Enviado a la página web de Redes Cristianas
En la vida es necesario estar enamorado de alguien o de algo. De lo contrario se pierde el sentido de la misma. El problema es analizar bien de qué se enamora uno:
Hay enamoramientos gratificantes que nos hacen felices, nos llevan a ser generosos con los demás, a sentirnos solidarios e incluso capaces de arriesgar nuestras vidas a favor de gentes muy necesitadas, a sufrir con los que sufren, a gozar con los que gozan, a hacer proyectos de vida en común, a luchar por un mundo más justo e incluso dedicar toda la vida a esta tarea.
Por el contrario, hay otros enamoramientos que matan, hacen sufrir mucho, nos llevan por caminos equivocados. Incluso con ellos hacemos sufrir mucho a los demás hasta arruinar nuestra vida y la de ellos.
Pero sin duda el enamoramiento peor de todos es enamorarse del dinero hasta el punto de convertirlo en el dios de nuestra vida al que sacrificamos la honradez, la justicia, el respeto a los demás, la fidelidad a las personas, las mayores desvergüenzas. El enamoramiento del dinero nos lleva a robar, a defraudar, a sobornar, a adulterar, a mentir descaradamente, a burlarnos de la ciudadanía, a aprobar leyes injustas, a corromper la ética personal y social, a traficar con las personas, los animales, la naturaleza, … El enamoramiento del dinero es el más dañino, el más cruel, el más sádico, el más pernicioso, el más injusto para la sociedad y para uno mismo.
Este enamoramiento del dinero es la causa que está detrás de la corrupción tan intensa y extensa que se produjo y sigue produciendo en nuestro país; es el que llevó al señor Pujol y a su familia a tal ceguera que en cuestión de horas pasaron de la “honorabilidad” pública a la más abyecta, miserable e impúdica consideración social, con un daño muy grave para la sociedad en general y en particular para la catalana.
Este enamoramiento del dinero es la causa de los grandes males que sufre la humanidad que induce a una minoría a apropiarse de los bienes que son de todos. Es el que está detrás de las guerras, de las invasiones, de las conquistas, del abuso de unos pueblos sobre otros, como ahora Israel con Palestina, una de cuyas parlamentarias, Ayelet Shaked, de ultraderecha, dijo de las mujeres palestinas: “Deberían desaparecer junto a sus hogares, donde han criado a estas serpientes. De lo contrario, criarán más pequeñas serpientes”.
Este enamoramiento del dinero produce conflictos y roturas familiares, enemistades, desavenencias, enfrentamientos entre hermanos.
Este enamoramiento del dinero corrompe los valores más elementales del mensaje cristiano, hasta el punto de tapar la boca, salvo alguna excepción, a toda la pirámide de la estructura jerárquica de la iglesia oficial. Pues no se concibe, por ejemplo, que los obispos españoles cierren la boca ante “el maltrato a los inmigrantes, los parados, los jóvenes sin futuro, los políticos que organizan la economía de forma que unos cuantos se forran de millones mientras que la clase media se hunde y los trabajadores van perdiendo la esperanza de recuperar los derechos perdidos”.
¿Por qué la cantidad importante de “cristianos” (aunque cada vez menos) que vamos a misa los domingos estamos tan callados e indiferentes ante este estado cruel, inhumano e injusto de millones de personas? La religiosidad que no está comprometida con los problemas, necesidades, sufrimientos y aspiraciones de los hombres más empobrecidos y necesitados no es cristiana por mucho que vaya a misa, comulgue, rece o haga señales de la cruz.
Solo desde el enamoramiento con los oprimidos del mundo podemos estar enamorados de Dios.
Un cordial abrazo.-Faustino