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Somos muy conscientes de que los precios subieron fuertemente en 2022. Unas fuentes hablan de una subida del 5.7%, para otras la tasa interanual se disparó al 6,7%, mientras que algún cálculo la eleva hasta al 8,4 %. Y también está claro que, detrás de esas cifras promedio, se encuentran incrementos mucho mayores en un amplio listado de bienes y servicios básicos. La luz y, en menor medida, los alimentos están detrás de este repunte sin precedentes.
¿Cómo han afrontado esa subida los distintos grupos sociales?
Datos fiables señalan que el salario medio en España en 2022 ha sido de 28.360 € al año, es decir 2.363 euros al mes, si hacemos el cálculo suponiendo 12 pagas anuales. Esto supone que el salario medio ha subido un 2,87% respecto al año anterior, es decir, 790 euros. O sea que durante el año 2022 el desajuste entre los salarios ofertados y la creciente inflación generó una caída del poder adquisitivo de los trabajadores de aproximadamente el 6%.
En el otro campo las cosas cambian radicalmente: los ricos más ricos de España aumentaron sus fortunas un 37% en el último año. Ha salido la lista Forbes de los 100 más adinerados de España. No es que solo haya cien riquísimos, estos solo son los más ricos entre los ricos. La nota de corte para entrar en ese grupo es de 349 millones, una cantidad que a la gente corriente ni nos cabe en la cabeza. Y el de los 349 millones es el menos rico de los cien. Lo que nos dicen estos datos es que la riqueza conjunta de esos cien ha pasado de 143.000 millones a 196.000 millones en un año.
¿Qué reacción ha habido en la sociedad española? ¿Nos parece algo normal? ¿Aceptamos tranquilamente esta situación? Pues parece que el gran problema que afecta a la unidad de España es la amnistía a los independentistas catalanes. El que 100 personas hayan ganado en 2022 un promedio de 530 millones cada uno, algo más de 44 millones al mes, mientras que el salario medio de los trabajadores no ha llegado ni mucho menos a 30.000 euros anuales, para la derecha eso no supone una división en España. Incluso la presidenta de la Comunidad de Madrid todavía pretende bajar los impuestos a los ricos, y las encuestas le dan el apoyo mayoritario de los madrileños.
¿Qué nos pasa? ¿Por qué no surge un potente movimiento social para oponerse a esta situación? Es verdad que la gran mayoría de los medios de comunicación están en manos de una derecha, que ve esa desigualdad como algo natural. Pero ni siquiera los partidos de izquierda han hecho ruido clamando contra un sistema que facilita el que la economía funcione así. No cabe duda de que la izquierda tiene que renovarse en profundidad.
Hay que volver a plantear la necesidad –que la crisis climática hace cada vez más urgente– de superar el capitalismo. Pero habrá que intentarlo desde bases distintas. Marx apostaba por el socialismo científico, pero rechazaba el socialismo ético tachándolo de idealismo inútil. Está claro que todos los esfuerzos para establecer el socialismo científico no han logrado desbancar al capitalismo. En cambio, el socialismo ético, aunque entre la izquierda haya padecido los ecos del desprecio de Marx, lleva la lucha a un terreno en que la superioridad de la izquierda es abrumadora. La derecha defensora del capitalismo sólo puede mantenerse apoyada en la opresión y sobre todo en la mentira.