Hay consenso en el país, de que lo que importa es el derecho de todos a ser felices a amarse y comprometerse, bajo el nombre que sea, con iguales derechos.
Está cambiando, también, la noción de padre y madre. Antes se decía: ?no llores como mujer lo que no supiste defender como hombre?. Hoy se dice al revés: ?no llores como hombre lo que no defendiste como mujer??.
Hoy se ve mas claramente que «lo mayoritario puede ir reñido con lo normal», que haya que hablar ligeramente de pecado, de gracia; yo hablaría más de regalo, de algo positivo, que pudiera favorecernos si se lo sabe abrir adecuadamente. No descarto que en esta época no pocas homosexualidades son karmáticas y que sobretodo en el espacio de las iglesias y de la moda, no pocos jóvenes busquen seducir líderes poderosos y les sea menos oneroso ser gay que varones autónomos.
La homosexualidad puede ser un regalo de Dios que, en culturas de súper explosión demográfica, puede otorgar incluso distensión. Verla como desvío hace albergar la sospecha de que el que la observa está desviado. Creo que es algo natural. Aunque no sea lo mayoritario. No es un pecado. Los homosexuales son un peligro, como los heterosexuales, cuando no evolucionan en su estadio espiritual y no pueden crecer y asumirse como tales.
Pueden criar hijos si tienen la vocación para hacerlo y el ámbito adecuado para la contención y el amor recíproco (nido). Y los niños no tendrán ningún problema; basta con la sensatez y el amor de quienes los críen. El problema lo tienen los adultos del prejuicio, del sarcasmo, de la burla. Los que hacen un culto de la «normalidad» aunque ésta sea la de los machitos, la de la brutalidad, la del egoísmo, la del escarnio a los débiles y a los diferentes.
¿Que los cambios, las inclusiones, traerán problemas??, que la transición será difícil? Seguramente. Como dice Reyes y en Pablo confiemos en el amor.
Dos leonas no hacen pareja. Dos gatos, tampoco. No pueden aparearse. Para ello tendrían que ser de distinto sexo y de la misma especie. Son cosas de la zoología. Es producto de la cultura y del ser humano, que se pueda vivir en familia, teniendo más o menos homotropismo y heterotropismo. Se puede perdonar al padre que nos abusó sexualmente y también se puede dejar de culparnos. Algunos hombres pueden perdonar y sanarse de cosas abominables. Esto, agraciado y desgraciado, es propio del espíritu y de la sexualidad humana.
El Derecho Romano reconocía el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer. Después ellos se divertían con efebos, como en general Villegas. Para ellos, los jóvenes estaban para el disfrute. La esposa era para tener hijos.
La palabra matrimonio procede de dos palabras romanas: «matrix» y «moneo». En aquella y en esta cultura en crisis. La primera significaba «hembra que cría sus hijuelos», la segunda «predecir, amonestar, aconsejar».
El matrimonio hoy puede ser más defensa, amparo, y protección, si en serio hay amor recíproco.
La MATRIZ del molde que garantizó el cuidado, hasta el siglo pasado era la mujer, la madre. Hoy aquellos que nos cuidan y pueden contenernos. Por eso ayer y hoy por caminos distintos se consolida el matrimonio; el mayor y más sublime oficio humano. Ayer en un encuentro de padres de catequesis les pregunté a unos padres por que hijo venían. Cuatro me dijeron por uno. Sorprendido le pregunto a uno de los cuatro a qué se dedicaba y me dijo que era director del Maipo (principal teatro de revistas argentino). Comprendí que las nuevas familias no están peleadas con el erotismo extraconyugal, ni con las diversas opciones de género, y garantizan en no pocos casos el cuidado de los frágiles.
Cada palabra tiene su significado propio que puede ser profundizado.
La Pascua puede ser profundizada y reinterpretada por cada nueva historia de liberación, y no por esto la palabra pierde la inercia de hominización o divinización (en el cristianismo: ?que el verbo se haga carne??). Una compraventa gratuita no es una compraventa, sino una donación. Y una enfiteusis por cinco años no es una enfiteusis, sino un arriendo vulgar. La esencia del matrimonio no es la heterosexualidad ni lo que lo constituyó. Es la posibilidad de semejanza con lo divino. Lo humano, cuando dos se desean y a la vez son independientes y distintos, suelen tener amor de calidad (de buena tirada), lo que da la garantía del buen molde, es el amor trinitario, no el que sean heterosexuales.
Llamar matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo no es un atropello si hay amor y es una blasfemia si los heterosexuales no se desean y no se aman. Allí si que los matrimonios son patéticos y patológicos.
Nadie llama tarta de manzana a la que está hecha de peras. Es ridículo llamar matrimonio a lo que hoy está marcado por las anorgasmias, las traiciones y las frigideces. No se le puede decir a un dique seco que es un lago porque alguna vez fue romántico.
Que un varón tenga derecho a casarse con otro varón y una mujer a hacerlo con otra mujer, no es lo mismo que un hermano pueda casarse con su propia hermana. O a un padre a hacerlo con su hija. Darse cuenta que eso habla de que nos estamos sanando psíquicamente. La sociedad ya no se quiebra y no huele a podrido como en General Villegas. Decía en broma un cuentista:
?Cuando la profe le preguntó a Abel cómo se llamaba su madre, el niño contestó: «Mi mamá se llama Adán y ya nadie sintió vergüenza, comenzó la creación de nuevo y dios a decir que sigue siendo bueno??.
El amor de familia en el judaísmo cristiano además de erótico era agápico; tenía que ver en los inicios con la procreación, con la prole, y la constitución de una familia. El tema es que ¿el código civil pasa a considerar a parejas homosexuales como matrimonio, sin darnos cuenta de por dónde pasa el erotismo de calidad? ¿pueden adoptar niños y pueden cumplir el rol de matrimonio?
Un niño ¿puede criarse saludablemente sin un hogar que tenga amor recíproco? ¿No se estaría haciendo un daño irreparable a un niño «conformándolo» a nadar en diques sin lagos, ya que en la cama están mamá y papá sin amarse, y lo que es peor, sin desearse? Se están borrando gracias a Dios las discriminaciones de género.
No hay derecho a determinar a un hijo a vivir en espacios anhedónicos de baja contención amorosa; para muchos argentinos, el nunca más al pueblo de Villegas con su efebofilia y machismo, contribuye a que en otros pueblos estén naciendo otras nuevas monogamias. Las nuevas parejas marcadas no por la reproducción y si por la calidad del amor reciproco quien, sabe puedan contener mejor que nosotros los hijos del pensamiento líquido*.
Según Bauman, en la modernidad todo es líquido, inconsistente, evanescente. Las condiciones de vida y de acción o las estrategias de respuesta se modifican con tal celeridad que no pueden consolidarse ni traducirse en hábitos y costumbres. Nuestro mundo avanza vertiginosamente pero sin rumbo, cambia compulsivamente pero sin consistencia. No hay tiempo para que las cosas echen raíces. El individuo moderno, alienado del mundo, sólo puede revelarse verdaderamente en privado y en la intimidad de los encuentros cara a cara» (página 172).
Bauman se pregunta por la posibilidad de convertir el espacio público en lugar de participación duradera, de diálogo permanente y de confrontación entre el consenso y el disenso, en vez de ámbito de citas fugaces y casuales o de encuentros comerciales. Esa conversión sólo es posible, responde, creando un espacio público global, que se traduzca en una política planetaria adecuada, un escenario igualmente planetario, un análisis global de los problemas provocados a escala mundial y una responsabilidad planetaria, que exige reformar el tejido de las interdependencias e interacciones globales.
Se trata de construir relaciones simétricas, cálidas, duraderas, auténticas, profundas, no mediadas crematísticamente. Vida líquida no desemboca necesariamente en desencanto y apatía. El mundo exterior tiene que demostrar su inocencia ante el tribunal de la ética, no viceversa. Y por el momento no le va a ser posible demostrarla.
Padre Leonardo Belderrain. Bioeticista. Capilla Santa Elena Parque Pereyra Iraola te 0221-4731674