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Aprovechan el «I laboris» (instrumento de trabajo), del «Sínodo Amazónico», que tendrá lugar a finales de octubre en el Vaticano, para lanzar las siguientes joyas crítico-teológicas, dirigidas al Sínodo, pero apuntando al corazón del Papa, que ha admitido la utilidad y lo apropiado del Instumentum Laboris:
1ª)»Viene de una visión ideológica que no tiene nada que ver con el catolicismo».
Esto ha afirmado Müller en una entrevista. A mi, personalmente, como ya tengo escrito reiteradamente en este blog, el cardenal Müller me tiene cansado de demostrar que la única idea apropiada de Iglesia es la que él tiene, mantiene, y asegura con todo el la rigidez del rigorista, y toda la petulancia del que, coronado del capelo cardenalicio, parece opinar que es dueño de la verdad, incluso contra el Papa, y sus colegas del grupo cardenalicio que asesora especialmente al pontífice. Muchas de estas afirmaciones las he ido desgranando, y mostrando con claridad, más que demostrando, porque no se trata de una ecuación matemática, como para ir cansando a mis lectores con la repetición de proposiciones, ideas y aclaraciones.
El rechazar una novedad ideológica, o práctica, o social, o todavía más concreta, laboral, porque no la había experimentado, ni conocido la Iglesia, es ya un lugar común. Recuerdo, en las clases magistrales de Historia de la Iglesia impartidas en nuestro seminario «sagrados corazones» de El Escorial por parte del P. Miguel Pérez del Valle, la extrañeza que nos causó la oposición del papa Pío IX a la nueva praxis de la existencia de los sindicatos en la pugna del mundo del trabajo, con el peregrino argumento de que no era doctrina de la Iglesia, sino, al contrario, el ordenamiento laboral existente en la segunda mitad del siglo XIX era «iure divino», (de derecho divino), el mismo que usó contra la legítima pretensión de un político alemán católico, cuyo nombre no recuerdo, de fundar un partido «democristiano». No era praxis católica, como nada nuevo puede declararse perteneciente a cualquier asociación si no había existido antes. Con esa frivolidad se invocaba el conocimiento del Derecho divino, y la potestad de la Iglesia de negar toda legitimidad a lo que ella no hubiera inventado o practicado.
Y esta tendencia continúa hasta ahora, como vemos al cardenal Müller pretendiendo que la realidad socio-eclesiástica amazónica, que es perfectamente real, diferente, e indispensable en su especificidad fuera y lejos de Roma, no «tiene nada que ver con el Catolicismo» porque un jerarca alemán formado, y creado en el mundillo vaticano, no la entiende, y le sorprende. Y ora cosa, a mí me suena a chamusquina los que nunca dicen Cristianismo, sino «Catolicismo», y según el Papa reconoció, «cada día es más difícil a un católico ser cristiano».
2ª) «Debemos rechazar absolutamente expresiones como conversión ecológica, … ya que «solo hay conversión al Señor, y como consecuencia también está el bien de la naturaleza». A veces nos sorprende que persona, o personas, que tienen fama de inteligentes, hagan afirmaciones, o promuevan acciones, sin ninguna racionalidad, sino que significan un verdadero atentado a la inteligencia. Es evidente que «conversión», para un cristiano creyente, quiere decir una vuelta, provisional o definitiva, al Señor Jesucristo. Pero el concepto de conversión no tiene en su seno, ni implícito ni explícito, ese sentido, ni específicamente cristiano, ni peculiarmente jesuano. El diccionario de la RAE, (Real Academia de la Lengua Española), la define así: 1. f. Acción y efecto de convertir o convertirse. Por ejemplo, convertir una mole de mármol en un bello David; o convertirse, como estos días estoy intentado, después del susto sanitario que tuve hace dos semanas, pasar de mi alimentación desordenada y perjudicial a un régimen razonable y racional.
No admitir la expresión, y tener que «rechazar absolutamente expresiones como conversión ecológica», es, como mínimo, una señal de que las meninges comienzan peligrosamente a reblandecer.. Lo puede ver el propio cardenal en su país, donde está habiendo una tremenda conversión ecológica, en la que «los Verdes» constituyen una de la principales fuerzas políticas. Pues i puede haber esa conversión en Alemania, país ordenado y saneado desde siglos, no imagina el cardenal Müller lo urgente y dramática que es la preocupación ecológica en el mundo amazónico, que es un milagro de la naturaleza, apunto de convertirse, sin unas políticas austeras, y, sobre todo, ecológicas, en una bomba de relojería. Estuve viviendo un año y medio entre Manaus, capital centro de la Amazonia, y Belén do Pará, donde el majestuoso río desemboca, en un estuario de 350 Kms., acunando en su centro la mayor isla fluvial de Maranhâo. Así que conozco la urgencia de la verdadera conversión a la naturaleza, o conversión ecológica en el mundo amazónico, porque si en los años 81-83 el panorama era ya sombrío en ese aspecto, y no digamos en el eclesial, todas las noticias que nos llegan es que la situación empeora dramáticamente.
(Seguiré mañana. No quiero alargarme mucho cada día, pero tengo que completar lo del cardenal Múller, y llegar, por lo menos, a una escueta síntesis del otro cardenal, Walter Brandmüller. (¡Estos Müller son de cuidado!)