El misterio de la violencia -- Jorge Hourton P.

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Reflexión y Liberación

¡ Qué poco se necesita para que estalle la violencia ! Basta que un cabro chico le pegue una cachetada a un compañero para que el papá de éste saque su revolver y le dispare un tiro y lo mata. Basta que una lola guiñe un ojo a otro chiquillo para que el que se cree su novio la mate. ¡Así de simple !

Lo hemos visto tantas veces. Bastaba que un grupo fuera mirista o comunista para que lo detuvieran, lo torturaran y finalmente lo ejecutaran. Hombre o mujer, total es igual.

O a gran escala : bastó que algunas informaciones no confirmadas sostuvieran que en tal país hay un arsenal de armas de destrucción masiva para que el país policía del mundo descargara una guerra con los últimos gritos de la moderna tecnología bélica y causara un genocidio y gran desastre a sus propios intereses políticos, sociales, económicos y morales.

Pero no es la humanidad, no es el hombre el malo. Cuando Dios lo creó, vió que era bueno, como todo lo que había creado antes. Pero de pronto la codicia y la envidia entraron en el corazón de un hermano contra su hermano y terminó matándolo. Caín y Abel son el símbolo de cuando uno de ellos deja entrar la violencia en su corazón y la ifiere a su hermano ¡Ese sí que fué pecado original, pecado en el origen ! ¡Pecado de violencia! Pecado que se trasmite de generación en generación a todos aquellos que dan lugar en su corazón a la soberbia, a la codicia, al odio, a la envidia, a toda forma de egoísmo!

Desde entonces la humanidad está sumida en un tremendo engaño: tiende a creer que la violencia puede resolver sus problemas. Pero una vez surgió un sabio que nos dijo: ?Si te hieren en la mejilla derecha, tiéndele también la otra. Si te quieren quitar la túnica, dale también tu camisa. Si te obli- gan a caminar diez pasos, anda también otros diez.?? Pero no le entendieron y lo ejecutaron por loco y blasfemo

De vez en cuando, sin embargo, algún otro profeta lo recuerda y lo practica. En la India surgió un mahatma apóstol de la no violencia y consiguió con ello que su patria se liberara del Imperio que la dominaba.

¿Por qué los cristianos no somos más apóstoles de la No-Violencia? Cuando la violencia regía muy fuerte en nuestro país y en América Latina, hubo un movimiento de jóvenes que se comprometieron por ese apostolado y su líder argentino fue honrado con el Premio Nobel de la Paz. El Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ) cumplió una meritoria labor.

La Conferencia de Medellín (1968) denunció en América Latina la ?violencia institucionalizada?? consistente en la fuerte y opresora inequidad social contra los pobres en el continente y se propuso luchar por su liberación. Ahora se comprueba que los trabajadores siguen violentados en la sistematización de la injusticia e inequidad. Y cuando salen a la calle a clamar justicia hacen caer sobre ellos la violencia activa contra la cual reclaman. Y los sabios se alzan de hombros diciendo que clamar por la equidad es ignorar la ciencia de la economía. Y forman nuevas comisiones para enseñar economía a los ignorantes.

En su forma de criminalidad, la violencia es tan cotidiana que si no le afecta a uno, si no fuera por el diario y la tele, uno no se daría cuenta de que está allí. Todos los días hay algún asalto en el barrio alto o bajo, o a un banco o un atraco en el centro. Las cárceles están abarrotadas con ?patos malos?? y lo que no se gasta en educación hay que gastarlo en pagar más jueces, más policías y en construir más penales ¡Para todos resulta muy cara la violencia cotidiana!

La violencia tarde o temprano recae sobre los violentos.

¿Confesaré que me dan pena – ahora – los oficiales de Fuerzas Armadas que están pasando por largas investigaciones, procesos, juzgados, abogados, testigos, y finalmente les caen cinco, diez, veinte o más años ?incluso la perpetua ? por la violencia que se vieron llevados a ejercer ? Muchas veces tenían que obedecer órdenes. O hacer méritos para agradar a mi general. O pensaban tal vez que estaban haciendo una purga muy beneficiosa para el país. Tal vez les dolían a algunos los gritos de dolor o la sangre que corría de sus víctimas cuando estaban violentándolos. ¿Quien lo va a saber, pensarían los agentes de la CNI cuando sepultaron cadáveres en Lonquén o los cargaban sobre helicópteros para lanzarlos al mar ?

Ahora recae sobre ellos la violencia de quedar encerrados en Punta Peuco o en una cárcel de alta seguridad. Sufrir entre cuatro paredes el aburrimiento de la rutina cotidiana, de la compañía insoportable de las mismas caras, todas las horas lentas, los días grises y los meses largos, contando los años que todavía les queda.

Este debiera ser un primer principio educativo en una sociedad violenta. En vez de tantos paneles publicitarios de productos engañosos, debieran colocarse, en las poblaciones y en los caminos, .grandes letreros educativos que hagan pen- sar en éso, que los haga disuadir de la tentación de la violencia. Y en las cárceles, dada la fuerte reincidencia en los delitos, ¿por qué no irían misioneros apóstoles de la no-violencia para lograr conversiones por la buena, que hable otro lenguaje que el Código de procedimiento penal?

Publicado en revista ?Reflexión y Liberación?? Nº 74.