Dos generaciones en defensa de la lengua catalana -- Antoni Ferret

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La lengua catalana ha tenido una historia muy ajetreada. Especialmente en los últimos cuatro siglos.
Partiendo de una vida literaria vigorosa durante la Edad Mediana, en la Edad Moderna sufrió una gran bajada. Por una parte, Catalunya había perdido importancia y peso económico tras la gran crisis del siglo XIV, de tal manera que, habiendo dominado (o más bien codominado, junto con la omnipotente Venecia) el mar Mediterráneo, en los aspectos comercial, naval y militar, después, en relación al siglo XVI, el historiador Vicens i Vives describe la capital Barcelona como una ciudad que ?reposa, satisfecha, en un rincón del Mediterráneo??.

Es decir, incluso recuperándose de la crisis de los siglos anteriores (en aquellas épocas, los fenómenos evolucionaban mucho más despacio que ahora), se había perdido vitalidad. Pues bien: por razones que ahora no me apetece explicar, la decadencia de la economía arrastró la decadencia de la literatura, y de la cultura en general. Pero quiero insistir mucho en el hecho de que la decadencia no fue total. Nunca faltaron ?algunas?? obras catalanas, como por ejemplo el ?Llibre de feyts d?armes de Catalunya??, de Joan G. Roig y Jalpí, del siglo XVII.

Como esta decadencia coincidió con el estallido maravilloso de la cultura castellana (el Siglo de Oro), la cultura y la lengua catalanas quedaron semiborradas. Y el golpe de gracia de la derrota del siglo XVIII, y la Nueva Planta de Felipe V, hicieron el resto. Durante siglos, el catalán fue una lengua que se hablaba (eso siempre), pero no se escribía, o muy poco.

En el siglo XIX hubo la llamada Renaixença de la lengua y la literatura catalanas. Pero esto no vino porque sí. Hubo que sudarlo. Desde 1833, publicación de la primera poesía ?La Pàtria??, de B. Carles Aribau, al 1841, publicación de la compilación de poesías ?Lo Gayter del Llobregat??, de J. Rubió y Ors, unos poetas, considerados ?locos?? e ilusos por la gente juiciosa (?gent de seny??), se empeñaron en volver a escribir en una lengua que hacía siglos que ?casi?? nadie escribía. Los poetas de buena fe, idealistas de verdad, fueron los primeros, pero ya pronto, en 1856, el Institut Agrícola Català de Sant Isidre empezó a publicar el Calendari del Pagès.

Ya no eran poemas, que interesaban a poca gente, sino que muchos campesinos ya empezarían a leer en catalán los pronósticos del tiempo (las lluvias…). El 1959, se restauraron los Jocs Florals de Barcelona (concurso de poesías, que había existido en la Edad Media), y entonces, cada año, cada vez más poetas, o simples aficionados, presentaban sus escritos a unos Jocs donde se disputaban tres premios.

Así, cuando, entre 1870 y 1877, Jacint Verdaguer (?mossèn Cinto??, para el pueblo) redactaba y publicaba su larguísimo poema ?L?Atlàntida??, que llegó a tener fama mundial, era el resultado de décadas de dedicación y entusiasmo de un grupo de catalanes que habían desafiado el ridículo y la incertidumbre del resultado.

Pero… las victorias nunca son siempre seguras, entre los débiles. Unos 60 años después de la victoria de Verdaguer, otra represión, tanto o más dura que la de Felipe V, se abatía sobre Catalunya y la lengua catalana. Fue necesario, otra vez, que una nueva generación de catalanes/as, entusiastas y esforzados, intentaran restablecer el catalán como lengua también escrita. En los años 60, cuando la represión de los primeros años viró a una tolerancia, unas treinta personas (en Barcelona) nos fuimos organizando para dar clases de catalán en parroquias, orfeones, centros excursionistas, incluso empresas… en horas vespertinas.

Nuestra actuación, a pesar de ser oficialmente tolerada, y bien vista por la mayoría de la población, tenía sus puntos críticos. Nuestra generación se encontró con el catalán, como toda la cultura catalana, en medio del barro (como símbolo). No solo habían sido fuertemente reprimidos por la dictadura, y entonces ya ?tolerados??, aunque nada de nada en la escuela pública. Esto no era todo, ni era lo peor. Lo peor era que, además de reprimidas por el régimen, nuestra lengua y nuestra cultura eran ninguneadas por una gran parte de la población catalana.

Igual que los poetas del siglo XIX, también nosotros tuvimos que desafiar el ridículo. A las personas que nos esforzábamos por hablar un catalán correcto, o que defendíamos los derechos de Catalunya, mucha ?gente juiciosa?? (?gent de seny??) nos denominaba ?els de la ceba?? (?los de la cebolla??, como desprecio). ?Eso lo dicen els de la ceba?? ?Tú, ¿también eres de la ceba??? A mí no me lo dijeron nunca, pero sí que a menudo, cuando decía según qué palabra correcta, no habitual entonces, veía una leve sonrisa, que quería decir que no me lo decían pero lo pensaban. La gente juiciosa pensaba, igual que los de hacía un siglo, que esto de escribir en catalán no hacía falta, y que ya había pasado a la historia.

Pero igual que nuestros valientes poetas, también nos salimos con la nuestra. Cada vez más gente joven sentía la necesidad de poner al día su cultura sabiendo escribir en catalán. Y venían a nuestras clases. Y también personas extranjeras consideraban que tenían que aprender la lengua del país.

La gente que se autoconsidera que es ?juiciosa??, a veces es peligrosa. Si hoy tenemos un catalán escrito por parte de mucha gente, aunque no toda, es porque, en dos momentos trágicos de nuestra historia, unos poetas, y después unos profesores de catalán improvisados, supimos ser ?desjuiciados?? (?desassenyats??), como pedían el país y la razón.