Se va nuestro hombre en La Habana, no el de la famosa película, sino el del Vaticano. Cumplió 70 años, 25 de honrada profesión en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, la de los jesuitas. Es el hombre al que consulta el Vaticano para saber de Catalunya y al que los políticos catalanes acuden para hacer llegar alguna información al Papa. En los últimos años, Josep Maria Benítez ha recobrado una sorprendente vitalidad física, fruto quizá de la serenidad con la que los historiadores no ideológicos asumen la relatividad de todo lo creado. Su vida y su trabajo pueden interpretarse desde la óptica de la libertad, de una cierta rebeldía hacia todos los integrismos pasados o modernos, incluido el dogmatismo de algunos creyentes.
«No aceptes el ofrecimiento». Ese fue el consejo que Miquel Batllori, otro gran embajador de Catalunya en la ciudad del Papa, le dio en 1982. Se lo explicó así: «Eres demasiado libre y crítico y te conozco demasiado». Benítez no siguió el consejo y se fue a Roma. Desde entonces, ha sido decano de la facultad de Historia Eclesiástica, única en el mundo, fundada en 1932, y el primer catalán desde que se creara la Gregoriana en el siglo XVI.
FAMOSO M?TODO
También ha consolidado un método, famoso en el mundo académico, llamado de «análisis histórico-crítico trascendental abierto al Trascendente», que para los legos no significa nada, pero que para los entendidos comporta la «aplicación del modelo de análisis matemático a la evolución del hombre», y que permite demostrar hechos que no parecen evidentes. Como que Lenin impusiera los soviets y ganara la partida final de la revolución rusa, que duró hasta la caída del muro de Berlín.
La segunda cosa, que Benítez no ha inventado, pero que ha dirigido, es la revista Archivo de la historia de los Papas. Cualquier persona del mundo que quiera escribir algo sobre un Papa tiene que consultarla, porque allí está documentado lo que hizo. Quienes ahora reúnen la documentación para declarar santo a Karol Wojtyla han acudido al humilde despacho de Benítez para consultar la revista y ahorrarse 20 años de búsquedas.
Mientras el hilo musical de la RAI emite un concierto de Mozart desde una radio oculta entre los cientos de libros de su estudio, Benítez recuerda lo dicho por Don Quijote: «La libertad, Sancho, es el mayor don que los dioses han dado a los hombres. Por la libertad se da la vida».
FIARSE DE LA AMISTAD
Con esas ideas, lo lógico sería pensar que la institución vaticana le ha cortado el paso mil veces, pero eso no ha sucedido. «He sido hipercrítico y me he fiado de la amistad», confiesa. También deja vislumbrar que ha sido astuto. «La historia se basa en los documentos, no en las ideologías», dice. «Nadie podrá decir que pienso esto o aquello, porque en mi trabajo analizo y explico lo que atestiguan los documentos».
Catalunya ha tenido a un solo cardenal que mandara en serio en el Vaticano, Josep Vives i Tutó, que fue secretario de Estado de León XIII y Pío X. En Roma le apodaban Vives è tutto (Vives lo es todo), por su gran poder. Al benedictino de Montserrat Anselm Maria Albareda le hicieron cardenal por sus méritos, adquiridos en la Biblioteca del Vaticano (propició la primera microfilmación de los textos), donde las pasaba tan canutas que algunas veces su asistente tenía que cazar palomas para tener algo de comer. Narcís Jubany tuvo mucha influencia en el Vaticano, pero estaba en Barcelona.
Benítez explica que está satisfecho ahora por el birrete cardenalicio concedido a Lluís Martínez Sistach: «En Catalunya ha sido un pacificador y, dado que tiene muy buena entrada en el Vaticano, podrá informar directamente, verídicamente y verazmente al Papa sobre la situación en Catalunya».