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Fuente: Observatorio eclesial
Uno de los temas sobre los que la ciudadanía debe re-
flexionar de cara a las elecciones del 23 de julio es el
del racismo, su presencia en la sociedad española y el
tratamiento en los programas electorales. Ofrezco a
continuación algunas claves por si sirvieran de ayuda
para dicha reflexión.
El racismo, un fenómeno estructural
Es frecuente escuchar afirmaciones como ?en los cam-
pos de futbol no hay racismo?, ?yo no soy racista?, ?los
españoles no somos racistas?. Sin embargo, los hechos
desmienten tan contundentes y autocomplacientes ase-
veraciones. Veámoslo.
No son infrecuentes los insultos racistas en los campos
de futbol españoles. Vinicius Jr. viene siendo objeto de
ellos de manera reiterada. La última vez fue en el parti-
do del Real Madrid con el Valencia en el campo de
Mestalla. En un principio el foco se puso en los insultos
en el terreno de juego y se quiso reducirlos a dos per-
sonas ?mal educadas? para quitar importancia a las
agresiones verbales contra el jugador brasileño.
Es una interpretación que he oído o leído estos días.
Peor aún, hay quienes hacen responsable al jugador
por encararse con quienes le insultan en vez de callar-
se y aguantar los insultos. ¡Error inmenso error y grave
desenfoque del problema!
El ambiente racista se vive a diario en los campos de
futbol de nuestro país. En este caso comenzó con la
llegada al Mestalla de los futbolistas del Real Madrid,
recibidos con una agresividad verbal infundada e ines-
perada. Cientos de personas llamaron a Vinicius ?puto
mono?, le gritaron insultos racistas imitando los sonidos
de los monos, llamaron hijos de putas a los jugadores
madridistas y ¡les desearon la muerte! Es en ese con-
texto en el que hay que situar su gravedad dentro de
los campos de futbol.
He utilizado al principio de este artículo la palabra ?obje-
to? intencionadamente, porque las personas racistas
reducen a meros objetos despreciables a quienes insul-
tan negándoles su dignidad como personas.
Es todo lo contrario al imperativo categórico kantiano:
?Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en
tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre y al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como
medio?. Las personas agresoras tenían que haber sido
conscientes de que eran ellas mismas quienes estaban
perdiendo su dignidad en ese momento.
Este tipo de comportamientos no pueden ser conside-
rados accidentes irrelevantes, hay que tomarlos en se-
rio por su gravedad y persistencia y por la tendencia a
normalizarlos no solo por parte de un sector de la ciu-
dadanía, sino también de algunos dirigentes deportivos
y políticos e incluso de jueces que dan carpetazo a las
denuncias. Son muy pocas las denuncias contra los in-
sultos racistas en los campos de futbol que prosperan.
Y eso es más grave todavía.
No estamos ante un fenómeno individual, sino estructu-
ral que está instalado en el imaginario social de manera
más extendida y profunda de lo que emerge externa-
mente, y en los lugares de ocio, de trabajo, en los cole-
gios, las universidades, los parques, las calles, la publi-
cidad, los medios de transporte, el mundo laboral, el
acceso al alquiler de una vivienda, etc. Son los micro-
rracismos que suelen pasar desapercibidos en la vida
cotidiana.
En 2019 los delitos de odio relacionados con el racismo
y la xenofobia se incrementaron en un 20,9% en rela-
ción con los de año anterior. Según un estudio del Con-
sejo para la Eliminación de la Discriminación Racial
(CEDRE), dependiente de la Secretaría de Estado de
Igualdad, más de la mitad de las personas de diferentes
grupos étnicos encuestados en 2016 afirmaron que ha-
bían sufrido alguna situación de rechazo por el color de
la piel u otros rasgos físicos.
Responsabilidad de la extrema derecha y de las or-
ganizaciones religiosas integristas
Los discursos y delitos racistas no son fenómenos ais-
lados que se produzcan solo en los estadios de futbol
por un público enfurecido y fuera de sí. Conforman un
continuum con los que se dirigen contra las minorías
religiosas, étnicas, culturales, el movimiento feminista,
los colectivos inmigrantes y refugiados, las personas
LGTBIQ, los adversarios políticos, etc.
Ese es el problema que hay que atajar desde la familia, la escuela, las asociaciones vecinales, los movimientos sociales,
los sindicatos, los partidos políticos, las asociaciones de
padres y madres de alumnos y alumnas, deportivas, es-
tudiantiles, profesionales, religiosas, culturales y las
ONG?s. El empeño en esta tarea educativa es prioritario
y afecta a toda la sociedad.
Yo creo que la extrema derecha política, económica y
social, en alianza con las organizaciones religiosas in-
tegristas y fundamentalistas, tiene una responsabilidad
no pequeña en tales delitos y discursos de odio en la
medida en que provocan, promueven y alimentan la is-
lamofobia, la xenofobia, el racismo, el antisemitismo, el
supremacismo blanco, la aporofobia, la consideración
del feminismo como feminazismo, el negacionismo de
la violencia de género, la condena de la teoría de géne-
ro a la que llaman despectivamente ?ideología de géne-
ro? cuando se trata de una teoría fundada científica, fi-
losófica y antropológicamente.
Y lo hacen a través de la dialéctica amigo-enemigo, nosotros-ellos, personas nativas con todos los derechos-personas extranjeras carentes de los mismos.
… Y de la sociedad
Pero la sociedad -nosotros y nosotras- no está exenta
de responsabilidad en la medida en que legitima con
frecuencia los discursos y delitos de odio y las prácticas
violentas con el silencio, la inacción, el cruzarse de bra-
zos y el creer que no se puede hacer nada por evitar-
los.
Nosotros y nosotras también podemos ser generadores
y transmisores de odio. Por eso tenemos que hacer un
acto de introspección y revisar nuestras emociones e
inclinaciones descontroladas a la ira, al asco, al odio y a
las microfobias anidadas en nuestros rincones senti-
mentales y mentales.
En su libro La obsolescencia del odio (PRE-TEXTOS,
Valencia, 2019), el intelectual pacifista alemán Günther
Anders (1900-1992) considera que ?el vulgar y casi uni-
versalmente aceptado ?Yo odio, por tanto, yo soy? u
?Odio, por tanto, existo?? es hoy ?más verdadero que el
famoso cogito ergo sum de Descartes?. El odio es ?la
autoafirmación y la auto-constitución por medio de la
negación y la aniquilación del otro».
Sucede, además, que la negación de las otras perso-
nas a través del odio suele producir placer. Por ejem-
plo, el torturador disfruta en el acto de torturar: ?odio y
placer acaban siendo una sola y misma cosa?, dice An-
ders. Cuanto más se extiende y más veces se repite el
acto de odio más tiende a extenderse el placer del odio
y el placer del ser sí mismo.
Si la filosofía africana Ubuntu afirma: ?Yo soy solo si tú
también eres?, los discursos de odio vienen a decir: ?el
otro no debe existir para que yo exista; él ya no existe,
por tanto, yo existo como el único que queda?. Se llega
así al placer del odio, que constituye su culminación y
desemboca con frecuencia en actitudes y prácticas vio-
lentas. Los medios de comunicación nos informan a
diario de ellas.
Respuesta a los discursos de odio y a las prácticas violentas
¿Cómo responder a los discursos de odio, que tienden a desembocar en prácticas violentas?
Ofrezco algunas propuestas: la primera, reconocer y
respetar la igual dignidad y derechos de todos los seres
humanos sin ningún tipo de discriminación; la segunda,
construir comunidades integradoras del pluriverso étni-
co, cultural, religioso, político, afectivo-sexual, donde
quepamos todas y todos, también la naturaleza, practi-
cando la eco-fraternidad-sororidad, la ciudadanía global
y la cuidadanía (de cuidados); la tercera, comprometer-
nos con los movimientos sociales que luchan contra las
diferentes formas de racismo y de exclusión; la cuarta,
fomentar un cambio de lenguaje: del anti a inter, del no-
sotros-ellos a un nos-otros inclusivo, de la identidad
singularista a la inter-identidad, de lo único a lo múltiple.
(amerindiaenlared.org) 11/06/2023