InicioRevista de prensatemas sociales EL FALLECIMIENTO DE UN REFERENTE DEL INDEPENDENTISMO CATALÁN. Jordi Sánchez

EL FALLECIMIENTO DE UN REFERENTE DEL INDEPENDENTISMO CATALÁN. Jordi Sánchez

Publicado en

El Periódico

Xirinacs: gesto y palabra
• El exsenador se volcó con excepcional intensidad en la lucha por la libertad de las personas y los pueblos
«¿Por qué hacemos las cosas, los hombres? Yo tengo muchos motivos y no tengo ninguno. Quiero hacer constar que, tanto como las razones, pesa la fuerza vital que impulsa a los hombres hacia delante.

Muchas razones para tomar una decisión. Pero también una sensación no racional de que ha llegado el momento». Este fragmento fue escrito por Lluís Maria Xirinacs hace casi 40 años con el fin de justificar su segunda huelga de hambre, iniciada la noche de Navidad de 1970, y se puede encontrar en su libro Vaga de fam per Catalunya, editado por Nova Terra en 1977. Seguro que hay otros escritos más recientes que nos aproximan a la personalidad de Xirinacs, pero este breve fragmento escrito por él resume muy bien su determinación para actuar, su manera de vivir y también de morir. En él, gesto y palabra, acción y pensamiento, fueron dimensiones complementarias, armónicas, y que se daban sentido una a la otra, se retroalimentaban.

De Xirinacs se puede afirmar que fue un hombre volcado con una intensidad excepcional en la causa de la justicia con los más débiles y en la de la libertad de las personas y los pueblos, particularmente el suyo. Su compromiso con la gente injustamente tratada –especialmente por la acción represiva del Estado– y con la independencia de los Països Catalans nacía de esa fuerza interior de la que solo algunos disponen, y que en contadas ocasiones los convierte en líderes. Su liderazgo existió durante muchos años, pero no fue un liderazgo al uso. En parte le incomodaba –no olvidemos su visión radical cristiana– y, en cualquier caso, jamás quiso ejercerlo del modo en que el liderazgo político se ha desarrollado en nuestro país.

ESO no quiere decir que no tuviera una marcada personalidad ni que no le gustará sentirse reconocido y, de alguna manera, admirado. Tuvo Xirinacs, como ayer decía Jordi Pujol, algo de profeta, en el sentido más ajustado a la figura bíblica. Advertía, y también fustigaba, a quienes, en su opinión, actuaban de forma desleal con los suyos y con su pueblo. Xirinacs no se adaptó al mundo político institucional, probablemente porque sabía que su fuerza quedaría neutralizada en esas dinámicas: era lo bastante inteligente como para saber que ese no era su mundo.

Xirinacs fue muy exigente. Una exigencia con los otros –sobretodo con los políticos–, pero también consigo mismo y con los que le rodeaban. Su personalidad se forjó como una personalidad de «disgusto», como su editor –o quién sabe si él mismo– escribió en el prólogo de uno de sus libros; como reacción a su entorno familiar burgués, desarraigado de la cultura catalana y católico complaciente con el resultado de la guerra civil. Xirinacs se rebeló contra ese mundo, y de esa sublevación contra lo inmediato se forjó el hombre comprometido y rebelde.

Es evidente que por esa exigencia permanente, ese juzgar y decir severo que acompañó a Xirinacs como mínimo desde finales de los sesenta –cuando inició su primera huelga de hambre para desvincular la Iglesia del Estado–, muchos se sintieron injustamente atacados. La severidad de Xirinacs no siempre fue justa. Nadie es justo permanentemente en sus juicios. Pero esa severidad y esa exigencia fueron las que le dieron personalidad y reconocimiento. Sin su severidad, hoy no hablaríamos de él ni lamentaríamos su desaparición física. Una severidad que no nacía siempre de la racionalidad, como él mismo escribió en el fragmento que abre este artículo. Xirinacs tuvo un poco –o un mucho– de irracional, y un mucho –o un poco– de racional. De esa mezcla nacían su fuerza y su inteligencia.

MUCHOS pueden pensar que fue solo hombre de acción. Nada más lejos de la realidad. Con idéntica fuerza se libró al estudio. Navegó en el conocimiento de sistemas alternativos, sabiendo que solo desde la globalidad del conocimiento y del pensamiento se podrían hallar soluciones a los retos contemporáneos. Rescató –con un grupo de amigos– y estudió el sistema general que nuestro pensador más universal, Ramon Llull, concibió en la Edad Media. Cuando en nuestro país pocos hablaban de globalidad, Xirinacs ya impulsaba el estudio desde ese paradigma.

Como uno de los introductores en nuestro país de la no-violencia que fue, supo en todas sus acciones interpelar a sus adversarios en lo más profundo, donde más incertidumbre y contradicción se provoca. Esa fue su arma más dificil de combatir y él usó de ella, y algunas veces incluso abusó. Su propia desaparición física no deja de ser un acto –su último acto– con intención de interpelar: también a aquellos que no eran sus adversarios.

La fuerza de Xirinacs es que no dejaba indiferente, no pasaba inadvertido. Es indiscutible que su memoria forma parte ya de la memoria de este país. El independentismo ha perdido un referente; la sociedad catalana, también. No es necesario compartir ni su pensamiento ni su manera de ser y hacer para reconocer en él la excepcionalidad de un hombre que abrazó la política para alcanzar la igualdad, la dignidad y la libertad. La suya, la de los demás y la de su país.

*Politólogo.

Últimos artículos

La economía española en el largo plazo: aviso a navegantes

Los medios de comunicación recogen a diario los vaivenes de la inflación, el empleo,...

Noticias similares

La economía española en el largo plazo: aviso a navegantes

Los medios de comunicación recogen a diario los vaivenes de la inflación, el empleo,...