Como suele suceder
el ciego es el que más ve.
a él no lo distrae el deslumbrante vestido
ni las rutilantes joyas
ni las apolíneas formas
de la atractiva y joven figura.
el ciego en el tono de la voz
ve la prepotencia del poderoso
y la insignificancia del pusilánime
la soberbia del soberbio
y la vanidad del vanidoso.
El ciego por la calle avanza
con cuidado tantea con el bastón.
es cierto que no sabe que hay más allá
pero sabe muy bien lo que hay
en el fondo y en la superficie del alma humana.
( «Del Consumismo y otros poemas»)