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El Papa aboga por refundar la ONU y el capitalismo -- Rosend Doménech

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El Periódico

Benedicto XVI reclama una autoridad mundial contra la crisis y la injusticia
ROMA
La crisis «obliga a adoptar nuevos estilos de vida». En su tercera encíclica, titulada Caritas in veritate (Caridad en la verdad), Benedicto XVI analiza sin ambages la situación económica mundial para lanzar una serie de desafíos que van más allá del sistema capitalista conocido. Entre esos retos, el Papa aboga porque sean las personas quienes ocupen la centralidad en la economía, reclama que las finanzas vuelvan a ser un instrumento de desarrollo e insiste en que los beneficios económicos no se desvinculen de la ética, ya que de lo contrario producen pobreza.

Incluso denuncia que «los pobres sirvan para mantener en vida dispendiosas organizaciones internacionales» y propone que la ONU sea reformada para poner en pie «una verdadera autoridad política mundial» que «gobierne la globalización».

«La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no nos hace más hermanos», asegura Joseph Ratzinger, para quien el amor, que él define como caridad, «es la principal fuerza propulsora para el verdadero desarrollo de cada persona y de la humanidad entera».

LA CUMBRE DEL G-8 / La encíclica, que ocupa 136 páginas distribuidas en seis capítulos, lleva fecha del 29 de junio, fiesta de san Pedro y san Pablo, pero fue difundida ayer, en la víspera de la cumbre de los ocho países más ricos del mundo (G-8) que se celebrará en Italia. En la introducción, el Pontífice explica que el documento se inscribe en la línea de las encíclicas sociales de los últimos papas, desde la Rerum novarum de León XIII, de principios de la industrialización, hasta la Centesimus annus de Juan Pablo II, escrita cuando la globalización estaba en sus inicios, pasando por la Populorum progressio de Pablo VI, que puso al día la doctrina socialcatólica tras el concilio Vaticano II de los años 60.

Dirigiéndose a los católicos y «a todos los hombres de buena voluntad», Benedicto XVI empieza la encíclica explicando que el verdadero desarrollo es el amor, que a su vez «necesita de la verdad», porque de otro modo «la acción social cae en el dominio de intereses privados y lógicas de poder». A partir de ahí, el Papa admite que «la riqueza mundial crece en términos absolutos, pero aumentan las desigualdades» y nacen nuevas pobrezas. Y pone por ejemplo la corrupción, el «no respeto de los derechos de los trabajadores por parte de grandes multinacionales» y que «las ayudas internacionales estén a menudo alejadas de sus fines».

CIUDADANOS IMPOTENTES / Ratzinger recuerda que al final de la división del mundo en los bloques capitalista y comunista (1989), Juan Pablo II ya solicitó una «reproyección global del desarrollo», realizada solo parcialmente, por lo que hay que volver sobre ella, «con renovada valorización» del papel de los estados y la participación de la sociedad civil. Si no se hace, fenómenos como la fuga de empresas «reducen las redes de seguridad social con grave peligro para los derechos de los trabajadores», y además se producen recortes del gasto social, «frecuentemente promovidos por las instituciones financieras internacionales», que «pueden dejar a los ciudadanos impotentes frente a riesgos viejos y nuevos».

Benedicto XVI insiste también en que la evolución de los pueblos «no puede estar separada del respeto por la vida», por lo que condena las políticas que subordinan las ayudas al desarrollo al control de los nacimientos y la negación de la libertad religiosa, que «frena el desarrollo auténtico» El mercado no debe convertirse en «lugar del atropello del fuerte sobre el débil», añade.

Respecto a la globalización, insta «a ser protagonistas y no víctimas», aunque propone que se le dé una reorientación. Afirma además que «acaparar recursos impide el desarrollo de los países pobres», pide que los inmigrantes «no sean considerados como una mercancía» y, al final de la encíclica, advierte del peligro de sustituir las viejas ideologías con «los prodigios de la técnica», que «no puede tener libertad absoluta», ya que «el desarrollo debe comprender un crecimiento espiritual más allá del material».

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