Ya finalizó el papado de Benedicto XVI. Y en una semana comenzará la trenza de cardenales y obispos para nominar al sucesor. Situación complicada para el Vaticano: un Papa en funciones y otro, emérito, rezando.
La renuncia de Benedicto XVI fue un gesto original, pues no ocurría algo así en los 600 años anteriores. El Papa terminaba su función cuando moría. Incluso se elogiaba que siguiera reinando aún cuando la vejez y las enfermedades lo abrumaban hasta dejarlo una momia que apenas respiraba, como Juan Pablo II.
Ahora se ha elogiado el paso al costado del alemán que llevaba casi ocho años en el trono de Pedro. El 11 de febrero anunció que renunciaba porque a sus 85 años no se sentía con fuerzas ni salud. Pareció un gesto de humanidad y sensatez en una institución que no tiene demasiado de esos valores, vistos los escándalos financieros, corrupción interna y denuncias de pedofilia desde hace décadas. Esas desviaciones se sumaban a la perseverancia del Vaticano en una línea de conservadurismo político, de oposición a valores científicos y de negativa a cambios. En esta categoría entra su invariable condena a la homosexualidad, el matrimonio igualitario, el aborto e incluso al preservativo.
Alejamientos
La suma de unos y otros factores explica que cada vez más gente se aleja de la Iglesia, aún cuando mantenga la fe en Dios y la religión. No se siente representada ni ayudada espiritualmente por la institución que atiende desde Roma, ni por sus delegados en su país y ciudad. Hay excepciones, claro.
Así se desconfía de que la cifra de fieles sea efectivamente de 1.200 millones en el mundo. Desde el interés real y su participación en las iglesias, las peregrinaciones y otras actividades, etc, parecen ser bastante menos.
Esa merma real se puede disimular gracias a la ayuda material y de otro orden que recibe de los Estados, que les prestan colaboración para sostener el culto, pagar el sueldo de sus obispos, mantener sus seminarios, etc. De lo contrario, si no tuviera esa ayuda, la Iglesia católica estaría aún más desdibujada. Resulta clave la partida estatal para el sostenimiento a las escuelas privadas, que le proveen de una base social por la relación con niños, adolescentes y sus familias. Si fuera por la gente que los curas acercan con sus misas… Esa es la Iglesia en crisis que llega a un momento de gran interés mundial por la Sede Vacante ante la renuncia de Benedicto XVI, y por las especulaciones sobre quién podría ser su reemplazante.
En un sentido, tanta expectativa ayuda a la Iglesia al convertirla en un tema de conversación e interés en los medios. Sin embargo, esta lupa le provoca una consecuencia muy negativa: refresca los debates sobre su crisis y sus problemas no resueltos. Esa olla, un poco olvidada, vuelve a ser centro de atención. Se destapa otra vez y el olor que sale de allí no es precisamente tan rico como un perfume de mujer bonita.
Poca democracia
Uno de los aspectos más cuestionables es que la Iglesia católica se caracteriza por un sistema muy poco democrático, aunque devotas suyas tan fanáticas como Elisa Carrió nunca la hayan acusado de «stalinista». Esa cerrazón cupular es habitual pero mucho más en estos momentos de deliberación para elegir Papa. ¿Qué participación se le abre a los
supuestos 1.200 millones de católicos del mundo, para una circunstancia tan importante como esta? La respuesta es evidente: ninguna.
Los que van a reunirse y decidir son los 207 miembros del Colegio Cardenalicio, encabezados por el cardenal Angelo Sodano. A su vez no todos pueden ejercer el derecho a voto, pues sólo pueden hacerlo los menores de 80 años, que son 117 señores de sotana. Lo de «señores» es literal, porque como es archisabido, no hay mujeres entre ellos. Las féminas están excluidas de todas las funciones importantes y apenas pueden llegar a monjas. Listo. Allí se les acabó la carrera: no pueden ser curas y menos obispos ni cardenales. En estos 266 cónclaves de la historia vaticana de designación de su jefe máximo, las mujeres no han tenido derecho ni a soñar con estar allí. No pueden soñar con elegir ni ser elegidas.
No estarán todos
Sin embargo por hache o por be no todos los 117 obispos llegarán al cónclave presidido por Sodano. Por ahora la cifra se encogió a 115. El cardenal de Filipinas no podrá llegar por enfermedad, con aviso. Y Keith O ‘Brien, el cardenal de Escocia renunció, acosado por la denuncia de tres sacerdotes y un ex sacerdote por «conducta indebida» -léase ataques sexuales en los años 80-. A despecho de esas acusaciones, que lo dejaron en la banquina de la carrera papal, O ‘Brien se caracterizó siempre por sus ideas conservadoras. Es opositor acérrimo al matrimonio homosexual y al aborto. Sería un caso típico de «dime de lo que presumes y te diré de lo que careces».
Los 115 que mantengan su derecho a voto podrán ingresar a la Capilla Sixtina donde se elegirá al nuevo Pontífice; el resto, como los mayores de 80 años, que no votan pero pueden ser eventualmente electos, deberán aguardar en otro lugar. Obispos de segunda, se deben sentir. En realidad una reforma debería darles un lugar adecuado a su edad y no mantenerlos formalmente en ese Colegio Cardenalicio, porque la renuncia de Benedicto XVI puso de resalto que la ancianidad es un severo límite para ellos y para todo ser humano.
En esas jornadas decisivas, el único aspecto democrático será que quien resulte electo deberá haber reunido al menos dos tercios de los sufragios. Los demás rasgos del evento ratifican su condición de cónclave cerrado y elitista, sin derecho a participar de la mujer ni de otras instancias intermedias ni inferiores, ni de forma directa ni indirecta.
Peor aún, el renunciante Papa aprobó un reglamento según el cual será excomulgado el obispo que desde la Sixtina u otras dependencias, durante la reunión, ose emplear el Twitter u otra forma de comunicación con el exterior. Cero consultas. Cero dudas. Cero información hacia el resto de la Iglesia y ni qué hablar hacia la prensa. Humo negro o humo blanco. Sólo humo. ¿Estará muy mal calificar a esta gente engolada y de sotana como «vendedores de humo»?
Estructura de poder
Este lunes hubo una primera reunión de los cardenales y obispos que ya llegaron a Roma, y han comenzado a hablar entre ellos sobre la fecha de la cita específicamente destinada a la elección del Papa. Se estima será entre el 9 y 11 del corriente mes, apurados para que la Semana Santa no encuentre la Sede Vacante ni a Tarcisio Bertone como cardenal Camarlengo, a cargo del interregno. Quieren tener en Pascuas un Papa flamante, asomado a la plaza de San Pedro ante 200.000 fieles, para recrear su interés por la Iglesia.
Benedicto XVI facilitó las cosas porque en uno de sus últimos decretos dispuso que se podía acortar el plazo de la transición, en vez de mantenerse en 15 días a contarse desde el 28 de febrero. A la hora de elegir puede pasar cualquier cosa, pero designaciones imprevistas no significarán que la Iglesia conservadora y parte del esquema de poder mundial bajo égida capitalista se convierta en su contrario, en una suerte de Concilio Vaticano II sesentista y setentista.
Aunque hay pocas posibilidades, en una de esas el cónclave elige al cardenal negro de Ghana, Peter Turkson, de 64 años, titular del Consejo Pontificio Justicia y Paz. La aparición de algunos afiches en calles romanas pidiendo el voto por él, suena a maniobra de rivales para perjudicarlo. Y eso querría decir que tiene algunas chances. Pero aún esa nominación extraordinaria, ¡un Papa negro! no implicaría un cambio radical de sistema sino una muda de piel. La experiencia mostró cuán poco cambió el imperio estadounidense cuando la Casa Blanca reemplazó a un vástago de una vieja familia texana y conservadora como George W. Bush, por un afroamericano con leve fama «progre» como Barack Obama.
Cambios cosméticos
Roma ya hizo esos cambios cosméticos al designar a Juan Pablo II -polaco- y a Benedicto XVI -alemán- por lo que en principio puede estimarse que un tercer voto consecutivo a alguien que venga por fuera de la estructura de poder concentrado no sería lo más probable. Los obispos que pertenecen a países desarrollados del Norte, entre Europa, Estados Unidos y Canadá, son 75, y el nuevo Pontífice podría salir de este grupo dominante.
El especialista en temas de la Iglesia, Washington Uranga (Página/12, 3 de marzo), luego de varias advertencias y matices sobre lo relativo de las candidaturas previas, enumera entre los más renombrados, a los obispos italianos Gianfranco Ravasi y Angelo Scola, el austríaco Christoph Schoenborn, el estadounidense Timothy Dolan y el canadiense Marc Ouellet.
Luego, en lotes con menos chances, menciona a otros candidatos de jerarquías latinoamericanas y al ghanés Turkson.
Alguno de los 115 afortunados electores será ungido como Papa, jefe del Vaticano, que es un pequeño estado con muchos gastos: 170.000 millones de dólares el año pasado, según el británico The Economist. El elegido tendrá que ajustar y podar gastos, como el resto de gobiernos europeos, sumando otra contrariedad a las graves que hereda de Joseph Ratzinger, quien será Papa emérito y algo de poder conservará entre los muros del Vaticano.
(LA ARENA)