Lc 14, 15-21
15 »Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre. Este es el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Vosotros lo conocéis, porque permanece con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos; volveré a vosotros. Todavía un poquito, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis. Porque yo vivo, también vosotros viviréis.
En aquel día vosotros conoceréis que yo soy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos y los guarda, él es quien me ama. Y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él. – Le dijo Judas, no el Iscariote: Señor, ¿cómo es que te has de manifestar a nosotros y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: Si alguno me ama, mi palabra guardará. Y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos nuestra morada con él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me envió. »Estas cosas os he hablado mientras todavía estoy con vosotros. Pero el Consolador, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os hará recordar todo lo que yo os he dicho.
COMENTARIO
El Evangelio de Juan se lee como un himno de la salvación compuesto al final de siglo primero. La mística profunda del autor (ciertamente un discípulo de la escuela del apóstol al cual se le atribuye el 4º Evangelio) influenciado por el gnosticismo, da cuenta de una particular comprensión del mensaje de Jesús, el ?hijo de Dios?? y de sus seguidores a quienes atribuye la misma metáfora de ?hijos de Dios?? en la medida en que también ellos se dejan llevar por el Espíritu de Dios (Rom 8,14).
Dejemos al lado el dogma acuñado en el siglo 4-5 sobre la SS Trinida, una construcción teológica que nadie entiende, y nos atengamos a las palabras del Evangelio de hoy. Juan nos habla de una comunión con Dios que abarca no solamente a Jesús sino a todas y a todos, quienes van por su camino. La presencia de Jesús se prolonga en los fieles que, según el Evangelio del último domingo, pueden hacer ?las mismas obras y, aún más grande??, si tienen solo algo de fe.
La partida anunciada de Jesús había entristecido a sus seguidores. Jesús les anima diciendo que no se turbe su corazón, que crean en Dios y crean en él, que no les dejaría solos, que el Espíritu que hubo en él les acompañaría. Juan anuncia, igual como los otros autores de los Evangelios a un Dios inmediato, inherente y actuando en sus hijos: ?En aquel día conoceréis que yo estoy en el Padre y vosotros en mí y yo en vosotros.?? Aquí Juan habla de una trinidad, que no aparece en nuestros catecismos: Dios ? Jesús ? y la Iglesia como Pueblo unida en el mismo Espíritu y en el mismo amor.
Para Jesús según Juan, Dios no es un ser gobernante majestosamente desde un trono en algún sitio del cielo, sino una realidad integrante del cristiano que se deja llevar como Jesús y con Jesús y por su Espíritu. Si hay una imagen de Dios visible, palpable, y confiable, lo encontramos en un ser humano de la transparencia, justicia y bondad de la talla de Jesús. Así que Dios no solamente creó al hombre a su imagen y semejanza (Génesis), sino desea vivir, y obrar en él como luz para el mundo, como sal de la tierra y como fermente en la masa. De manera que Jesús pudo decir a sus discípulos: «No vendrá el Reino de Dios en forma visible, y no dirán: aquí está o allá está, ya que el Reino de Dios está dentro de vosotros» (Lc. 17:20-21).