Echar al diablo del campanario -- Gabriel Mª Otalora

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Me viene a la memoria la ópera ?El diablo en el campanario??, del compositor Claude Debussy, basada en un argumento de Edgar Allan Poe que nunca terminó, en el que un demonio logra volver medio loco a un pueblecito holandés con sus trastadas. Ahora, el gran tentador parece que se ha adueñado de buena parte de la Curia romana volviendo del revés todo el mensaje evangélico. Es de imaginar el calvario que para Ratzinger habrá supuesto soportar la impureza, la hipocresía y el silencio cómplice de todos aquellos que están minando la misión de la Iglesia desde dentro y de manera organizada. Y esto es algo que reclama profundas reformas para recuperar los comportamientos evangélicos.

El Papa milagro se llama Francisco, empeñado en desalojar al diablo del campanario de nuestra Iglesia. Y este es el meollo de la cuestión: una nueva reforma en profundidad. ¡Ahí es nada! Atrás queda ya la impotencia de Ratzinger que lo debilitó, aunque fuese capaz de convertirla en una acción de fortaleza en forma de retirada en vida con su renuncia demostrando que cuando se quiere, la tradición no es un lastre para buscar la renovación en la Iglesia.

La necesaria y posible renovación le ha tocado a este jesuita que se hace llamar como el poverello. ¿Será este el Papa extraordinario que le va a tirar del rabo al okupa satánico del más alto campanario de la cristiandad? De lo que no hay duda es que resultará un desalojo de lo más comprometido porque toca limpiar y reconstruir una institución que funciona en su acepción original (ekklesia, asamblea) trabajando a pie de calle bien y mucho, pero que como institución se desmorona contagiada por los males del mundo que nunca debieron entrar en el campanario para quedarse.

La ventaja es que la receta está a la vista de todos. Solo es cuestión de acertar en los tiempos y las formas de una transformación necesaria y urgente. Es preciso desterrar los viejos odres de una Iglesia de la riqueza, la pompa y de los escándalos financieros, de la burocracia y la represión inquisitorial. De la censura moral y del régimen jurídico, centrada en el miedo y el derecho canónico que todo lo regula?? para pasar a nuevos odres, a otra Iglesia sencilla que se preocupa principalmente por todos los excluidos, por los pobres de todas clases; que no acumula riquezas ni capital, sino que lucha proféticamente para implantar el Reino y su justicia. Iglesia del diálogo, la fraternidad y la hospitalidad capaz de generar unas prácticas esperanzadas y alegres, abierta a la acción del Espíritu en lugar de estar apoyada en reticencias, adoctrinamientos y seguridades humanas.

Francisco nos propone la actitud madura: situarnos ante las cosas últimas y preguntarnos en esperanza si somos los cristianos los primeros que necesitamos ayuda para abrirnos a Dios y al Hermano. Es la mejor manera de que pueda calar el reino del amor y la misericordia que ha inspirado al mundo durante más de dos mil años a pesar de que el amor no tiene armas, aunque se le tema, y de qué manera, cuando triunfa. La idea-fuerza de este Papa es que la Iglesia debe tener el valor de reformarse y convertirse en la mejor posibilidad de sí misma en los corazones de los propios cristianos, haciendo brillar la Buena Nueva con hechos diferentes a vivir encumbrados por el poderoso. Viniendo de un papa, mayor signo de esperanza no cabe.