Como el ángel caído la dimisión del líder de los evangelistas en EE. UU., Ted Haggard, podría sembrar un escenario de caos y confusión en el Partido Republicano, a tan sólo unos días de las elecciones legislativas.
El escándalo llenaba ayer las portadas de todos los periódicos después que Haggard, un estrecho colaborador del presidente, y líder espiritual de la Asociación Nacional de Evangelistas, que reúne a 30.000 personas, decidiera renunciar a su cargo tras ser acusado de mantener relaciones homosexuales con uno de sus guardaespaldas.
Según la versión Mike Jones, quien reconoció haber ejercido la prostitución durante algunos años, Haggard y él tuvieron encuentros sexuales pagados a lo largos de tres años.
Aunque en un primer momento el líder espiritual, casado y con cinco hijos, negó las declaraciones del guardaespaldas, el reverendo presentaba la dimisión pocas horas después en una renuncia voluntaria-»cuyo único objetivo es que las investigaciones puedan realizarse con integridad».
El poder de la «fé»
El escándalo de Haggard, quien en una entrevista el año pasado reconocía mantener contacto directo con la Casa Blanca, ha sembrado el terror entre los republicanos quienes el próximo 7 noviembre se juegan el control de las dos cámaras del Congreso.
Considerados un elemento clave en cualquier proceso electoral, aseguran los expertos que fueron los evangelistas quienes consiguieron la victoria de Bush en el 2004.
En aquel entonces el líder republicano consiguió movilizar el «voto de los valores familiares» gracias su postura conservadora en temas como el aborto, el matrimonio homosexual o la oración en las escuelas públicas.
Sin embargo, y según las últimas encuestas, los llamados «cristianos blancos» podrían cambiar de papeleta a favor de los demócratas decepcionados de la serie de escándalos que se viven en el seno del partido republicano .
Con el lastre de Mark Foley, el senador de Florida acusado de mandar mensajes eróticos a becarios del Congreso, todavía a la espalda, y tras la publicación de un polémico libro que retrataba a los colaboradores de Bush como antirreligiosos, la dimisión de Haggard podría suponer el fin del idilio entre ambos grupos.
De momento, y a la espera de consecuencias, sólo un 42% de los «evangelistas» consideran que su gobierno «actúa de manera honrada».