El olvido de su eminencia el cardenal Rouco -- Fernando Onega (La Voz de Galicia)

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Religión Digital

Ayer hablábamos del crucifijo de las escuelas y hoy tenemos que hablar de la cruz que ha caído sobre monseñor Rouco. El presidente de la Conferencia Episcopal ha pronunciado un discurso de apertura de su asamblea que también ha levantado pasiones. Fíjense que ha sido inocente lo que ha dicho: «A veces es necesario saber olvidar en virtud de una voluntad de reconciliación y perdón». Inofensivo, ¿verdad? Eso parecía.

Sin embargo, el siempre ágil y astuto José Blanco saltó rápidamente a recordar que la Iglesia es la que no ha olvidado y se ha lanzado a la canonización de las víctimas religiosas de la República y del bando republicano durante la Guerra Civil: al terminar los procesos serán unos 10.000. Como si Blanco hubiera tocado un resorte mágico, una tromba de opiniones críticas con el cardenal siguió a las palabras del vicesecretario general del PSOE.

Me sigue llamando la atención cómo la polémica religiosa levanta pasiones. En una semana hemos asistido a la trifulca por la placa de santa Maravillas, al renacimiento de la guerra de los crucifijos y este episodio de Rouco. En ningún país europeo ocurre nada similar, quizá porque no tienen nuestros antecedentes, ni los obispos se meten tanto en cuestiones mundanas. En España tenemos todavía restos de anticlericalismo, hechos históricos en que estuvo muy comprometida aquella jerarquía que llamó «cruzada» a una guerra civil y unos prelados que no siempre aciertan en sus posiciones públicas.

Todo esto es de alta sensibilidad. Y monseñor Rouco, una de las grandes inteligencias de este tiempo, no supo verlo. Como, al mismo tiempo y en el mismo discurso, habló de las heridas que se reabren con la memoria histórica, transmitió una sensación peligrosa: hubo víctimas buenas, incluso santas, y víctimas cuya busca por las fosas reaviva la mala memoria. Con lo cual, su invitación al olvido parece una invitación parcial, por no decir sectaria, que produce el efecto justamente contrario al buscado: ayer, las tertulias eran un clamor para acusarlo de tendencioso y calificarlo con palabras que, por respeto a su persona, no quiero reproducir.

Esto ocurrirá así siempre, monseñores. Ocurrirá, al menos, mientras la jerarquía católica no dé el paso siguiente, que es el de reconocer que todas las víctimas merecen honra, aunque no todas deban estar en los altares. Y estas no son cuestiones que pertenezcan al dogma, ni a la moral, ni a la esencia de la doctrina. Son cuestiones que todavía sublevan a una parte de la sociedad. En los tiempos en que estamos, España no puede ser un juez que abre fosas y unos obispos que se niegan, o un cardenal Rouco que, de pronto, se convierte en el anti-Garzón.

Fernando Onega (La Voz de Galicia)