El Evangelio del domingo( Mt 18 ? 15-20) -- Franz Wieser (Perú)

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Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve, amonéstale a solas entre tú y él. Si él te escucha, has ganado a tu hermano. Pero si no escucha, toma aún contigo uno o dos, para que todo asunto conste según la boca de dos o tres testigos. Y si él no les hace caso a ellos, dilo a la iglesia; y si no hace caso a la iglesia, tenlo por gentil y publicano.

De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra habrá sido atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra habrá sido desatado en el cielo. »Otra vez os digo que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidan, les será hecha por mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Comentario

Sobre como solucionar conflictos entre miembros de la comunidad cristiana (iglesia) trata el evangelio de hoy. Descarta el recurrir a foros externos. Los discordias dentro de la Iglesia han de ser tratados ?en casa??; así lo exige un espíritu fraternal y familiar que debe caracterizar a los seguidores de Jesús.

Jesús señala tres pasos para reconciliarse con un hermano al se le ha hecho daño (pecado contra él): Primero que el afectado busque arreglar el asunto con su hermano en la fe. Puede ser que reconozca su falta y se disponga para enmendarla. Si no le hace caso, acércase a él con dos o más testigos que intermedien entre las partes, para llegar a un acuerdo. Si el victimario tampoco a estos les escucha, que el perjudicado exponga el caso ante la asamblea, la iglesia local. En caso que tampoco esta lo puede convencer de su deuda con su semejante, que se le considere excluido (excomulgado) de la comunidad de los fieles (como pagano).

Fácil de llegar a la conclusión, que un proceso de esta índole, requiere comunidades eclesiales con miembros dispuestas a asumir responsabilidad para que dentro de su ?familia?? haya transparencia , justicia, libertad de exponer sus opiniones y, como fruto, paz y armonía. Imaginémonos que sería de un país con 90% de cristianos, si todos actuasen de esta manera: El poder judicial ya no tendría que resolver pilas de expedientes y en la misma iglesia se produciría una sana depuración, sin marginar a nadie de buena voluntad. Los confesionarios desaparecerían y al banquete eucarístico se acercarían solamente hombres y mujeres que estén en paz con sus herman@s, ya que las personas irreconciliables quedarían marcadas dentro de la comunidad entrada de caso.

No cabe duda que de este ideal de comunidades estamos muy lejos bajo el sistema actual en la Iglesia católica. Notamos que mucha gente se confiesa y va a la comunión, sin cuestionar su relación con sus familiares, sus vecinos o sus compañeros de trabajo. Si bien es cierto que se enseñe que, para que las confesiones sean válidas, se requiere que se reconozca sus faltas contra los demás, se sienta arrepentimiento y que se busque en lo posible enmendar los daños, esta tercera exigencia se toma generalmente muy a la ligera y el cura que absuelve ni se entera. Y, si esto es así, ni hay reconocimiento ni arrepentimiento. No se tiene perdón, ni ante los hombres, ni ante Dios.

Un ejemplo: Cuando un militar en Ayacucho ha violando una chica y una esposa, no basta que lo confiese. Tiene el deber de enmendar el daño que le ha causado a su víctima como sea y en la medida que puede. No sé, buscará la víctima de su crimen, se disculpará, le prestará ayuda moral y material o algo por estilo. Si una matanza de inocentes fue ejecutada por orden de un superior militar, será la institución que se encargará para que el asunto no quede impune y sin reparación del daño inflingido a la persona. Si esto, en un país en que se privilegia a la Iglesia católica no sucede, no convence el Art. 86 de la Constitución que dice ?Dentro de un régimen de independencia y autonomía, el Estado reconoce a la Iglesia Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú.?? Esta ?formación cultural y moral?? por parte de las cúpulas en la iglesia, siempre ha acentuado más la sumisión absoluta, antes de la responsabilidad de las personas para sus semejantes.