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El atrio de los cristianos -- Victor Codina

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Cristianismo y justicia

Una celebración navideña
Navidad en un barrio popular marginal de Cochabamba, Bolivia. Los villancicos a través de los parlantes anuncian la misa de nochebuena. Los niños que van a representar la anunciación, las posadas y el nacimiento se están vistiendo con túnicas blancas y repasando sus papeles. La niña que hace de María habla por celular (móvil) con su mamá. El templo se llena de familias, muchas de las cuales no suelen asistir durante el año.

Muchos llevan la imagen del Niño para recibir la bendición y luego presidir las celebraciones en sus casas. En lugar del evangelio los niños hacen la representación del nacimiento, algunos leyendo, otros de memoria. En el ofertorio los niños bailan una danza típica de Navidad. En la comunión muchos de los que van a comulgar no están habituados a los dos especies.

Seguramente muchos no se han confesado hace mucho tiempo. Después de la misa comienza la adoración del Niño, todos se acercan con gran devoción, algunos ponen incienso en un brasero encendido, otros pasan luego a rezar ante el pesebre en silencio. Al acabar se reparte a todos un trozo de panetón con chocolate caliente.

El día de Navidad viene todavía más gente, el templo está lleno, también de gente no habitual: una mujer con muletas, un hombre que ha tenido un accidente y que camina mal, una familia con un niño con síndrome de Down que se sienta junto a los monaguillos y al que su madre le da una moneda para que la deposite en la colecta…Continúan las imágenes del Niño, la adoración final, la bendición con agua bendita. Una familia invita a que los niños vayan a su casa para servirse chocolate con buñuelos.

Esta es una típica celebración navideña en un barrio popular. No sé qué dirían los liturgistas y los moralistas de esta celebración. Pero no quisiera quedarme en la mera descripción sino intentar hacer un poco de teología narrativa. ¿Qué pensar de esta gente con fe, devota, que solamente asiste a la eucaristía por Navidad, participa de la semana santa y acude al templo el día de los difuntos? Antes de responder a estas preguntas quisiera contratar esta situación con el tema del atrio de los gentiles.

El atrio de los gentiles

El Papa Benedicto XVI el 22 de diciembre de 2009 en su discurso navideño a la Curia romana afirmó que “la Iglesia debería abrir también hoy una especie de “patio de los gentiles”, donde los hombres puedan entrar en contacto de alguna manera con Dios sin conocerlo” Y añadió: “Al diálogo con las religiones debe añadirse hoy sobre todo el diálogo con aquéllos para quienes la religión es algo extraño, para quienes Dios es desconocido”.

La imagen del atrio de los gentiles está tomada del templo de Jerusalén donde había un atrio para los no israelitas que deseaban orar al Dios único, aun cuando no pudieran participar del culto judío. El atrio de los gentiles se diferenciaba del atrio de los judíos y del de los sacerdotes. En aquel inmenso espacio se colocaban los cambistas, los vendedores de animales para el sacrificio, se sentaban los escribas y maestros de la ley para dialogar con los visitantes del templo. Jesús también predicaba el evangelio en esta explanada del tempo abierta a los no judíos.

El Pontificio Consejo de la Cultura, presidido por el Cardenal Gianfranco Ravasi acogió esta sugerencia del Papa en un proyecto denominado “el atrio de los gentiles”, abierto a los que buscan a Dios o se interrogan por él. Se han organizado diversos encuentros en París, Bolonia, Barcelona, Estocolmo… Se comenzó con París, por ser la ciudad emblemática, una enorme metáfora para expresar el diálogo entre creyentes y no creyentes. Se busca el diálogo entre fe y cultura, entre fe y laicidad secular, entre razón y fe. Se quiere responder así a las profundas inquietudes humanas, a los que no encuentran en los mitos o dioses modernos una respuesta a sus expectativas.

Los cristianos del atrio

Volvamos de nuevo a nuestras celebraciones navideñas del barrio de Cochabamba. Nos encontramos en otra longitud de onda muy diversa. No estamos en París, ni en Bolonia ni en Barcelona, ni en Estocolmo… y sin embargo también estamos en el atrio…

Esta gente son cristianos, tienen fe, adoran a Jesús, rezan, cantan y bailan ante el Niño Jesús. Ciertamente no conocen las discusiones dogmáticas de Nicea y Calcedonia sobre el homousios, las naturalezas y las personas, tampoco saben nada del midrash bíblico, pero son creyentes, no son agnósticos ni indiferentes y mucho menos ateos.

Pero nos podemos preguntar si no son cristianos también del atrio, gentes que acuden solamente a la Iglesia para los sacramentos ligados a las cuatro estaciones de la vida (nacimiento, juventud, matrimonio y muerte), para las grandes solemnidades del año litúrgico (Navidad, Semana santa, Todos los santos y difuntos) y que en las fiestas marianas peregrinan con devoción a sus diversos santuarios.

En realidad la gran mayoría del pueblo vive la religiosidad popular, tiene una participación débil y puramente puntual a la Iglesia, vive de una creencia con poca pertenencia. No forman una comunidad, ni asisten los domingos a la eucaristía, no están comprometidos, no son, en lenguaje de Aparecida, discípulos ni misioneros. Son los cristianos que permanecen en el atrio, son cristianos del atrio, del umbral.

Quizás los responsables de la pastoral nos sentimos defraudados ante esta poca participación, ante la falta de profundidad de su fe, quisiéramos ponerles ante el dilema de o todo o nada. Sin embargo, siendo realistas, deberíamos aceptar esta situación, estrechamente ligada a muchos condicionamientos económicos, sociales, culturales y religiosos, acogerlos en su situación de cristianos del atrio. Ciertamente los podemos invitar a pasar más adelante, a formar comunidad, a ser discípulos y seguidores de Jesús, los podemos evangelizar y misionar…aun sabiendo que la gran mayoría no van a cambiar de situación.

¿Es esto un fracaso pastoral? ¿O hay que reconocer que hay diversos ritmos, diversas formas de vivir la fe en el Pueblo de Dios y que la Iglesia ha de ser una Iglesia de puertas abiertas, una Iglesia no solo para los comprometidos y militantes, sino para todo el pueblo y especialmente para los más sencillos y pobres, a los cuales han sido revelados los misterios del Reino? ¿No fue este pueblo sencillo formado por pobres, mujeres marginadas, enfermos y pecadores, los que rodearon a Jesús en su tiempo, mientras eran despreciados por los escribas y fariseos porque no conocían ni cumplían la ley?

Interrogantes

Todo lo anterior creo que es cierto, sin embargo no podemos quedarnos aquí.¿Qué sucederá en el futuro, un futuro que ya ha comenzado y que ya aparece en la niña que representa a María y llama a su madre con el celular…¿Esta piedad popular, del atrio, no es un residuo de la Cristiandad que agoniza y que tiende a desaparecer? ¿Qué pasará con la juventud que ahora crece en un mundo globalizado, cada vez más secular y materialista, en medio de un gran pluralismo de religiones y grupos de las más diversas espiritualidades?

¿No afirma Aparecida (n.12) que no resistirán al embate del tiempo los católicos que vivan una fe reducida a normas y prohibiciones, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a repeticiones doctrinales y a moralismos blandos o crispados? ¿No es ésta la situación de muchos cristianos del atrio? Además ¿no hay también en nuestro medio, y cada vez más, personas y grupos que están en el atrio de los gentiles

No es fácil responder a estas preguntas y cuestionamientos. Seguramente habremos de admitir diversos ritmos pastorales, acoger a todos, invitar a acceder a un mayor compromiso cristiano, formar comunidades, pero no abandonar a los que están en el atrio. Seguramente así como en la casa del Padre hay diversas moradas, en el caminar hacia el Reino hay diversos ritmos y estilos, el Espíritu actúa en todos pero de modo diferente, nadie tiene la exclusividad.

Quizás los cristianos del atrio son un constante toque de atención a todos los escribas y fariseos de hoy, pues seguramente estos humildes cristianos del atrio nos precederán en el Reino de los cielos. ¿Quién puede valorar la fe de la vieja con muletas que besa con devoción al Niño Jesús o el amor de la madre que le da una moneda a su hijo con Down para que sea feliz entregándola en la colecta?

La Iglesia ha de ser un espacio abierto a todos, como el templo de Jerusalén era un espacio de oración abierto a todos los pueblos. Gentiles o cristianos, todos estamos en camino hacia el Reino de Dios y el Espíritu del Señor nos acompaña en nuestro diverso caminar. En realidad todos estamos en el atrio…

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