Así narra el Evangelio de Marcos la Institución de la Eucaristía:
Mientras comían cogió un pan, pronunció una bendición, lo partió y se lo dio a ellos, diciendo: -Tomad, esto es mi cuerpo. Y, cogiendo una copa, pronunció una acción de gracias, se la pasó y todos bebieron de ella. Y les dijo: -Esta es la sangre de la alianza mía, que se derrama por todos. (Mc 14,22-24).
Todos bebieron de la copa. Y, a continuación, dijo Jesús: -Esta es la sangre de la alianza mía, que se derrama por todos… Este relato rompe nuestros esquemas mentales sobre la Institución de la Eucaristía y toda la penosa elaboración teológica que se ha hecho en torno a la presencia real de Cristo en las especies de pan y vino.
Pero… empecemos por el principio. Estamos de acuerdo en que la Eucaristía es el punto culminante de la celebración cristiana. Y que esa celebración es, sin duda, una acción simbólica. El símbolo pertenece a uno de los sustratos más profundos del ser humano. Refleja experiencias individuales y colectivas de gran arraigo emocional y que se formulan a través de manifestaciones externas.
La comida en común es una de las acciones simbólicas más generalizadas en todos los tiempos y en todas las culturas. Expresa lazos familiares, acogida, compañerismo, fraternidad… Con frecuencia, es vehículo para una celebración más sencilla o más solemne. Este símbolo es inteligible a primera vista y por todo el mundo. No necesita más explicaciones. Un banquete de bodas, una comida de familia, una reunión de amistad… son realidades cotidianas que todo el mundo entiende. Expresa la alegría de encontrarnos y de compartir ese tiempo, experiencias comunes o una amistad continuada.
Es verdad que esta experiencia de la comida en común se encuentra seriamente afectada en nuestra cultura moderna. Los horarios laborales distintos, las guarderías o las escuelas para los hijos y la televisión ?hasta en la sopa?? afectan muy seriamente al encuentro familiar y a la comunicación humana. Esta carencia o esta deficiencia tienen mucho que ver en las frecuentes crisis de la familia moderna.
Ahora nos acercamos a las celebraciones eucarísticas en nuestras iglesias y en nuestras parroquias. La primera impresión es que no son entendibles por sí mismas. Para las personas no iniciadas todo aquello les resulta in-significante. Es decir, carente de significado. Insisto, cuando un símbolo no es entendible por sí mismo ha dejado de ser símbolo. Ha perdido su sentido más radical.
Ahora bien, si la Eucaristía es el punto central y culminante de la vida cristiana y este símbolo carece de su significado elemental y entendible a primera vista, en ese caso la crisis de nuestra Iglesia es mucho más profunda de lo que imaginamos o sospechamos.
¿Qué ha pasado? Podemos mencionar dos procesos que se han ido dando a lo largo de los siglos y que han empañado una realidad transparente hasta hacerla totalmente irreconocible.
1.- Por una parte, el rito ha devorado al símbolo.
Todo está previsto, reglado y determinado con una precisión agobiante: los gestos, las palabras, las vestiduras, la materia utilizada en la Eucaristía… Como el ritual es lo más importante, el símbolo ha pasado a segundo término hasta desaparecer.
¿Dónde está el símbolo en la Misa multitudinaria del Papa en Valencia? Allí queda el puro boato de la propaganda y un reducido espacio para la piedad individual e individualista. El símbolo ha desaparecido por completo.
¿Qué simbolismo existe con el pan de trigo para una Eucaristía que se celebre en Japón, por ejemplo? ¿Y en cuántas partes del mundo el vino de uva no es un símbolo cultural?
Es decir, buscando la garantía JURÍDICA del rito, la institución ha terminado por matar el símbolo universal de la mesa compartida.
Pero subyace aquí un problema de más hondo calado. Todas las religiones surgen como cauce o expresión de la experiencia religiosa. Su función primordial es suscitar, favorecer, fomentar, facilitar, acompañar… la experiencia religiosa tanto individual como colectiva. Son por tanto un instrumento, un medio. Pero como todas las instituciones, sean religiosas, políticas o sociales, tienden a convertirse en fin.
?Fuera de la Iglesia no hay salvación??.
Recuerdo un libro que nos leían en el noviciado: ?La muerte en la SJ, prenda segura de salvación??.
Como expresión de esa tendencia a hacerse centro y fin en lugar de ser meros instrumentos, la gran tentación de las religiones ha sido, es y será acaparar a Dios, controlarlo, pretender ponerlo al servicio de la religión.
La evolución histórica de la Eucaristía es un dramático ejemplo de esa tendencia:
? Se afirma la presencia REAL, FÍSICA de Cristo.
? Tenemos la garantía de hacerlo presente a través de unas palabras exactas y precisas, formuladas por personas especialmente habilitadas para hacer el rito (varones, por supuesto).
? Cristo queda en un espacio concreto, ?prisionero en el sagrario??, se nos decía y allí podemos acudir siempre porque tenemos la certeza de su presencia.
? Lo llevamos en procesión, ostentosamente, con toda clase de adoraciones.
? Pero lo importante es que la institución eclesiástica controla todo el proceso.
?? Ella establece cuándo se hace presente y cuándo no.
?? Quiénes son las personas autorizadas para realizar el rito.
?? Quiénes son las personas que pueden acercarse a comulgar.
?? La contradicción más esquizofrénica es cuando se manda bajo pecado mortal asistir a misa los domingos y, al mismo tiempo, se prohíbe bajo pecado mortal acceder a la comunión (divorciados, por ejemplo).
2.- Otro aspecto importante, muy relacionado con el anterior:
El altar ha devorado la mesa.
Las primeras comunidades judeocristianas asocian la celebración eucarística con los sacrificios del AT que están muy presentes en su cultura religiosa y que eran práctica habitual en el templo de Jerusalén. No podía ser de otro modo.
? Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
En torno a esa imagen de los sacrificios antiguos, va fraguando la imagen de la Eucaristía como sacrificio: el santo sacrifico de la Misa. Resulta sorprendente la cantidad de veces que se emplea la palabra sacrificio en los textos de la Misa.
? Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre Todopoderoso.
? El Señor reciba de tus manos este sacrificio…
? En la Plegaria Eucarística II, se dice textualmente:
Así, pues, Padre,
al celebrar ahora el memorial
de la pasión salvadora de tu Hijo,
de su admirable resurrección y ascensión al cielo,
mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos, en esta acción de gracias,
el sacrificio vivo y santo.
De nuevo, el sacrificio. Pero continúa la Plegaria
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia,
y reconoce en ella la Víctima
por cuya inmolación
quisiste devolvernos tu amistad,…
Os confieso que estas frases me suenan a blasfemia: Dios nos devuelve su amistad gracias a la inmolación de una víctima que es su Hijo… ¿Tan cruel es Dios¿ ¿Necesita la sangre para recuperar la amistad con los seres humanos?
Nos sentimos profundamente desazonados. Reconocemos que existen formulaciones bíblicas que van por este camino. Forman parte de la cultura religiosa de la época. Suponemos que tanto las expresiones como la teología que subyace tuvieron sentido para aquellas comunidades. Pero para la mentalidad actual no sólo carecen de sentido sino que confunden y escandalizan.
Las consecuencias las padecemos y las soportamos. Lo que destaca en la Eucaristía es el altar, como símbolo del sacrificio. La mesa, como símbolo de la comida compartida, ha quedado relegada a muy segundo término o ha desaparecido.
Ya se entiende que lo dicho hasta ahora se refiere a las Eucaristías oficiales, a las liturgias escritas y programadas. A una gran cantidad de misas dominicales No es muy alentador, desde luego. Uno tiene la sensación de que la gente vegeta o que se trata simplemente de una piedad individualista y ascética.
Hay que asumir con realismo que un colectivo mayoritario, en este caso, la Iglesia es, por su misma naturaleza, estático y conservador. Es lento de reflejos y mantiene una posición de desconfianza y hasta de condena hacia cualquier novedad.
En contrapartida, sabemos que por la misma dinámica histórica van surgiendo en el interior de la Iglesia grupos minoritarios que vuelven a empujar la historia, que recuperan la búsqueda de los orígenes, que aspiran a una renovación profunda. Sin duda que existen alternativas esperanzadoras.
Precisamente porque la Eucaristía es el elemento central de la celebración cristiana, el Espíritu sopla por todas partes y surgen nuevas experiencias y nuevas iniciativas. Estas experiencias se van abriendo camino en grupos pequeños, en comunidades de base, al margen de la institución oficial y, con frecuencia, fuera de los espacios religiosos tradicionales.
Sabemos la complejidad del tema. Por una parte, estamos de acuerdo en que hay que respetar los ritmos de cada persona y de cada grupo. Pero tampoco parece justo que nadie quede frenado en su propia dinámica. También se choca con un recelo y una oposición bastante generalizada de la institución eclesiástica.
Las comidas de Jesús en los Evangelios
Con este telón de fondo, intentamos recuperar el sentido de la Eucaristía, en la medida en que podemos acercarnos a lo que vivieron Jesús y sus discípulos, no sólo en la última Cena, sino a lo largo de toda su vida.
1.- Ante todo, llama la atención la importancia que tiene la comida en los cuatro evangelios y en la vida de Jesús:
? Jesús come con Leví, el publicano (Mt 9,9-13; Mc 2,14-17; Lc 5,27-32)
? Come en casa de Simón, un fariseo (Lc 7,36-50).
? El propio Jesús se invita a casa de Zaqueo, el recaudador (Lc 19,1-10).
? Come en casa de Marta, mientras su hermana María le escucha a sus pies (Lc 10,38-42).
? María unge los pies de Jesús durante una comida en su casa, junto con Marta y Lázaro (Jn 12,1-8). Aunque Mateo (26,6-13) y Marcos (14,3-9) sitúan la comida en casa de Simón el leproso.
? Una de las acusaciones que pretenden desacreditar más fuertemente a Jesús guarda relación con la comida: Viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «¡Vaya un comilón y un borracho, amigo de recaudadores y descreídos! (Mt 11,19; Lc 7,34).
? La vuelta del hijo pródigo se celebra con un banquete (Lc 15,11-32).
? La parábola de El rico epulón que se vestía de púrpura y lino, y banqueteaba todos los días espléndidamente. Un pobre llamado Lázaro estaba echado en el portal, cubierto de llagas; habría querido llenarse el estómago con lo que caía de la mesa del rico. (Lc 16,19-31).
? Jesús compara el Reinado de Dios con un gran banquete: Lc 14,16-24; Mt 22,1-13.
? Los dos discípulos que van a Emaús ?abren los ojos?? durante la comida.
? Para asombro nuestro, en los Evangelios tenemos SEIS RELATOS DE LA MULTIPLICACI?N DE LOS PANES, cuando sólo tenemos TRES RELATOS de la comida en la última cena (más el de Pablo):
?? Los cuatro evangelistas narran una misma multiplicación de los panes. Son cinco panes y dos peces (siete) y se llenan doce canastos de lo que sobra: Mt 14, 13-21; Mc 6,30-44; Lc 9,11-17; Jn 6,1-14.
?? Mt y Mc narran además una segunda multiplicación. Son siete panes y unos pececillos y se llenan siete espuertas con lo que sobra: Mt 15,32-39; Mc 8,1-9.
Voy a intentar desgranar aquí las reflexiones que me han ido surgiendo al comprobar y comparar todo estos textos.
2.- Algunos rasgos de estas comidas
1) El esquema narrativo es el mismo en estos diez relatos, a los que se añade el de los discípulos de Emaús:
1. Coger o tomar el pan o los panes: Aparece en los once relatos.
2. Alzar la mirada al cielo: Aparece en tres relatos (Mt, Mc y Lc)
3. Pronunciar la bendición o la acción de gracias: Los once relatos.
4. Partir el pan o los panes: Diez relatos, menos Jn. En Hch 2,42 se dice que Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles y en la comunidad de vida, en el partir el pan y en las oraciones.
5. Repartirlo, el propio Jesús o sus discípulos: Diez relatos, menos 1Cor.
2) Se trata, por tanto, de una práctica habitual, ya conocida por todos.
? La experiencia de poner en la misma mesa lo que cada cual lleva para comer es una práctica ¡tan común! incluso hoy, por lo menos en la cultura mediterránea. SIEMPRE SOBRA. ¿Tiene esto algo que ver con la multiplicación de los panes?…
? También se practica en reuniones de CCP, por ejemplo: se llevan frutos de la propia tierra y todo el mundo tiene la oportunidad de probar el vinillo, los embutidos o los dulces de cada lugar.
? Otra variante de esta puesta en común es ?posar??, como dicen en La Mancha. Los gastos se reparten ?a gañote??, es decir, por igual. Es otra forma espontánea y gratificante de compartir.
3) ¿Por qué le dan tanta importancia los evangelistas a estos relatos?
3.- Las comidas que realiza Jesús son la expresión más entendible del Reinado de Dios hecho realidad en la vida diaria.
Jesús hace realidad dos características básicas del RD: la igualdad y la inclusión de todos los seres humanos.
La sociedad en que vive Jesús se encuentra muy estratificada en clases y categorías sociales. Una de las fórmulas más rígidas para mantener y consolidar el estatus social era precisamente la comida. Las personas y los grupos no se mezclaban en las comidas. Al contrario, la separación en las comidas era una mecanismo para consolidar el estatus.
Jesús rompe ese esquema de segregación social. Come con fariseos, con publicanos, se identifica con la masa anónima durante las comidas al aire libre.
Algo debieron de percibir muy pronto los sectores marginados por lo que nos cuentan los tres sinópticos, respecto de Mateo-Leví, el publicano.
Cuando se marchó Jesús de allí, vio al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: -Sígueme. Se levantó y lo siguió.
Sucedió que estando él reclinado a la mesa en la casa acudió un buen grupo de recaudadores y descreídos y se reclinaron con él y sus discípulos. (Mt 9,9-10)
Sucedió que, estando él recostado a la mesa en su casa, muchos recaudadores y descreídos se fueron recostando a la mesa con Jesús y sus discípulos; de hecho, eran muchos y lo seguían. (Mc 2,15).
Leví le ofreció un gran banquete en su casa, y había gran número de recaudadores y otra gente, que estaban recostados a la mesa con ellos. (Lc 5,29).
El escándalo está servido:
Al ver aquello preguntaron los fariseos a los discípulos: -¿Por qué razón come vuestro maestro con los recaudadores y descreídos?
Jesús lo oyó y dijo: -No sienten necesidad de médico los que son fuertes, sino los que se encuentran mal. (Mt 9,12 y paral.)
Comer con publicanos y descreídos (pecadores) es pasar a la categoría tanto religiosa como social de publicano y descreído.
La parábola de los invitados a la boda remacha aún más esta igualdad y esta inclusión. Los invitados se niegan a ir, con variadas excusas.
Entonces el dueño de la casa, indignado, le dijo: -Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete aquí a los pobres, lisiados, ciegos y cojos.
El criado dijo: -Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio.
Entonces el señor le dijo al criado: -Sal a los caminos y senderos y aprémiales a entrar hasta que se llene la casa; porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi banquete. (Lc 14,21-24).
Es interesante verificar que, unos vv. antes, el mismo evangelista Lucas relata estos consejos de Jesús, precisamente en otra comida:
Y al que lo había invitado le dijo: -Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a vecinos ricos; no sea que te inviten ellos para corresponder y quedes pagado. Al revés, cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; y dichoso tú entonces, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos. (Lc 14,12-14).
En los dos textos se citan las mismas cuatro categorías de parias sociales.
El rasgo más llamativo de la cena, celebrada en esta parábola es la comensalía abierta y dejada al azar. En una situación semejante, cabría encontrarse con una mezcla absoluta de clases, sexos, rangos y grados. Precisamente en el desafío social que supone esta comensalía igualitaria radica la amenaza del panorama presentado por la parábola… E inmediatamente esa comensalía abierta es objeto de una acusación, por lo demás casi previsible: Jesús es un comilón, un borrachuzo, amigo de publicanos y pecadores. En otras palabras, no establece las distinciones y discriminaciones que debería. No tiene vergüenza. Está deshonrado. Esa es precisamente la acusación de que es objeto Jesús: Comer con pecadores.
J.D.Crossan: El Jesús de la Historia.
Vida de un campesino judío mediterráneo, p. 310
Como resumen de estas referencias podemos deducir que
? las comidas de Jesús tenían un carácter peligroso y claramente subversivo del orden social existente.
? Esas comidas significaban poner patas arriba la escala de valores tanto religiosos como sociales que tenía la sociedad.
Este trasfondo tan enorme explica la importancia que los evangelistas le dan a las comidas. No son un hecho anecdótico. Son la expresión concreta sintetizada de todo cuanto Jesús iba haciendo y diciendo en su vida
? La paternidad universal de Dios.
? La igualdad de todos los seres humanos.
? La apuesta incansable para que nadie quede excluido de la mesa común.
? COMPARTIR es la forma más gozosa y eficaz de conseguir esa incorporación de todos y cada uno de los serse humanos a la gran familia común: el RD, la sociedad alternativa.
La celebración de la ?ltima Cena
Todos estos puntos de referencia nos ayudan, sin duda, a comprender mejor el sentido de la Eucaristía, tal como pudo ser percibida tanto por Jesús como por el grupo de discípulos y discípulas.
Podemos apuntar algunas referencias:
1. La última cena fue una comida normal, sin ningún carácter sagrado. A no ser que consideremos sagrado todo acto profundamente humano.
? Jesús y sus discípulos (lo más probable es que hubiera también mujeres) repitieron lo que habían hecho tantas veces: una comida en común.
? Es muy probable que allí ?se mascara la tragedia??, porque la confrontación con la institución judía iba en aumento y era previsible un desenlace fatal.
2. Jesús no estableció un ritual específico para recordarlo a ?l. No fue una despedida consciente, previamente conocida, aunque sí pudo ser una despedida ?presentida??. ¡Claro que lo iban a recordar! Pero la forma de hacerlo podía ser muy variada. El grupo de seguidores y seguidoras tenían muchísimos datos de la experiencia compartida con Jesús.
3. Obviamente, Jesús no estableció un ?sacerdocio??. Ni Jesús era sacerdote, ni pretendió crear una estructura sacerdotal.
Karl Rahner lo había dicho incluso antes del Vaticano II: ?La autorización dada a los apóstoles para celebrar la Eucaristía, no es la institución del rito sacramental que transmita poderes oficiales (??) Del mandato de la anámnesis ?o conmemoración de la Cena- no se sigue, pues, la sacramentalidad del Orden.??
La Iglesia y los Sacramentos, 1967, p. 45.
«El Jesús histórico contaba con que el mundo y la historia llegarían a su cumplimiento dentro de su propia generación. Ante tal inminencia del reinado de Dios, no cabe duda de que él no quiso fundar una comunidad especial distinta de Israel, con propia confesión de fe, con propio culto, con propia reglamentación y con propios ministerios (…) Todo esto significa que Jesús, mientras vivió, no fundó ninguna Iglesia (??) El no pensó ni en crear ni en organizar una gran estructura religiosa.??
(Ser cristiano, 3ª ed. 1977; pp. 358 ss.- Cursivas del autor).
4. Tras la muerte y resurrección de Jesús, las primeras comunidades fueron cargando de contenido el recuerdo de la ?ltima Cena.
? El pan fue significando progresivamente toda la vida de Jesús. De forma especial se subraya su forma de vivir, su compartir a tope, su cercanía a los excluidos, su forma de crear esperanza y comensalidad… Una vida para los demás. La fórmula esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros (1Co 11,24; Lc 22,18) es el resumen condensado de toda la existencia de Jesús: una vida entregada a los demás.
? El vino fue significando progresivamente la sangre de Cristo. Es decir, su pasión y su muerte. La coherencia de una vida entregada a los demás le llevó a darla físicamente, trágicamente por los demás.
5. El acento se pone en el compartir, siguiendo el ejemplo de Jesús:
? Partir el pan y repartirlo.
? Pasar la copa, para que todo el mundo beba.
Nuestras celebraciones eucarísticas
Todo este trasfondo de las comidas comunitarias que celebraba Jesús en tantas ocasiones nos sirven como telón de fondo para analizar nuestras celebraciones en unos contextos culturales y religiosos tan distintos.
1) En una comunidad itinerante como la de Jesús, el hecho de compartir era inmediato, intuitivo, normal.
2) Es fundamental tener presente que Jesús no compartía bienes materiales que no tenía. Pero compartió su vida entera: su esfuerzo, su tarea de liberación, su ternura, su asombrosa capacidad para transmitir confianza…
3) Ahora bien, cuando las comunidades se van haciendo sedentarias, el hecho de compartir ya no es tan ?normal??, porque no es inmediato. Tenemos el escándalo de Corinto, donde ni siquiera se compartía en la misma celebración eucarística: Cada uno se adelanta a comerse su propia cena, y mientras uno pasa hambre, el otro está borracho (1Co 11,21).
4) En la reprensión que hace Pablo a los corintios parece reflejarse que ya se ha renunciado a la radicalidad evangélica de la solidaridad compartida. Pablo les dice: ¿Será que no tenéis casas para comer y beber? O ¿es que tenéis en poco a la asamblea de Dios y queréis abochornar a los que no tienen? Se acepta el hecho sociológico de ricos y pobres.
5) Las palabras ?comida??, ?bebida?? ?banquete?? tienen resonancias completamente distintas para quien nunca logra saciar su hambre y para quienes estamos siempre saciados. No podemos perder nunca de vista esta realidad sangrante de los millones de hambrientos que nos rodean y que nos invaden en esta isla nuestra de la abundancia.
6) Tampoco podemos perder de vista que la comida y la bebida son las bases materiales de toda vida humana. Lo elemental y primario para sobrevivir. Por eso, necesitamos profundizar y saborear esta formulación: la presencia de Dios y de Jesús se encuentra en la comida y en la bebida, ofrecidas a todo el mundo por igual.
7) Como síntesis, entiendo que nuestras celebraciones eucarísticas, por lo menos en pequeños grupos más conscientes, deberían tener de forma más o menos explícita estos cuatro niveles de expresión:
1. Una crítica política:
?? La sociedad en que vivimos es radicalmente injusta porque excluye de la mesa común a la inmensa mayoría de la humanidad.
?? Es urgente crear estructuras de solidaridad para hacer efectivo el reparto de los bienes indispensables para todo ser humano.
2. Un desafío económico:
?? El reto de compartir no es sólo de los poderes públicos. Me implica también a mí como persona y nos implica como comunidad.
?? Necesitamos buscar fórmulas de solidaridad económica, social, cultural, educativa, derechos humanos… para que la utopía de compartir vaya ganando terreno en nuestra vida personal y comunitaria.
3. Un rito sagrado
?? Los dos puntos anteriores pueden ser compartidos por otras muchas personas que practican estos mismos valores y estos mismos compromisos de solidaridad, más allá de cualquier confesión religiosa o adscripción política.
?? Quienes creemos en Jesús, el Cristo, recordamos además de forma muy detenida y gozosa toda la vida, la muerte y resurrección de Jesús, como el símbolo más estimulante y sencillo de cómo vivir para los demás.
4. Un culto litúrgico
?? Nos sentimos unidos y vinculados a los millones de personas creyentes que en todo el mundo intentan seguir los pasos de Jesús. Esa Iglesia, comunidad de fe, que tiene su origen en Jesús de Nazaret y que lo confiesa como el Cristo, el Hijo de Dios.
?? Muchas veces participamos en eucaristías más o menos numerosas (entierros, bodas, primeras comuniones…) en ese anonimato de quienes buscamos a nuestro modo abrirnos al Espíritu.
?? Por muy pequeño que sea el grupo que celebra la Eucaristía (donde dos o más se reúnen en mi nombre…) formamos parte de esa gran comunidad, la Iglesia santa y pecadora, donde el trigo y la cizaña crecen juntamente mientras se va realizando el esclarecimiento progresivo con el paso de la historia.