Desde siempre, el aborto es objeto de debates intensos. Al fin y al cabo, afecta de forma importante al cuerpo y a la conciencia de los humanos, especialmente de las mujeres. Y puesto que es un asunto tan importante, tan delicado, también lo es que se trate con buenos argumentos y en un clima de serenidad.
Esto es lo que no acabo de ver en el resurgimiento reciente del tema, a raíz de la reforma de la ley que prepara el Gobierno español y de las reacciones tanto de la jerarquía católica como de algunos medios de comunicación. Hay especialmente dos cosas que encuentro raras.
La primera es que, desde los ideólogos próximos al PP, se ataque durísimamente la ley de plazos que prepara el PSOE sin sacar de ello la conclusión que deberían: si para ellos el aborto es siempre intrínsecamente malo y criminal, ¿por qué no aprovecharon los dos gobiernos de Aznar –en especial el de la mayoría absoluta– para abolir la ley?
¿Por qué la Conferencia Episcopal no recomendó a los fieles que no votaran ni al PSOE ni al PP? O es que la cuestión no es tan radical como se quiere hacer creer y solo es una cuestión de plazos, es decir, del número de semanas en el que se podrá abortar?
Si es así –y eso parece–, lo otro que encuentro raro es que se pueda decir que existe «vida humana», «persona», «criatura» desde el primer instante de la fecundación. (El cartel de los obispos presenta a un niño incluso crecidito, robusto). ¿Con qué argumento se puede sostener esto? ¿Diciendo que desde el principio ya existe vida? Pues, sí, pero, ¿vida humana? En el inicio del proceso, la única vida humana es la de la madre que, con la gestación de un óvulo, después feto, puede dar paso a otra vida, independiente de la suya. Pero en el inicio todavía no existen dos vidas.
O al menos esto es lo que hay que debatir, sin darlo por supuesto. La vida –inicio, desarrollo y final– es un proceso. Nosotros somos sujetos de él, no meros objetos. La propia naturaleza –que no parece que pueda ir contra Dios–, interrumpe algunos de esos procesos. ¿Y no pueden hacerlo los humanos, con garantías y responsabilidad? ¿Por qué no debatirlo en serio?