Lecturas
Am 8,4-7: Escuchen los que exprimen al pobre y despojan a los miserables
Salmo responsorial 112: Alabad al Señor, que alza al pobre.
1Tm 2,1-8: Dios quiere que todos los hombres se salven
Lc 16,1-13: No pueden estar al servicio de Dios y del dinero
Esta parábola –no siempre bien interpretada- va dirigida a los fariseos que son amigos del dinero, su verdadero Dios. Representa, como tantas otras, un caso extremo: un hombre que está a punto de ser despedido de su trabajo y que necesita actuar urgentemente para garantizarse el futuro, antes de quedarse sin empleo.
Para ello plantea una estrategia. Acusado de derrochar los bienes de su amo (16,1), causa por la que se va a quedar sin trabajo, decide rebajar la cantidad de la deuda de cada uno de los acreedores de su amo, renunciando a la comisión que le pertenece como administrador. Es sabido que los administradores no recibían en Palestina un sueldo por su gestión, sino que vivían de la comisión que cobraban, poniendo con frecuencia intereses desorbitados a los acreedores. La actuación de administrador debe entenderse así: el que debía cien barriles de aceite había recibido prestados cincuenta nada más, los otros cincuenta eran la comisión correspondiente a la que el administrador renuncia con tal de granjearse amigos para el futuro. Renunciando a su comisión, el administrador no lesiona en nada los intereses de su amo. De ahí que el amo lo felicite por saber garantizarse el futuro dando el “injusto dinero” a sus acreedores.
El amo alaba la estrategia de aquel “administrador de lo injusto”, calificativo que se da en el evangelio de Lucas al dinero, pues, en cuanto acumulado, procede de injusticia o lleva a ella.
Para Lucas, todo dinero es injusto. Ahora bien: si uno lo usa –desprendiéndose de él- para «ganarse amigos», hace una buena inversión no en términos bursátiles, ni bancarios, sino en términos humanos cristianos. El injusto dinero, como encarnación de la escala de valores de la sociedad civil, sirve de piedra de toque para ensayar la disponibilidad del discípulo a poner al servicio de los demás lo que de hecho no es suyo, sino que se lo ha apropiado en detrimento de los desposeídos y marginados.
El “injusto dinero” es calificado en la conclusión de la parábola como «lo de nada» y «lo ajeno», en cuanto opuesto a «lo que vale de veras, lo importante, lo vuestro”. Y “lo que vale de veras” no es el don del dinero, sino el del Espíritu de Dios que comunica vida a los suyos (“cuánto más el Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden”. cf. Lc 11,13:). Eso sí, para recibir el Espíritu (que es comunicación de la vida de Dios que potencia al hombre) se requiere el desprendimiento y la generosidad hacia los demás (11,34-36).
La parábola termina con esta frase lapidaria: “No pueden servir a Dios y al dinero”. La piedra de toque de nuestro amor a Dios es la renuncia al dinero. El amor al dinero es una idolatría. Hay que optar entre dos señores: no hay término medio. El campo de entrenamiento de esta opción es el mundo, la sociedad, donde los discípulos de Jesús tienen que compartir lo que poseen con los que no lo tienen, con los oprimidos y desposeídos, los desheredados de la tierra.
El afán de dinero es la frontera que divide el mundo en dos; es la barrera que nos separa de los otros y hace que el mundo esté organizado en clases antagónicas: ricos y pobres, opresores y oprimidos; el ansia de dinero es el enemigo número uno que imposibilita que el mundo sea una familia unida donde todos se sienten a la mesa de la vida. Por eso el discípulo, para garantizarse el futuro, debe estar dispuesto en el presente a renunciar al dinero que lleva a la injusticia y hace imposible la fraternidad.
La lectura del profeta Amós es una denuncia contra este mundo injusto en el que unos –los ricos- exprimen a los pobres y los despojan de lo que necesitan para vivir. Dios se pone de parte del pobre y denuncia esa injusticia estructural. Por eso en la segunda lectura, de la carta a Timoteo, se pide que se hagan oraciones por los que detentan el poder, que lleva anejo también el dinero, para que no triunfe nunca la fuerza, la agresión, la represión y la injusticia de unos hacia otros. Dios quiere que todos se salven, salvación que comienza en esta vida por tener lo necesario para vivir y desarrollarse como personas, algo de lo que carece la inmensa multitud de pobres de este mundo. Ojalá que un día podamos, como dice la primera lectura, rezar todos “alzando las manos limpias de ira y divisiones”.
El evangelio de hoy no está recogido en la serie «Un tal Jesús», pero en ella puede encontrarse varios episodios relacionados con el contenido de ese evangelio: www.untaljesus.net
Para la revisión de vida
– El mensaje de Jesús es claro: “no podemos servir a Dios y al dinero”. ¿De qué lado me coloco yo? ¿Cómo vivo personalmente mi relación con los bienes temporales? ¿Me esclavizan? ¿Trato de contemporizar y servir a los dos?
Para la reunión de grupo
– El neoliberalismo es, confesadamente, un sistema que pone el crecimiento económico (la creación de riqueza) por encima de todo lo demás, como valor supremo, como el dios real. ¿Se puede ser cristiano en un mundo neoliberal? ¿Cómo? ¿A qué precio? ¿Con qué condiciones?
– En esta situación de pobreza y de exclusión, ¿somos una comunidad que está al servicio del Dios de la Vida, alentándola, acogiéndola, favoreciéndola, agradeciéndola?
Para la oración de los fieles-Por los más pobres de la tierra, que viven la desigualdad y la injusticia, y que desde el sufrimiento y el dolor, son capaces de dar a los demás, de ser solidarios.
– Por los gobernantes de la tierra, para que todos sus esfuerzos sean encaminados por el Dios de la vida y no por los principios del dios-dinero.
– Para que nuestra comunidad cristiana encuentre los caminos que llevan a la vida digna de todos, donde nadie es marginado ni excluido.
– Por todos los que sufren en carne propia los efectos del neoliberalismo: pobreza, hambre, desempleo… para que con ellos busquemos formas y medios para transformar este mundo…
Oración comunitaria
Oh Dios que en Jesús has pronunciado una palabra radical sobre la imposibilidad de servirte a ti y servir a la vez al dinero: ayúdanos a ser radicales también y a trabajar por someter la economía a los imperativos de la ética y del amor. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor…