Enviado a la página web de Redes Cristianas
Salimos de la selva para librarnos de las alimañas y de las bestias, pero no caímos en la cuenta de que el bicho más peligroso venía con nosotros escondido en nuestros instintos. Y fue así como, a imagen y semejanza de aquel mundo salvaje originario y aun haciéndolo más brutal, creamos la jungla humana.
Una jungla donde los depredadores, como el presunto violador en serie de Ciudad Lineal, no tienen reparos, a la hora de saciar sus apetitos, en mancillar y sacrificar sin piedad, si fuera preciso, a las criaturas más inocentes, frágiles y vulnerables. Una jungla donde los más viles y cobardes se esconden y disfrazan de personas corrientes para llevar a cabo sus deplorables y repugnantes acciones.
El bárbaro recorrido de este delincuente y depredador sexual deja cinco familias rotas; deja arruinada y ultrajada la vida de cinco niñas que, hasta hace poco, eran felices jugando en el maravilloso mundo de los niños. Se dice que una de las niñas profanadas, de tan solo cinco años, se ha quedado muda después de los brutales
abusos a los que fue sometida y por los que tuvo que ser operada de urgencia.
Llegados a este punto, yo también deseo la mudez, pero no sin antes clamar justicia para que esta bestia despreciable no vuelva a ver la luz; para que el resto de sus días los pase entre tinieblas, el lugar donde deben estar los monstruos.