La Junta de Gobernadores de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) analiza la respuesta de Irán a las sanciones de junio. Así profundiza el doble rasero: ve todo mal en ese país, todo bien en Israel.
Mohamed El Baradei, quien presidió durante muchos años la OIEA, debe estar gozando de unas largas vacaciones o, si las concluyó, habrá recalado en algún otro destino diplomático. Hace poco dejó esa poltrona para las nalgas del japonés Yukiya Amano, quien asumió en el peor momento. Está al rojo vivo el diferendo del Consejo de Seguridad de la ONU con Irán a propósito de su programa nuclear pacífico.
Este enfrentamiento político viene de muchos años, particularmente desde 2006, cuando Washington consideró que los frentes de Afganistán e Irak estaban relativamente controlados. En esa circunstancia se podía permitir avanzar con sanciones contra Teherán.
Esa escala estadounidense, secundada por Alemania, Reino Unido y Francia -en ese orden de virulencia- tuvo una fecha clave: 9 de junio de 2010. El Consejo de Seguridad votó por mayoría la cuarta ronda de sanciones contra los persas. No hubo unanimidad pues Brasil y Turquía sufragaron en contra, en tanto El Líbano se abstuvo.
Esos votos adversos tenían una alta justificación, pues Lula da Silva y el turco Recep Erdogan habían estado unos días antes en la capital iraní. Allí suscribieron un documento con Ahmadinejad en términos muy cercanos a los que había planteado la OIEA. Irán entregaría uranio pobremente enriquecido, al 5 por ciento, y Rusia y posiblemente Francia se lo devolverían al 20 por ciento. Ese material podría ser empleado para alimentar un reactor nuclear que fabrica radioisótopos con fines medicinales, en vez de seguir el enriquecimiento y servir para fabricar una bomba atómica, tales las sospechas de EE.UU.
Los iraníes, al entregar tal material a países amigos, hacían una concesión importante, pues prescindían de experimentar su propia tecnología, que es su derecho garantizado por el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) al que están suscriptos.
Las sanciones adoptadas en Nueva York el 9 de junio daban 90 días de plazo para que el gobierno afectado hiciera su descargo ante el director de la OIEA. Esta circunstancia dio pie a Fidel Castro para «correr» la fecha del supuesto desencadenamiento de la guerra nuclear que viene pronosticando desde junio. Afortunadamente, como los grandes a veces se equivocan, hoy han transcurrido cinco días de ese cuarto vaticinio del estadista cubano y aún el mundo anda, a los tropezones, pero anda…
Amano comenzó el lunes 13 el análisis de la conducta iraní. Estirará ese estudio durante una semana y luego elaborará un informe al Consejo de Seguridad.
A partir de ese momento, si se considera que Teherán no ha interrumpido su programa nuclear -todo indica que no lo abandonará en absoluto porque es pacífico y está en su derecho- pueden acentuarse las sanciones. Y éstas incluyen medidas financieras contra funcionarios y empresas iraníes, así como inspección de naves de esa bandera en alta mar. Así se puede desembocar en un conflicto bélico donde se colaría Israel del lado norteamericano. Ahora sí se viven momentos decisivos para la paz en la región y el mundo.
El Señor NO.
En abril hubo una cumbre sobre seguridad nuclear organizada por Obama; obviamente Irán fue raleado de la lista de 46 invitados. Poco después el excluido organizó en Irán una «contra cumbre» donde volvió a exponer sus argumentos. Dijo allí que su programa nuclear era pacífico, en regla con lo permitido por el TNP.
Teherán autorizó inspecciones de técnicos de la OIEA en estos años, que nunca encontraron ni un vestigio de que pudiera estar a la pesca de armamento prohibido. Si en algunas oportunidades se había vedado ese acceso de los inspectores había sido como forma de protesta ante las sanciones impulsadas por Washington.
Y corroborando esa advertencia iraní, en junio último llegó la cuarta sanción. Pero resulta que la CIA de León Panetta y otras quince agencias de inteligencia norteamericana no han podido presentar ni una prueba de que Irán tenga armas nucleares. Lo más intranquilizador que ha podido describir Robert Gates, jefe del Pentágono, es que podría contar en dos años con…2 bombas.
Esa afirmación hace ingresar a Gates en el ridículo total, pues EE.UU. tiene alrededor de 6.000 ojivas nucleares almacenadas en sus arsenales con sus correspondientes vectores, además de ser transportadas por aviones y submarinos. ¿Y sancionan a Irán por las dudas pueda contar con un par de bombas? Este es el mundo del revés…
Y esa tremenda contradicción se repite con Israel, cuyo primer ministro Benjamin Netanyahu tampoco participó de la cumbre nuclear.
En esa cita, Turquía y países árabes pidieron que Barack Obama presionara a Israel a informar sobre su tenencia de armas atómicas, a afiliarse al TNP y aceptar inspecciones en su reactor nuclear de Dimona.
Egipto insistió con crear una Zona Libre de Armas Nucleares en Medio Oriente. Al final al japonés de la OIEA no le quedó más remedio que viajar a Tel Aviv para cumplir ese trámite y alimentar la falsa idea de que la agencia que dirige mide con la misma vara a Irán e Israel. Amano fracasó pues Netanyahu, convertido en el Señor NO, ni siquiera lo recibió.
El canciller israelita Avigdor Lieberman ratificó que no firmará el Tratado de No Proliferación y tampoco aceptará ninguna inspección. El mundo sabe perfectamente que el estado sionista-teocrático tiene unas 200 bombas atómicas o más. En 1986 lo había alertado un empleado de Dimona, Mordechai Vanunu, a un periódico londinense, tras lo cual fue secuestrado por el Mossad israelí en Italia y llevado a Israel donde lo encarcelaron 18 años. Salió recién en 2004 con la prohibición de hablar con la prensa ni con extranjeros.
¿Con qué autoridad moral y técnica la Junta de Gobernadores de la OIEA informará al Consejo de Seguridad que Irán ha rechazado la resolución 1929 del 9 de junio pasado?
Dificultades de los agresores.
A partir de junio último, el dispositivo estadounidense e israelí para agredir a Irán se fue montando paso a paso. Una herramienta fundamental es la V Flota de EE.UU. con base en Bahrein, aunque los aprestos bélicos también se notaron en los navíos que pasaron por el Canal de Suez hacia el Golfo Pérsico, en la base de Diego García en el Océano Índico, etc.
Se puede discrepar con el pronóstico de Castro sobre la inminencia de una guerra nuclear. Pero no es un invento suyo la hipótesis de una agresión del patrón y su patio trasero en Medio Oriente contra Irán. Ese plan existe aunque en su desarrollo está chocando con una serie de obstáculos y en consecuencia no está resuelto que se vaya a producir inexorablemente. Puede suceder aunque también las fuerzas opuestas a la guerra pueden demorarlo y aún impedirlo.
Irán dista de ser una empanada que los agresores pueden comerse con sólo abrir la boca (para parafrasear a San Martín). Se trata de un país poblado, con 70 millones de habitantes, con recursos energéticos petroleros y gasíferos (terceras reservas del orbe en este rubro) y un ejército profesional de un millón de efectivos, armados con equipos modernos propios y otros comprados a Rusia y China.
La agresión contempla el bombardeo y destrucción de 10.000 puntos del país persa, que van más allá del reactor de Natanz y el de Busheir recientemente inaugurado con tecnología rusa. Quieren volver el país a la edad de piedra.
Pero ese mismo riesgo hace que las fuerzas armadas y las milicias de Irán estén dispuestas a batirse con energía, determinación y todos los elementos a su disposición. No sólo los barcos que los ataquen desde el Golfo Pérsico van a sufrir el azote de la misilística iraní sino también Tel Aviv y la propia Jerusalén, a tenor de las advertencias de los comandantes de Ahmadinejad.
Y ese cálculo de ganancias y pérdidas es el factor central que ha inhibido hasta ahora el inicio de las hostilidades. En Irak los estadounidenses vieron morir a 4.415 de los suyos en 7 años, pero en Irán pueden perder eso en pocos días.
No faltarán los políticos norteamericanos que estén dispuestos a pagar ese precio por borrar del mapa a Irán y, si se salva algo de esa devastación, quedarse con el petróleo y gas. En este momento la intoxicada opinión pública de EE.UU. está dividida en dos mitades sobre la conveniencia de ese ataque. Si sus fuerzas sufren pérdidas importantes tenderá a crecer la mitad que critica la apertura del nuevo frente bélico.
Y en noviembre hay elecciones de mitad de mandato en el imperio. Los republicanos, más dados a empezar a los tiros, están viendo que pueden derrotar a Obama meneando los coletazos de la crisis económica antes que proponer otra guerra en este momento.