El mundo estaba acostumbrado a mirar al Vaticano y ver en el frontispicio de la impresionante Basílica de Maderno un letrero también enorme: ‘La Iglesia del no’. Era la Iglesia de la exclusión. La que ponía la doctrina por delante del Evangelio y, en base a eso, expulsaba del templo a todo tipo de pecadores. O incluso, a todos los que no entraban en todo por la aduana de su severa doctrina. Una Iglesia de cátaros y de puros que, al estilo de los fariseos, veía la paja en el ojo ajeno, pero se olvidaba de la viga en el suyo. ··· Ver noticia ···