su relación con los
demás, su modo de conocer, de creer, de esperar, de amar, su lectura de las Escrituras,
su actitud ante las víctimas, ante las personas hambrientas (misereor super turbas).
En el trasfondo de la actuación de Jesús aparece siempre el sufrimiento de las
mayorías, de los empobrecidos, de las personas discapacitadas, enfermas, privadas de
dignidad. Ante ellas no queda impasible, sino que se le remueven las entrañas. Jesús
pone como ejemplo de persona compasiva, de ?persona cabal?? (Sobrino) a un
Samaritano, a quien convierte en sacramento del prójimo, cuando los judíos ortodoxos
lo consideraban enemigo y hereje. El Samaritano, ?movido a compasión??, atendió a la
persona malherida, maltrecha, a diferencia del sacerdote y del levita, que pasan de largo
porque su prioridad era la práctica cultual en el templo, ajena a la justicia.
Siguiendo la mejor tradición profética, Jesús contrapone la compasión a los
sacrificios:
– ?Misericordia quiero, que no sacrificio?? (Mateo 12,1-9, citando a Oseas 6,6),
afirma en la respuesta a los fariseos critican a los discípulos por arrancar espigas el
sábado.
– Cuando los fariseos le echan en cara que coma con publicanos y pecadores,
Jesús les responde: ?No necesitan de médico los que están fuertes, sino los que están
mal. Id, pues, a aprender lo que significa misericordia quiero, que no sacrificio. Porque
no he venido a llamar a justos, sino a pecadores?? (Mt 9,12-13).
– La práctica de la compasión para con los empobrecidos y la crítica de quienes
generan el empobrecimiento son la causa principal de su destino final: la condena a
muerte y la ejecución en la cruz.
– La compasión es la virtud por excelencia proclamada en el Sermón de la
Montaña: ?Bienaventurados los misericordiosos…??. Felicidad y compasión son
inseparables. Una persona es feliz compartiendo y aliviando el dolor las personas que
sufren. La falta de entrañas de misericordia hace infelices a quienes no practican dicha
virtud y a quienes sufren.
Las iglesias cristianas a lo largo de su historia se han movido entre dos actitudes:
la insensibilidad ante el sufrimiento humano y la compasión con las víctimas. Hoy solo
tendrá credibilidad el cristianismo si, como el buen Samaritano, realiza prácticas
compasivas. A las notas tradicionales aplicadas a la Iglesia: una, santa, católica,
apostólica (los tradicionalistas añaden una quinta: romana, que no forma parte del
Credo), yo añadiría otras dos: samaritana y compasiva.
La compasión, principio teológico
Mientras escribía este artículo consulté varios diccionarios teológicos y bíblicos
y en ninguno de ellos he encontrado las entradas ?Compasión?? y Misericordia 1 . Ha sido
Jon Sobrino quien ha incorporado en el discurso teológico el principio-misericordia (El
principio-misericordia. Bajar de la cruz a los pueblos crucificados, Sal Terrae,
Santander 1992). Sin dejarse guiar por la compasión, la teología pasa de largo
inmisericordemente ante el sufrimiento humano y se torna cómplice de él. La alternativa
es, afirma Sobrino, una teología como inteligencia y praxis del amor, de la justicia y de
la misericordia, que se hace cargo del dolor de las víctimas: una teología como
inteligencia de la com-pasión, que denuncia a los victimarios y toma partido por las
personas, los colectivos y la naturaleza sufrientes que gritan de dolor.
Sin embargo, la teología tradicionalmente ha sido una disciplina sin entrañas de
misericordia. Los atributos que aplicaba a Dios eran la Omnipoten-cia, la Omniscien-
cia, la Omnipoten-cia y la Providen-cia. Lo definía como Motor inmóvil, Conocimiento
de conocimiento, Causa sui, Principio y fundamento de todas las cosas. Tal Dios es
incapaz de sentir, de amar, de sufrir, de compadecerse, se torna insensible al sufrimiento
humano. Esa imagen está más cerca del Dios de la teodicea y de los amigos de Job que
de Jesús de Nazaret y del Dios del éxodo ?misericordioso y clemente, lento a la ira y
rico en amor y fidelidad?? (?x 34,6).
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Juan José Tamayo es Director de la Cátedra de Teología y ciencias de las Religiones, de la universidad Carlos III de Madrid. Su último libro es Hermano Islam (Trotta)