Enviado a la página web de Redes Cristianas
Dicen los académicos de la Lengua que sinvergüenza es aquella persona que comete actos ilegales en provecho propio, o que incurre en inmoralidades. Es una buena definición, pero yo añadiría que los sinvergüenzas nacen corruptos, aprovechados y caraduras. Son astutos, ladinos, muy ambiciosos y no entienden de moral, conciencia o escrúpulos. Llegan a este mundo, observan cómo funciona el tinglado, aprenden las reglas de juego y el modo de retorcerlas en su beneficio, disfrutan con fruición su botín y pillaje y se van a la tumba satisfechos de haber vivido.
En España estamos en la cola en muchas cosas, pero en número de sinvergüenzas, no se conoce rival. En nuestro suelo patrio, levantas una piedra y aparece un sinvergüenza. Están camuflados en todas partes: en las instituciones, en los partidos políticos, en las entidades financieras, en el empresariado, en los sindicatos, en los medios de comunicación, en las organizaciones religiosas, en los profesionales y, por supuesto, entre los ciudadanos corrientes y molientes.
Tanto se han multiplicado los sinvergüenzas en nuestro país que ya alcanzan la categoría de plaga. Una plaga de parásitos que, como tales, viven a costa de la gente de bien depauperándola y, en algunos casos, matándola; me estoy acordando de los suicidios como consecuencia de los desahucios. Sí, hastiados conciudadanos, nos domina la indecencia, la inmoralidad, el cinismo y la estulticia. Lástima que esta sentina en la que han convertido este país no se pueda limpiar con escoba, jabón y estropajo.