El crédito de Francisco sigue creciendo fuera del Vaticano mientras en el interior se extiende un cierto desconcierto ante su forma personalista de ejercer el poder
Director de ‘L’Osservatore’: «Iremos viendo más cambios»
La clave está en el poder. Los moralistas del siglo XVII sostenían que el poder es un hábito que se quita solamente con la muerte. Joseph Ratzinger, en cambio, sintió que su incapacidad para ejercerlo lo estaba asfixiando y, en un gesto desesperado —el único grito de un hombre que jamás levantó la voz—, decidió quitárselo. Jorge Mario Bergoglio no tendrá ese problema. Le encanta el poder. Ama ejercerlo
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