Lecturas
Eclo 3,2-6.12-14: La piedad para con tu padre no se olvidará
Salmo responsorial 127: Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.
Col 3,12-21: Sopórtense y perdónense mutuamente
Mt 2,13-15.19-23: Se estableció en Nazaret, para que se cumplieran las profecías
Celebrar la fiesta de la Sagrada Familia es una oportunidad para reflexionar en familia, para tomar un tiempo y pensar en esta pequeña comunidad, este taller de vida que es la vida familiar.
La primera lectura pide a los hijos reconocer el valor de los padres. De diferentes maneras invita a la protección del padre y la madre, especialmente en la época de la vejez.
Israel, una cultura que prestaba un especial interés a los ancianos, reclama de nosotros el cuidado de nuestros abuelos, muchas veces abandonados y descuidados en una sociedad como la nuestra, que desconoce su valor, olvida su esfuerzo y muchas veces los relega a condiciones inhumanas de vida.
San Pablo exhorta a los colosenses a vivir en comunidad según los sentimientos de Cristo: ?misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia??, ?soportándose y perdonándose mutuamente??. Esto sólo será posible si se establece el vínculo de amor que hace de la comunidad un verdadero cuerpo, es decir, un organismo que funciona armónicamente en bien de todos. Este vínculo se concreta en la familia, donde todos tienen la responsabilidad común de amar, comprender, valorar y servir a los demás. No invita Pablo a la sumisión o subordinación de ninguno de los miembros, sino más bien insiste en la plena dignidad, pleno derecho y pleno compromiso de todos.
El evangelio nos relata dos momentos importantes en la vida de la Familia de Nazaret. Es precisamente en los momentos de dificultad cuando el amor se fortalece, crece la unión y se manifiesta la entrega y el compromiso mutuo. Vemos a José y a María desinstalándose para proteger la vida del niño. Huyen de noche y buscan refugio en las lejanas tierras de Egipto, donde durante un tiempo habrán de sobrevivir, trabajar y reconstruir sus vidas. Su confianza en Dios les hace regresar y buscar una nueva vida en Nazaret. La fe y el amor mantienen unida a esta joven pareja y les fortalecen para afrontar los drásticos cambios por los que tuvieron que pasar.
Así la fiesta de hoy nos invita a revisar la calidad de nuestras relaciones familiares y fortalecer el vínculo del amor en el seno de cada familia. Es una buena oportunidad para releer los momentos difíciles por los que hemos pasado o estamos atravesando, y permitir que el amor, la unidad y la fe nos fortalezcan y nos hagan redescubrir la fuerza de Dios que nos anima a seguir caminando.
Para la revisión de vida
No hay un único modelo de familia cristiana, eso es algo que lo sabemos muy bien; pero, sea del tipo que sea mi familia, ¿trato de vivir en ella los valores evangélicos? ¿Cómo? ¿Qué espera más de mí mi familia?
Para la reunión de grupo
– El quinto mandamiento del Decálogo corresponde con nuestro cuarto mandamiento, y reza así: ?Honra a tu padre y a tu madre??. ¿Es un mandamiento judío, o cristiano? Por otra parte, ¿sería un mandamiento «revelado» o «natural»?
– San Pablo no nos propone nada específica y originalmente cristiano sobre cómo ser cristiano en casa; nos propone una ética familiar llena de lógica sensata y entrañablemente humana. ¿Es que no hay una «ética o moral cristiana de la familia»?
– ¿Hay un modelo «cristiano» de familia? ¿En qué sentido?
– El Evangelio, ¿nos da una lista de valores que podríamos calificar como propios de una familia cristiana o, simplemente, nos invita a que nuestra familia esté abierta a Dios para que acojamos confiadamente su palabra y su plan en nuestras vidas?
– La moral cristiana sobre la familia ¿debe estar recogida en la legislación civil? ¿Por qué? Repasemos el caso del divorcio, por ejemplo. (Abordar otros casos, si da tiempo).
Para la oración de los fieles
– Por toda la Humanidad, para que los cristianos colaboremos a hacer de ella una verdadera familia en la que no haya discriminaciones sino que reinen la justicia, el amor y la fraternidad. Oremos.
– Por todos cristianos, para que seamos solidarios en la tarea de hacer de este mundo una única familia humana llena de paz y fraternidad. Oremos.
– Para que ayudemos a construir una sociedad que ayude a las familias a vivir el amor, sin imponer un modelo único de familia, ni siquiera «el modelo cristiano»…
– Por las familias cristianas, para que estén abiertas a todas las transformaciones positivas que vive hoy la institución familiar. Oremos.
– Por las familias rotas, los hijos que sufren las consecuencias de una separación, los que estén alejados de sus familias, los que no aciertan a saber convivir con los suyos. Oremos.
– Por las familias sin vivienda, sin trabajo, emigrantes. Oremos.
– Por nuestras familias, para que vivamos en coherencia con nuestra fe, trabajando por el Reino. Oremos.
Oración comunitaria
Dios, Padre nuestro, que en la Sagrada Familia nos enseñas cómo hemos de buscar siempre y por encima de todo tu voluntad; enséñanos a parecernos a ella para que, unidos por los lazos del respeto, la comprensión y el amor, trabajemos siempre por tu Reino. Por Jesucristo.
O bien:
Oh Dios, Padre, Madre, Amante, Amigo, Amiga… Familia primordial, origen fontal del Ser, raíz última de la Realidad… Tú que no eres encuadrable en nuestras categorías familiares, danos tu Luz y tu Fuerza para que nos ayuden a vivir según tu mismo Amor. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro..
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Lunes 31 de diciembre de 2007
Silvestre
INICIO
1Jn 2,18-21: Es ya la última hora
Salmo responsorial 95: Alégrese el cielo, goce la tierra.
Jn 1,1-18: Hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre
La liturgia de hoy nos invita a reflexionar en el gran misterio de nuestra fe: la real presencia de Dios en nuestra vida. Esta es la proclamación del evangelio: la Palabra eterna de Dios no se quedó en lo inaccesible, sino que se hizo presente y palpable en la vida humana; y aunque no todos la reconozcan o no estén dispuestos a recibirla, la luz de Dios está presente, dispuesta a iluminar a todos.
En Jesús esta presencia se ha hecho contundente. El es Camino, Verdad y Vida (Jn 14,6): El Camino que lleva al Padre, la Verdad que rompe las tinieblas de la mentira y la falsedad, la Vida que se derrama en abundancia para toda la humanidad. Jesús aparece como un nuevo Moisés que media una nueva alianza de gracia y verdad. A través de Jesús se ha revelado un nuevo rostro de Dios: un Dios padre, que supera los estrechos parámetros de la Ley y lanza a quienes lo acogen hacia el ilimitado horizonte del amor. Acoger a Jesús es abrir nuestra casa para acoger a este Dios que nos llama a ser hermanos, liberados por la gracia y la verdad para ser verdaderamente hijos suyos, mensajeros de su Buena Nueva.
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Martes 1 de enero de 2008
Octava de la Natividad
Solemnidad de María Madre De Dios
INICIO
Nm 6,22-27: El Señor nos bendice y nos da la paz
Salmo responsorial 66:El Señor tenga piedad y nos bendiga
Ga 4,4-7: Jesús nos hace hijos de Dios
Lc 2,16-21: Encontraron a María, a José y al niño
Litúrgicamente hoy es la fiesta de «Santa María Madre de Dios»; es también la octava de Navidad y por tanto el recuerdo de la circuncisión de Jesús, celebración judía en la que se imponía el nombre a los niños. Para el hombre y la mujer de la calle, esos tres componentes de la festividad litúrgica quedan muy lejos, tanto en el lenguaje que en que son expresados como en el imaginario que evocan… Pero hoy es también el primer día del año civil, «¡año nuevo!», y la Jornada Mundial por la Paz, que aunque originalmente es una iniciativa eclesiástica católica, ha alcanzado una notable aceptación en la sociedad, gozando ya de un cierto estatuto civil.
Como se puede ver, hay una gran distancia entre la conmemoración litúrgica y los motivos «modernos» de celebración. Esta notable distancia, que se repite con bastante frecuencia, habla por sí misma de la necesidad de actualizar el calendario litúrgico, y, mientras esa tarea no sea acometida oficialmente por quien corresponde, será preciso que los agentes de pastoral tengan creatividad y audacia para reinterpretar el pasado, abandonar lo que está muerto, y recrear el espíritu de las celebraciones.
Pero veamos en primer lugar los textos bíblicos.
Nm 2,22-27 es la llamada bendición aaronítica (de Aarón), porque se afirma que Dios la reveló a Moisés para que éste a su vez la enseñara a Aarón y a sus hijos, los sacerdotes de Israel, para que con ella bendijeran al pueblo. Seguramente fue usada ampliamente en el antiguo Israel. Incluso se ha encontrado grabada en plaquetas metálicas para llevar al cuello, o atada de algún modo al cuerpo, como una especie de amuleto. Arqueológicamente dichas plaquetas datan de la época del 2º templo, es decir, del año 538 AC en adelante. Bien nos viene una bendición de parte de Dios al comenzar el año: que su rostro amoroso brille sobre todos nosotros como prenda de paz. La paz tan anhelada por la humanidad entera, y lamentablemente tan esquiva. Pero es que no basta con que Dios nos bendiga por medio de sus sacerdotes. No basta que él nos muestre su rostro. Aquí no se trata de bendiciones mágicas sino de un llamado a empeñarnos también nosotros en la consecución y construcción de la paz: con nosotros mismos, en nuestro entorno familiar, con los cercanos y los lejanos, con la naturaleza tan maltratada por nuestras codicias; paz con Dios, Paz de Dios.
Buen comienzo del año éste de la bendición. El refrán popular ha consagrado ese deseo de «volver a comenzar» que sentimos todos al llegar esta fecha: «año nuevo, vida nueva». Uno quisiera olvidar los errores, limpiarse de las culpas que molestan nuestra conciencia, estrenar una página nueva del libro de su vida, y empezarla con buen pie, dando rienda suelta a los mejores deseos de nuestro corazón… Por eso es bueno comenzar el año con una bendición en los labios, después de escuchar la bendición de Dios en su Palabra.
Bendigamos al Señor por todo lo que hemos vivido hasta ahora, y por el nuevo año que pone ante nuestros ojos: nuevos días por delante, nuevas oportunidades, tiempo a nuestra disposición… Alabemos al Señor por la misericordia que ha tenido con nosotros hasta ahora. Y también porque nos va a permitir ser también nosotros una bendición en este nuevo año que comienza: bendición para los hermanos y bendición para Dios mismo. Año nuevo, vida nueva, bendición de Dios.
Gal 4,4-7 es una apretada síntesis de lo que San Pablo nos enseña en tantos otros pasajes de sus cartas: en primer lugar, nos dice que el tiempo que vivimos es de plenitud, porque en él Dios ha enviado a su Hijo, no de cualquier manera, sino «nacido de mujer y nacido bajo la ley», es decir, semejante en todo a nosotros, en nuestra humanidad y en nuestros condicionamientos históricos. Pero este abajamiento del Hijo de Dios, nos ha alcanzado la más grande de las gracias: la de llegar a ser, todos nosotros los seres humanos, sin exclusión alguna, hijos de Dios, capaces de llamarlo «Abba», es decir, Padre. Nuestra condición filial fundamenta una nueva dignidad de seres humanos libres, herederos del amor de Dios. Parecerían hermosas palabras, nada más, frente a tantos sufrimientos y miserias que todavía experimentamos, pero se trata de que pongamos de nuestra parte para que la obra de Jesucristo se haga realidad. Se trata de que nos apropiemos de nuestra dignidad de hijos libres, rechazando los males personales y sociales que nos agobian, luchando juntos contra ellos. Esto implica una tarea y una misión: la de hacernos verdaderos hijos de Dios, a nosotros y a nuestros hermanos que desconocen su dignidad.
Nacido de mujer, nacido bajo la ley, nos recuerda Pablo (Gál 4,4). Nació en la debilidad, en la pobreza, fuera de la ciudad, en la cueva, porque no hubo para ellos lugar en la posada… Nace en la misma situación que el conjunto del pueblo, los sencillos, los humildes, los sin poder.
Este nacimiento real y concreto es asumido por Dios para abrazar en el amor a todos los que la tradición había dejado fuera. Es la visita real de aquel que, por simple misericordia, nos da la gracia de poder llamar a Dios con la familiaridad de Abba -«papito»- y la posibilidad de considerar a todos los hombres y mujeres hermanos muy amados.
En Jesús, nacido de María -la mujer que aceptó ser instrumento en las manos de Dios para iniciar la nueva historia- todos los seres humanos hemos sido declarados hijos y no esclavos, hemos sido declarados coherederos, por voluntad del Padre. La bendición o benevolencia de Dios para los seres humanos da un gran paso: Dios ya no bendice con palabras, ahora bendice a todos los seres humanos y aun a toda la creación, con la misma persona de su Hijo, que se hace hermano de todos. Y nadie queda marginado de su amor.
«Ha aparecido la bondad de Dios» en Jesús, y es hora de alegría estremecida, para hacer saber al mundo -y a la creación misma- que Dios ha florecido en nuestra tierra y todos somos depositarios de esa herencia de felicidad.
Lc 2,16-21 nos traduce en hechos reales lo que San Pablo nos dice con palabras elevadas: el Niño que cuidan María y José y que visitan los pastores para adorarlo, es el Hijo enviado a hacernos hijos. El Hijo que no busca en primer lugar a los grandes y poderosos del mundo sino, muy en la línea de Lucas, a los pequeños y a los humildes; como los pastores de Belén, que no son meras figuras decorativas de nuestros pesebres o nacimientos, sino que eran, en los tiempos de Jesús, personas mal vistas, con fama de ladrones, de ignorantes y de incapaces de cumplir la ley religiosa judía. A ellos en primer lugar llaman los ángeles a saludar y a adorar al Salvador recién nacido. Ellos se convierten en pregoneros de las maravillas de Dios que habían podido ver y oír por sí mismos y en su propio favor. Algo similar pasa con María y José: no eran una pareja de nobles ni de potentados, eran apenas un humilde matrimonio de artesanos, sin poder ni prestigio alguno. Pero María, la madre, guardaba y meditaba estos acontecimientos en su corazón, y seguramente se alegraba y daba gracias a Dios por ellos, y estaba dispuesta a testimoniarlos delante de los demás, como lo hizo delante de Isabel, entonando el Magníficat.
La «maternidad divina de María», motivo oficial de la celebración litúrgica de hoy, y uno de los tres «dogmas» marianos -si se puede hablar así- es una formulación que hace tiempo «chirría» en los oídos de quien la escucha desde una conciencia con una imagen de Dios adulta y crítica. Como ocurre con tantos otros «dogmas», o tradiciones tenidas como tales, el pueblo cristiano las ha amalgamado fantásticamente con los evangelios, llegando a pensar que provienen directamente del evangelio.
El versículo Gál 4,4 que hoy leemos, es todo lo que Pablo dice de María; ni siquiera cita su nombre. La maternidad divina de María en el cristianismo es, claramente, una construcción eclesial. Los evangelios no saben nada de ella, y no será formulada y declarada hasta el siglo V.
En este contexto, es importante desempolvar y recordar la historia de tal «dogma», con la conocida manipulación del concilio de ?feso, en el año 431, cuando Cirilo de Alejandría forzó y consiguió la votación antes de que llegaran los padres antioqueños, que representaban en el Concilio la opinión contraria. Se dice que el Pueblo cristiano acogió con entusiasmo esta declaración mariana, pero hay que añadir que se trata de los habitantes de la ciudad de la antigua «Gran Diosa Madre», la originaria diosa-virgen Artemisa, Diana… La fórmula de ?feso, en cualquier caso, ha sido siempre tenida como sospechosa de concebir la filiación divina y la encarnación en términos monofisitas, que hasta cosifican a Dios, como si se pudiera procrear a Dios y no más bien a un hombre en el que, en cuanto Hijo de Dios, Dios mismo se nos hace patente a la fe… (Para ampliar, véase Hans Küng, Ser cristiano, Cristiandad, Madrid 1977, pág. 584ss).
El título «madre de Dios» no es bíblico, como es sabido. Para el evangelio María es siempre, nada más y nada menos que «la madre de Jesús», título tan entrañable, real e histórico, que acabará sepultado y abandonado en la historia bajo un monte de otros títulos y advocaciones construidos eclesiásticamente. San Agustín todavía no conoce himnos ni oraciones ni festividades marianas. El primer ejemplo de una invocación directa a María lo encontramos en el siglo V, en el himno latino Salve Sancta Parens. La Edad Media europea dará rienda suelta a su imaginario teológico y devocional respecto de María. Mientras los primitivos Padres de la Iglesia todavía hablan de las imperfecciones morales de María, en el siglo XII aparece la opinión de su exención del pecado, tanto del personal como del «original». En el mismo siglo XII aparece el Avemaría. El ángelus en el XIII. El rosario en el XIII-XIV. El mes de María y el mes del rosario en el XIX-XX. Los puntos culminantes de esta evolución serán la definición de la «inmaculada concepción de María» (1854) y la definición de la «asunción de María en cuerpo y alma al cielo» (1950). Momentos finales de este apogeo mariano son las consagraciones del mundo al Corazón de María en 1942 y 1954, por Pío XII.
Pero todo este marianismo remitió con sorprendente rapidez con el Concilio Vaticano II, que renunció a nuevos «dogmas» marianos, desechó la anterior mariología «cristotípica» (característica de la escuela mariológica española preconciliar), dando paso a una comprensión mariológica mucho más sobria, bíblica e histórica, en la línea «eclesiotípica» (de la escuela alemana principalmente). Aunque la veneración a María (hyper-dulía), superior a la tributada a los santos (dulía), siempre fue distinguida teóricamente de la dada a Dios (latría), lo cierto es que en la religiosidad popular muchas veces María fungió como un verdadero «correlato femenino de la divinidad», y su condición de criatura y de discípula de Jesús y miembro de la Iglesia casi fueron olvidadas (en forma paralela a lo que ocurrió respecto de Jesús).
Hoy, la imagen conciliar de María que la Iglesia tiene es la de «la madre de Jesús», desmitificada, despojada de tantas adherencias fantásticas como se le habían puesto encima a lo largo de la historia: María es una cristiana, muy cercana a Jesús, una discípula suya, un destacado miembro de la Iglesia: la «madre de Jesús», en un título insustituible que le da el mismo evangelio y a cuyo uso muchos creyentes vuelven en la actualidad, prefiriéndolo al creado en el siglo V. La Constitución dogmática Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, en su capítulo octavo (nn. 52-69) ofrece todavía la mejor síntesis de la mariología para nuestros tiempos. El Concilio Vaticano II nos sigue marcando el camino, también en mariología.
Concluimos. Seguimos estando en tiempo de Navidad, tiempo en el que la ternura, el amor, la fraternidad, el cariño familiar… se nos hacen más palpables que nunca. La ternura de Dios hacia nosotros, que se expresó en el niño de Belén, inunda nuestra vida, en las luces de colores, los adornos navideños, los villancicos y las reuniones familiares. Todo ayuda a ello en este tiempo todavía de Navidad. Dejemos recalar estos sentimientos en nuestro corazón, para que perduren a lo largo de todo el año.
Al comenzar el año, al poner el pie por primera vez en este nuevo regalo que el Señor nos hace en nuestra vida, vamos a agradecerle con todo el corazón la alegría de vivir, la oportunidad maravillosa que nos da de seguir amando y siendo amados, y la capacidad que nos ha dado para cambiar y rectificar.
El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 135 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil. El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1600135
Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap135b.mp3
Para la revisión de vida
-Hacer un retiro personal (o un tiempo al menos) haciendo examen de mi vida en el año pasado
-Participar en alguna celebración penitencial comunitaria, pedir perdón de mis pecados y reconciliarme con Dios y con los hermanos.
-Hacerme un plan de vida al comenzar el año («año nuevo, vida nueva»).
-Seguir viviendo con el espíritu de la navidad en los diversos ambientes: familia, barrio, trabajo, lugar de compromiso…
Para la reunión de grupo
– Ver: ¿cómo está el mundo, nuestro país, nuestro barrio… en paz? ¿Cuáles los principales obstáculos para la paz en el mundo (país, barrio…)?
– Cuál es actualmente la mayor amenaza para la paz y la mayor fuente de inestabilidad en el orden internacional? ¿Por qué?
– El terrorismo, ¿es una causa original o derivada?
– La inmigración irregular masiva, ¿no depende de la falta de condiciones mínimas para vivir en las zonas pobres? Y esta falta, ¿no depende en muy buena parte de los países ricos (protecciones arancelarias contra los únicos productos con los que los países pobres podrían autosostenerse con su trabajo, comercio clamorosamente desigual, royalties abusivas, deuda externa esclavizadora, tratados de libre comercio que extorsionan a los pobres pero son aprobados consiguiendo la anuencia de la élite gobernante en los pueblos pobres…)?
– La imposición de la paz -confundida ahora con la «seguridad nacional»- mediante la violencia, la persecución internacional, la suspensión de los derechos civiles, las guerras supuestamente preventivas, las invasiones alegando motivaciones manifiestamente falsas… ¿serán la mejor forma de conseguir la paz? ¿Habría alguna otra mejor?
– Juzgar: ¿Cómo enjuiciar la situación del mundo a la luz de la fe? ¿Cuál es el papel del cristiano en un mundo en tensión como el nuestro?
– Actuar: ¿Cómo tendrá que evolucionar el mundo para hacer posible la paz? ¿Qué podemos hacer nosotros, yo mismo?
Para la oración de los fieles
– Por la paz del mundo, en esta Jornada Mundial por la Paz, par que el Espíritu de Dios mueva los corazones de todos los hombres y mujeres hacia la reconciliación, la tolerancia, la igualdad entre los sexos, el respeto de las diferencias culturales, y la Justicia, de la cual es fruto la paz, roguemos al Señor.
– Por los gobernantes de todos los países, para que aúnen esfuerzos sinceros en favor de la paz…
– -Por las instituciones internacionales, para que evolucionen hacia formas acordes con los nuevos tiempos mundializados que vivimos y puedan ser instrumentos más útiles al servicio de la humanidad…
– Para que aprovechemos ahora la oportunidad que tenemos de hacer verdad en nuestra vida el refrán: «Año nuevo, vida nueva»…
– Por nuestros hogares, para que continúen en el espíritu familiar de la navidad…
– -Por todos los que no acabarán el año que ahora comienza, para que se reconcilien a tiempo con la verdad de su vida…
– Por todos nuestros amigos y conocidos que nos dejaron el año que acaba de pasar, por su eterno descanso…
– Para que se extienda en la sociedad la conciencia de la necesidad de un orden internacional fuerte y unificado, para todo el mundo, al que todas las naciones se sometan, sin excepciones ni privilegios ni actos de fuerza…
– Por el Foro Mundial Social, que van a celebrarse este mismo mes en Nairobi, Kenia, con la participación de representantes de miles de organizaciones de la sociedad civil, bajo el lema «otro mundo es posible», tan cercano al ideal cristiano de un mundo mejor y más fraterno: para que los cristianos no dejen de estar presentes en él, ni dejen de apoyarlo y darle seguimiento…
Oración comunitaria
*Dios de la Vida, Creador del Universo, que nos has concedido el espacio y el tiempo para vivir desarrollar la Vida, para ser felices y hacer felices a los demás; al comenzar un Año Nuevo te pedimos nos enseñes a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato y vivamos responsable y agradecidamente el don del tiempo que nos concedes. Por Jesucristo nuestro Señor…
*Dios de la Paz, Padre y Madre de todos los hombres y mujeres, que quieres que vivamos como hermanos en unidad fraterna. En este día que da comienzo al nuevo año, te pedimos con todo el corazón nos concedas la Paz, don tuyo y a la vez fruto de la Justicia, y que hagas de nosotros esforzados constructores de la Paz, para que merezcamos la bienaventuranza que anunció Jesús, Hijo tuyo y hermano nuestro, por los siglos de los siglos. Amén.
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Miércoles 2 de enero de 2008
Basilio Magno – Gregorio Nacianceno
INICIO
1Jn 2,22-28: Jesús es la promesa de vida eterna
Salmo responsorial 97: Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Jn 1,19-28: Hay uno a quien ustedes no conocen
Es inseparable del verdadero cristiano la actitud apostólica. Si el mandamiento por excelencia es el amor a nuestros hermanos como manifestación de Dios, lo lógico es querer lo mejor para ellos; y de ahí brota, sin duda, darles a conocer la verdad de Jesucristo. Esto es precisamente lo que hace Juan en este relato del evangelio. El, a pesar de ser destacado por la gente de su tiempo no como precursor, sino como el verdadero Cristo, con humildad y verdad declara abiertamente: ?en medio de ustedes hay uno a quien no conocen… Yo no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias??. Esta ha de ser la actitud del seguidor de Cristo: darlo a conocer con humildad, con compromiso, pero con verdadero testimonio personal. Y Cristo dice de Juan: ?nadie mayor que Juan Bautista??. ¡Maravilloso testimonio con que responde el Hijo de Dios!
Juan habló de Jesús a la gente de su tiempo para que la salvación de Dios, la vida plena, el reino de Dios, se extendiera de modo más completo que con la ley de Moisés. En nuestro tiempo también se hace necesaria una nueva evangelización que, partiendo por cada uno de nosotros, asuma la responsabilidad de bautizado, anunciando y denunciando, poniéndose de pie para ir al encuentro de cada hermano y hermana.
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Jueves 3 de enero de 2008
Santo Nombre de Jesús
Genoveva
INICIO
1Jn 2,29-3,6: El que obra en justicia permanece en el Señor
Salmo responsorial 97: Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Jn 1,29-34: Jesús, el «Cordero de Dios»
Juan Bautista quiere dejar muy en claro a sus seguidores que él no es el que quita los pecados del mundo, sino Jesús. Con esa misma fuerza, hoy nos sigue advirtiendo de todos aquéllos que pretenden ser nuestros salvadores; nos reafirma lo dicho por Pedro: ?no se ha dado a los hombres bajo los cielos más que ese nombre por el cual puedan ser salvados? (Hech 4,12). Y ese nombre, por supuesto, es Jesús.
Jesús se acerca, y ¿qué dice Juan? ?¡He aquí el Cordero de Dios!??. Si es cordero, es inocente. Jesús es verdaderamente inocente; no es de la semilla que habla David: ?Yo he sido concebido en la iniquidad, y en el pecado me alimentó mi madre en su seno??. Jesús no fue concebido por obra mortal, ni fue alimentado en la iniquidad por su madre cuando lo tuvo en su vientre. Porque virgen y ?llena de gracia?? lo concibió María, y de igual forma lo dio a luz. Y por disposición divina le fue puesto el nombre de Jesús, el Salvador, porque El quita realmente los pecados del mundo. El evangelio de hoy nos invita a mirarlo sólo a él como único Rey y Salvador; a poner atención a todos aquellos falsos profetas que pretenden engañarnos y desvirtuar el Evangelio. ?Nadie va al Padre sino por mí??, nos previno él mismo.
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Viernes 4 de enero de 2008
Rigoberto ? Yolanda
INICIO
1 Jn 3,7-10: Vivir como hijos de Dios
Salmo responsorial 97: Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Jn 1,35-42: Jesús llama a sus primeros discípulos
La primera lectura de hoy nos llama a vivir bajo el influjo de Dios y a no extraviarnos por la acción del maligno. Hoy vemos que el éxito en el mundo se mide por lo que las personas tienen materialmente, en contraposición al llamado de Jesús a atesorar para el cielo y evitar la codicia. Vivimos tiempos de globalización y competencia que a menudo nos distraen de nuestra misión; nos olvidamos de que ser hijos de Dios nos obliga a vivir en búsqueda del bien comunitario, a compartir, a ser solidarios, acogedores, y a procurar por todos los medios a nuestro alcance que el amor sea el centro de nuestras acciones.
El evangelio nos recuerda el llamado personal que realiza Jesús a sus discípulos, y el testimonio de Juan Bautista, quien reconoce a Jesús como el Mesías esperado por el pueblo y lo llama ?Cordero de Dios??. Llamar a Cristo el Cordero de Dios es recordarnos que el significado de su vida y de su muerte es arrancarnos del poder de la muerte. El llamado de Jesús tiene una connotación de desprendimiento, de dejarlo todo para seguir sus pasos día tras día. El seguimiento exige conversión, una ruptura con el modo en que el mundo entiende la vida y la felicidad. Seguir a Jesús es un llamado a buscar la santidad, que no es otra cosa sino cumplir plena y cabalmente la voluntad de Dios. Jesús es el modelo a seguir, el Maestro que nos ha dejado todas sus enseñanzas y recomendaciones para volver al Padre y amarlo con todas las fuerzas de nuestra alma.
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Sábado 5 de enero de 2008
Emiliana
INICIO
1 Jn 3, 11-21: Saber amar al prójimo
Salmo responsorial 99: Aclama al Señor, tierra entera.
Jn 1,43-51: Aclama al Señor, tierra entera.
El evangelio nos recuerda el llamado personal de Jesús a sus discípulos Felipe y Natanael. Generalmente se sostiene que Natanael es el apóstol Bartolomé (?Hijo de Tolomé??), quien aparece siempre junto a su amigo Felipe. Este se refiere al hallazgo del Mesías esperado por el pueblo, del cual se conocía por los profetas. A este Mesías se le describía como un salvador y rey, descendiente de David y originario de Belén; tal vez por eso el comentario de Natanael, tan peyorativo respecto de los nazarenos. La invitación de Felipe a Natanael es: ?ven y verás??, y basta con que Jesús le mencione que lo ha visto bajo la higuera para que Natanael reconozca a Jesús como el Hijo de Dios. Qué pasó y qué vio Jesús bajo la higuera, es algo que sólo él y Natanael saben; pero de ahí nace el reconocimiento de Jesús como Mesías y el seguimiento del discípulo, que es ?un verdadero israelita sin un doble discurso y que no es capaz de engañar??. Ciertamente los discípulos de Jesús vieron cosas mayores, pero la mayor de todas es ser testigos de la resurrección del Señor. La invitación de Felipe es también para nosotros. Hemos visto a través de los testigos presenciales y estamos llamados a misionar con la invitación ?ven y verás??, que ciertamente significa un compromiso de actuar en consecuencia.
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