Acaba de publicarse oficialmente el comunicado con que concluye los trabajos la comisión encargada de estudiar el estado de la Legión de Cristo tras los escándalos descubiertos en la vida y muerte de su fundador, Marcial Maciel. El texto completo puede verse en el Servicio de Información del Vaticano, VIS en español.
Aquí destacamos los dos puntos más significativos sobre cómo se han podido ocultar estos hechos. En el resto domina la preocupación por el futuro de las personas (“un gran número de religiosos ejemplares, honestos, llenos de talento, muchos de los cuales jóvenes”) y de la institución que deberá ser renovada o recreada a fondo.
2. La visita apostólica ha podido comprobar que la conducta del padre Marcial Maciel Degollado ha causado consecuencias serias en la vida y en la estructura de la Legión, hasta el punto de que requiere un camino de profunda revisión.
Los gravísimos y objetivamente inmorales comportamientos del padre Maciel, confirmados por testimonios incontrovertibles, representan, en algunos casos, auténticos delitos y manifiestan una vida sin escrúpulos ni auténtico sentimiento religioso. Esta vida era desconocida para gran parte de los Legionarios, sobre todo por el sistema de relaciones entretejido por el padre Maciel, que hábilmente había sabido crearse coartadas, ganarse la confianza, amistad y silencio de los que le rodeaban y reforzar su propio papel de fundador carismático.
En ocasiones, un lamentable descrédito y alejamiento de cuantos dudaban de su recto comportamiento, así como la errada convicción de no querer dañar el bien que la Legión estaba realizando, habían creado a su alrededor un mecanismo de defensa que le permitió ser inatacable durante mucho tiempo, haciendo que, por consiguiente, fuera muy difícil conocer su verdadera vida.
3. El entusiasmo sincero de la mayoría de los Legionarios, que ha emergido también en las visitas a las casas de la congregación y a muchas de sus obras, apreciadas por numerosas personas, ha llevado a muchos en el pasado a pensar que las acusaciones, que iban siendo cada vez más insistentes y se iban multiplicando, no podían ser más que calumnias.
Por lo tanto, el descubrimiento y el conocimiento de la verdad acerca de su fundador ha provocado en los miembros de la Legión una sorpresa, un desconcierto y un profundo dolor, que los visitadores han evidenciado de diferentes maneras.
Pero, llegados a este peunto, permitidme que dude que la iglesia vaya a sacare de este hecho paradigmático las enseñanzas denidas en la misma extructura de gobierno de la Iglesia católica y de muchas de sus instituciones internas.
No es suficiente con que se revisen las constituciones de la Legión. La revisión debería ir mucho más lejos.
¿Cuantas constituciones de congregaciones religiosas, incluidas las de otros poderosos y peculiares organismos como el Opus Dei o el Camino Catecumenal, incluyen concentración de poderes, culto de la personalidad y prácticas de obediencia capaces de crear en torno a sus líderes los mismos mecanismos de defensa que permitieron a Maciel “ser inatacable durante mucho tiempo” y convencer a los miembros de que las críticas a la institución “no pueden ser más que calumnias”?
¿Acaso en la raíz de esa hipocresía religiosa no está el mismo carácter sagrado con que la doctrina tradicional de la Iglesia reviste a ciertas personas para que “ejerzan poderes”, colocándoles en una situación de superioridad respecto al resto de la comunidad, que nunca puede fiscalizar el ejercicio de su autoridad? La estructura tradicional del clero y del mundo religioso es como un caldo de cultivo excelente para que crezcan fenómenos de fariseísmo y abuso de poder que no llegarán al extremo de Maciel, pero que producen muchas víctimas. Y pienso, por ejemplo, en tantas personas de buena voluntad que han tenido que soportar los caprichos y las neuras del párroco, del superior religioso o del obispo sin capacidad de defender su dignidad y el principio de corresponsabilidad, pues “el que manda está puesto para eso por el mismo Dios“.
Y finalmente, pienso en las víctimas concretas del caso Maciel y todo lo que tuvieron que sufrir algunos, al llegar a adultos, para iniciar y mantener un camino de denuncia de los hechos. En primer lugar los ocho magníficos, los denunciantes (más otro, que murió tras dejar su testimonio) y el buenísimo P. Alberto Athié que les animó a llevar a cabo esta acción a Roma, por los cauces legales, aunque le costó la total marginación por parte de las autoridades eclesiásticas. .
Personalmente, cuando en 2001 tuve conocimiento de los hechos no dudé un momento en ellos. Y tuve que oír muchas veces críticas sobre los extraños caminos hacia donde estaba conduciendo esta página. ¿Cómo podía dar crédito a esas calumnias sobre un fundador tan santo? Aquí en España tuvimos la ayuda de un valiente periodista, José Martínez de Velasco, y de algunos ex-legionarios, como Emilio Bartolomé, que escrtibió varios artículos para ATRIO
Con fruto, el que tenga tiempo, puede dar una mirada rápida a todo lo recogido en el Dossier de ATRIO sobre Maciel.
Pero sobre todo, leed por favor la Carta al Papa que ¡hace doce años y medio! dirigieron a través del nuncio los denunciantes, aún de manera discreta, pues nunca quisieron organizar un gran escándalo.
Yo no sé si Juan Pablo II llegaría a leerla. Pero seguro que Ratzinger sí que la leyó. Él tenía arenado en el Santo Oficio la denuncia presentada en forma jurídica por los denunciantes unos años antes. La única palabra que consiguió arrancarle una persona que se interesó en ella fue que “maciel era intocavle”, prque lo quería Mucho el papa. El que hoy presume de luchador contra contra la pederestia, ¿no vió en esa denuncia y en esta carta indicios suficientes de honradez y verdad para iniciar una seria investigación?