Albert Riba, presidente de Ateus de Catalunya, posa en la plaza del Virrei Amat de Barcelona, asegura que «las administraciones no podrán seguir ignorándonos»
Lo dice sin un atisbo de emoción pero con una convicción absoluta. «Es un momento histórico, nada será igual respecto a la religión en España: las Administraciones no podrán seguir ignorándonos».
Quien habla es Albert Riba, fundador y presidente de Ateus de Catalunya, la asociación atea más antigua de España y pieza angular del conglomerado de entidades ateístas existentes en nuestro país.
La agrupación que preside es la responsable de que dos autobuses circulen desde el lunes por Barcelona con el lema «Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida». La iniciativa ha tenido gran repercusión y ahora quieren llevarla a otras capitales españolas.
Nacido en Barcelona hace 61 años, en las últimas dos semanas apenas ha tenido tiempo para atender las peticiones de los medios de comunicación. Y todo por reivindicar el derecho a no creer en Dios, un derecho al que en su infancia no se acogió.
Un niño pecador
«Es histórico; las Administraciones no podrán seguir ignorándonos», dice
Estudió en un colegio religioso. «Eran gente extremadamente violenta. De pequeño ya se veía que yo era díscolo, que iba por mal camino y la verdad es que pasé malos ratos», rememora. En aquella época, que califica de «triste», estaba muy lejos del ateísmo. «Claro que yo creía, pero me pasaba el día pecando y los discursos que nos soltaban eran acojonantes. Una cosa terrible, podían llegar a amargarte», dice.
Con el tiempo, acabó estudiando Sociología, donde tuvo «acceso a literatura muy progre y muy rojeras». Riba recuerda perfectamente el día en que comprendió que no creía en Dios: «Fue en uno de esos debates interminables que no sirven para nada en que me di cuenta que no paraba de defender posturas incoherentes. Siempre he sido muy racional y aquel día comprendí que Dios no pintaba nada en mi vida».
Tras su iluminación atea, Riba ingresó como funcionario en la Seguridad Social, donde lleva ya 42 años. Y al poco se casó con su primera mujer: «En la iglesia, por supuesto, aunque nos casó un cura obrero». Recuerda que eran tiempos de la Transición y «sólo había dos cosas intocables: el rey y Dios». Y por miedo, su mujer bautizó a sus hijos.
En 1994, con motivo de un debate televisivo al que quería asistir para defender el ateísmo, Riba fundó la asociación junto a una compañera de trabajo y su marido. «Cuando me vieron salir y decir No creo en Dios, muchos amigos me llamaron para preguntarme si no me daba miedo. ¡Y era el año 1994!», recuerda.
Llegaron años de predicar en el desierto y de ayudar a otras asociaciones, con las que la relación no siempre ha sido fácil: «Cuando llevas 10 años y ves que no tira, que no hay una explosión, te desanimas mucho».
Hace 15 días, gracias a un eslogan importado de Reino Unido, los ateos descubrieron que no estaban tan solos como creían. Albert Riba lo celebró este lunes, acercándose al cementerio de Poblenou, donde esperó, en solitario, a que los autobuses de las líneas 14 y 41 aparecieran por la calle del camposanto.