La iglesia estaba casi vacía. Yo estaba llena de dudas, pero igual las mujeres que me habían invitado me decían que Dios estaba ahí, en ese templo pequeñito y sencillo. Era el año 2000 y yo era una joven incrédula. Me senté lo más lejos que pude del púlpito e internamente juzgaba todo a mi alrededor. Yo traía una aflicción profunda, pero nadie lo sabía. Me había definido como atea, pero en medio del pecho tenía una atracción inconmensurable hacia lo divino. Esa noche lo experimenté por primera vez. ··· Ver noticia ···
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