El dios dinero -- Comisión de exiliados argentinos de Madrid

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Nodo50

Las revueltas en el mundo islámico por lo que toman como ofensa a su identidad se repiten en varias partes del mundo. Algunos analizan estas revueltas como un plan de Al Qaeda. Olvidan estos analistas que los movimientos populares de repulsa entienden como un ataque a su religión cualquier manifestación de burla a su fe, que en la inmensa mayoría de los casos es lo único que tienen y que permite su unidad de acción en distintos continentes.

Los pueblos, cuyas masas populares salen a la calle para denigrar lo occidental, tienen una identidad mas allá de las fronteras y se aferran a ella como manera de mantener esa unidad frente a la intrusión y el expolio extranjero, al mismo tiempo que reivindican un pasado donde el Islam fue poderoso, en lo económico, en lo cultural y lo militar.

Para la cultura occidental, luego de un lento proceso de secularización de la sociedad cuyo punto de inflexión ponemos en la revolución francesa y el enciclopedismo, resulta irritante pensar que una crítica a lo irracional (los mitos y tradiciones religiosas) pueda hacer llegar a extremos de fanatismo como vemos día a día en el mundo islámico. Olvidamos que la irracionalidad que hoy criticamos en ellos ha estado presente entre nosotros hace muy pocas generaciones.

¿Qué ha pasado? ¿La racionalidad ha roto los mitos en tan corto espacio de tiempo? Mucho nos gustaría que así hubiese sido, pero no, lo que ha pasado es que en sectores importantes de la sociedad (los que acumulan el poder económico y político) otro dios reemplazó a los anteriores.

El Dios Dinero hoy ha reemplazado a los demás y quienes profesan su culto relativizan la efectividad de los antiguos mitos para contener a las reivindicaciones populares, hoy utilizan algo tan etéreo como lo anterior pero mucho más efectivo para aterrorizar a quienes padecen la injusticia social: ?los mercados?? algo difuso, pero cruel como el más aterrador de los dioses.

A pesar de su pobreza los pueblos islámicos tienen hoy un término de unidad que les permite enfrentarse a la intromisión y el expolio, algo que les falta a las clases populares occidentales una vez aniquilados desde dentro y desde fuera las procesos políticos que planteaban mundo más justo.

Como latinoamericanos debemos trabajar para que el término de unidad de los pueblos oprimidos de nuestro continente sean los proyectos de cooperación, unión política, desarrollo industrial y tecnológico e inclusión social que paso a paso se están forjando en nuestro continente.