Pedro ha puesto en su blog esta ?Conversación al más alto nivel??, y yo me he permitido enviarlo a REDES CRISTIANAS, ya que el blog de Masiá ha sido silenciado. Juan, hasta las piedras hablarán. Un abrazo
SUMO SACERDOTE.- Os hemos llamados con ruego encarecido, como hijos, no hemos llamado a nuestra guardia para que os trajeran, pero el asunto que nos preocupa es de máxima importancia. Yo diría, y hablo por todo el Sanedrín, que la situación se hace intolerable.
Hemos de actuar ya de forma enérgica, el pueblo está cada día más alterado. En Galilea las legiones romanas han intervenido y son muchos los heridos, incluso muertos y cientos los detenidos??
JOS? DE ARIMATEA.- Sí, el pueblo está alterado, pero es por la falta de trabajo, las continuas detenciones, ya no respetan ni a hermanos judíos con ciudadanía romana. Agripa es cruel, cada día nos carga con más y más impuestos y sus calabozos son temidos, los detenidos torturados y sus bienes requisados. Es verdad lo que dices, Sumo Sacerdote, ¿pero qué nos va a nosotros? ¿por qué nos has llamado a Santiago, el Mayor, a Nicodemo y a mí? Nosotros hemos sido los más perjudicados, nuestras sinagogas han sido asaltadas, delante de nuestras casas se reúnen grupos de alborotadores intimidándonos y aparecen pintadas y daños en los muros de nuestras viviendas, el blog de Pedro se utiliza para su escarnio y el insulto permanente a todos nosotros, escudándose en el anonimato. Sin ir más lejos, la semana pasada elevé una queja formal ante ti porque algunos, incluso, ofendieron al Templo por ofenderme a mi. Como sabes, alteraron la celebración de la oración del sábado mientras yo oficiaba y??
SUMO SACERDOTE.- José, de todo eso tengo conciencia y he mandado que se realice un exhaustivo informe. Ya tendrás la respuesta, pero detén esos rumores, esos escritos en los blog y en los círculos de la ciudad.
JOS? DE ARIMATEA.- Perdona, somos nosotros los más perjudicados. Desde los altercados continuos que dieron con el asesinato de Esteban no han parado. Muchos de los nuestros se han marchados y a otros, el miedo, no nos permite hacer vida común. Incluso al Templo nos da reparos venir.
SUMO SACERDOTE.- José de Arimatea, ¿acaso nos acusa a tus hermanos de sacerdocio y a mí de esta situación? Sois vosotros los que andáis provocando, hace ya más de un año, y aún decís que al que seguíais, el que mandó ejecutar Pilatos, ha resucitado.
Os he convocado a vosotros tres porque sois virtuosos y piadosos israelitas, de todos conocidos, hombres de bien y conciliadores, que buscan la paz y el bien de nuestro pueblo. Tú, Santiago, eres respetuoso y todos te respetan, pero Simón, al que algunos llaman Pedro, cada día es más descarado y descreído, pues dice que se puede comer con paganos, que no es necesario circuncidarse?? ¡Está soliviantando al pueblo contra nosotros! ¡Esos escritos tienen que terminar!
El caso de Esteban, no podía sostenerse por más tiempo: predicaba que no se diera la limosna al Templo, que antes de ofrendar, dejáramos nuestra ofrenda y nos reconciliáramos con el hermano ofendido, que se repartieran bienes y se vendieran las propiedades para poner en común todo y ayudar a las viudas. Además, nosotros no tuvimos nada que ver en su muerte, fueron unos exaltados.
NICODEMO.- Perdona, Sumo Sacerdote, pero yo sí creo que tuvisteis mucho que ver con aquel asesinato; el joven Saulo de Tarso, el alumno aventajado de Gamael, estaba entre los asaltantes, al menos guardaba la ropa, y ese, es vuestro. ¿Por qué estaba allí? No hubiera ido sin vuestro consentimiento. Además, el joven Marco, el hijo de Juana, más o menos de la edad de Saulo, y conocedor de todos los ambientes, vio como algunos de los soldados del Sanedrín, sin uniformes, eran de los que apedrearon a Esteban.
SUMO SACERDOTE.- ¡Nicodemo, no te conozco! Tú siempre has sido un hombre paciente y comedido, incluso yo diría que cobarde, y ahora te has vuelto protestón, maleducado?? Eres uno de esos resentidos que ahora aparecen como líderes, que andan y permiten que las mujeres hablen y presidan reuniones, levanten la voz en la oración como el Galileo al que decís Maestro y que alguno de vosotros ocultasteis su cuerpo muerto.
¡Por favor, Santiago, tú eres, aunque galileo, un israelita cabal, haz entrar en razones a estos y desautoriza a los vuestros que se hacen llamar cristianos!
¡Yo os he avisado y no toleraremos más insubordinación y menos entre los sacerdotes y maestros del Templo! ¿Os habéis enterado José de Arimatea y Nicodemo?
¡Hemos terminado, podéis marchar!