El beato Juan Pablo II puede esperar -- José Manuel Vidal

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Religión Digital

El cielo puede esperar y la beatificación de Juan Pablo II debería hacerlo también. Enfriarse un poco y posponerla sine die. El Papa Wojtyla no se merece llegar a los altares bajo la sombra de la más mínima sospecha. Que alguien para el «santo subito». Sólo Benedicto XVI puede hacerlo ya.

Y debería hacerlo. Al menos, mientras no se clarifique totalmente el papel de su amado predecesor ante las denuncias de pederastia. Y, sobre todo, mientras no se esclarezca si conocía o no conocía las andanzas, abusos y tropelías de Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios al que Wojtyla puso como ejemplo y guía de la juventud.

Hay una foto en internet, en cientos de reproducciones, que vale más que mil palabras. Es la que se ve a un Juan Pablo II ya mayor bendiciendo amablemente al fundador de la Legión. ¿Qué sabía el Papa sobre Maciel? ¿Qué le dijeron? ¿Qué le filtraron? ¿Quién le contó o no le contó los graves sucesos en los que estaba inplicado y cuyas denuncias llegaron (eso sí que lo sabemos) hasta su entorno más inmediato? Preguntas, al menos hasta ahora sin respuesta. Manchas sin lavar en el blanco historial del Papa polaco.

Dicen algunos que hay precedentes en la rapidez de la elevación a los altares. Y que la Madre Teresa o Josemaría Escrivá no pueden ser más que Juan Pablo II. Pero, como bien dice un amigo teólogo, los precedentes marcan un camino, si son buenos y edificantes. Si no lo son, hay que desecharlos. Las turbobeatificaciones sobran en la Iglesia, dado que está suprimida la beatificación por aclamación.

Habría que parar esta riada de beatificaciones y santificaciones. Se trata de ser santos, no de hacer santos. Y el único que puede hacerlo, tanto en general como en el caso concreto del Papa Wojtyla, es Benedicto XVI. Mi amigo teólogo dice que Ratzinger dejará enfriar la eventual beatificación de Juan Pablo II al menos durante 50 años. Yo, no lo tengo tan claro. Por eso, me conformaría con que la ralentizase al menos unos 10 años. En cualquir caso y decida lo que decida, el Papa Ratzinger no lo tiene fácil. Como otras muchas cosas que ha heredado de su predecesor.