Enviado a la página web de Redes Cristianas
Sanz critica la «demagogia feminista» que «no ayuda a la mujer»
1º) Jesús Sanz Montes parece tener verdadera obsesión con el tema del “la ideología de “Género”, algo en los que no resulta muy original, dado el perfil de la mayoría de los obispos españoles. Y como a todos contagiados por esa epidemia ideológica, la Familia es un tema importantes y recurrentes. Pero podemos, y hasta debemos preguntarnos, de qué familia se trata. Aunque imagino cual es la única fórmula de familia que considera, y que le gusta, al arzobispo ovetense: la que él, y sus pares, denominan la de “iure divino”, la de derecho divino. Traducido a nuestros días, la del varón y hembra, o la de hombre y mujer, sin divorcios, sin separaciones, para toda la vida.
Pero olvidan, estos puritanos familiares, que ha habido, también con el sello “iure divino”, otro tipo de familias, como las que se basaban en la poligamia, que practicaron los patriarcas, bíblicos, (Abrahán, Isaac, Jacob), y reyes tan admirados y tan reverenciados como David y Salomón. Si D. Jesús Sanz, y sus colegas “familiaristas” son totalmente relativistas, como el todavía cardenal Ratzinger en su famoso discurso al resto de cardenales en la preparación al Cónclave post mortem de Juan Pablo II, no deberían aceptar el evidente relativismo temporal con el que el Antiguo Testamento (AT) trata, con deferencia, la poligamia.
2º) Pues con el mismo relativismo temporal y geográfico, es decir, tan cultural como el del Antiguo Testamento, los obispos actuales deberían aceptar el segundo, y posteriores, matrimonios “post divortium”, como por cierto también aceptaba el AT, y los matrimonios entre homosexuales, y las parejas no matrimoniadas, etc. El problema es el siguiente: ¿Quién tiene la competencia, y la autoridad, para determinar qué sea el matrimonio, la Iglesia, en nombre de Dios, o las leyes humanas, procedentes, por tanto, de humanos, sin referencia ni explícita, ni implícita, a Dios? La Iglesia tiene, lógicamente, el derecho, de determinar qué sea el matrimonio que ella preconiza, promueve, visualiza, y celebra. Es decir, esa especie de matrimonio, y solo esa: no el total del “género” matrimonio. Es comprensible, y hasta razonable, que la Iglesia, y sus ministros, tiendan a monopolizar la conceptuación del mundo del matrimonio y de la familia, después de tantos siglos en los que ha sido, en el mundo occidental, la única autoridad competente en ese campo. Pero sucede que ya no puede ser así, desde que han sucedido hito históricos liberadores de esa dependencia como la Revolución Francesa, la Constitución norteamericana, la industrialización, el surgimiento del sindicalismo, el Socialismo, y otros eventos decisivos, hasta la eclosión, casi explosión, del sentimiento democrático.
3º) Y no dejaría de ser curioso, y penoso, que lo que escritores tan perdidos en el tiempo como el Yavista, el Elohista, el Deuteronómico, los grandes Profetas, y los Escritores Sapienciales, supieron entender, y la valentía de aceptar en su cultura, no la tengan los obispos, también VD, D. Jesús Sanz Montes, en los días de hoy. Pues en el tiempo que corre, ya no es, ni puede ni debe, ser comprensible ni razonable es empecinamiento en negar algo que nuestro Dios, el Padre del Señor Jesucristo, acepta, como la mayor grandeza de sus criaturas racionales, los seres humanos, como es la libertad. Ni Dios, ni las enseñanzas del Concili0 Vaticano II, dan pie ni sugerencia alguna a la siguiente condición obligatoria: que las personas se vean compelidas por un presunto derecho divino a creer que este derecho, y el mismo Dios, existan. Hay que recordar a nuestros obispos que ningún ser humano está obligado a aceptar los postulados de los representantes de una Revelación, que solo es válida, útil, y benéfica, para los que libremente, acepten esa Revelación por el obsequio de la Fe.