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Hoy sábado nos hemos reunido en la cárcel de Navalcarnero para celebrar el día de los santos, porque mañana domingo no tenemos misa, y por eso con los muchachos de la cárcel hemos celebrado la Eucaristía desde la experiencia de sentirnos convocados por Dios a la felicidad. Hemos descubierto que Dios quiere que todos seamos felices y que desde esa felicidad podamos también hacer felices a los demás. Ha sido una Eucaristía también especial porque hoy nuestra voluntaria Carmen, que la semana pasado tuvo que ir a enfermería, no estaba con nosotros y todos han preguntado por ella, y ha habido momentos de especial emoción cuando nos decían cómo la veíamos, o como había pasado la semana, incluso a veces de parte de chavales que no hablan mucho o que pasan más desapercibidos pero que desde luego saben lo que es agradecer a alguien que día a dia se preocupa por ti.
Siempre que nos toca proclamar este evangelio de las bienaventuranzas en la cárcel experimento como una doble sensación al principio: por un lado se me hace difícil proclamarlo porque el contexto de dolor y de pobreza que allí se respira a veces hace que se haga difícil proclamar un mensaje de esperanza y de felicidad como el que aparece en el evangelio, pero por otro lado se me hace carne casi cada una de las bienaventuranzas que allí se proclaman, porque no son palabras vacias sino que en muchos casos soy capaz de poner rostro a cada una de ellas, y cuando los miro al leerlas no son palabras teóricas sino tremendamente vivas y presentes en cada una de las vidas de los muchachos que están allí delante. Pero también es verdad, que siempre después de la celebración y de la proclamación de las bienaventuranzas cada año en la cárcel salgo fortalecido a todos los niveles, a un nivel de fe porque descubro que son ciertas, que son verdad, que no son un invento sino que esa llamada a la felicidad es tremendamente real; y a un nivel humano porque esos pobres, y desgraciados de la vida me hacen descubrir la mayor de las felicidades y de los encuentros con el Dios de la vida que jamás puedo tener..
En la primera misa que ha celebrado el otro compañero, se me ha acercado Juanjo, nada más llegar para preguntarme por Carmen; lo ha hecho con un semblante serio, desbordando cariño y preocupación: ¿Cómo está Carmen”, me ha dicho, he estado todos estos días pensando en ella y al no verla me imagino que no está mejor. Cuando le he dicho que no se encontraba hoy bien para venir, Juanjo, un hombre mayor que hace unos días llorando me decía que era su madre solo me ha dicho “es una gran mujer, y yo la quiero mucho”, y sin mediar más palabra ha ido a sentarse. En el momento de la paz, cuando como siempre me ha dado dos besos Juanjo me ha vuelto a decir que la diera recuerdos, que la diera un beso de su parte y que la dijera que se acordaba mucho de ella; cuando hemos terminado la misa, de nuevo se me ha acercado para decirme: “ dila que rezo por ella, y que ojala pronto se pueda poner bien”, pero apenas ha podido terminar la frase porque enseguida se ha dado la vuelta porque se ha puesto ha llorar, me ha dado un abrazo y se ha marchado.
Cuando le he visto marchar he dado gracias a Dios por él, por su vida, por su cariño desinteresado, por su humanidad; Juanjo se ha sentido especialmente querido por Carmen como otros muchos, él no tiene a nadie y ha sentido que alguien como Carmen ha sido capaz de devolverle la dignidad que probablemente la droga y la mala vida le habían hecho perder; en las lágrimas y en las palabras de Juanjo estaban también las lagrimas y las palabras del mismo Dios que nos decía a todos adelante, que teníamos que seguir, que la vida merecía la pena y que por encima de tantos sufrimientos no estábamos solos. El Dios de las bienaventuranzas se ha hecho presente en este hombre mayor, machacado por la droga pero enaltecido por la fuerza del amor de una persona que le ha hecho volver a sentirse importante, que le ha hecho volver a creer en él, que le ha hecho recuperar de nuevo la esperanza y las ganas de vivir. Siempre nos regala cajas de madera que él mismo hace, y cuando nos las da siempre dice: “yo las hago y no tengo a quien dárselas mejor que a vosotros que sois mi familia, por eso os las regalo con todo mi cariño, y si veis que son muchas se las podeis regalar a quien queráis, son para vosotros”. De nuevo Dios me ha vuelto a hablar en cada gesto de este hombre, y de nuevo Dios se ha hecho presente en el mismo dolor de la enfermedad de Carmen.
Pero también en esa primera misa han pedido varios muchachos por Carmen, entre otros, como no, Antonio, un hombre de cuarenta años que lleva mas de veinte en prisión, que perdió a su madre victima de la droga y el sida y que hace unos días me pedia que yo que estaba más cerca de Dios le dijera a su madre que le perdonase, porque él la había tratado muy mal al final de su vida; y, a su estilo; este muchacho que encarna a los que podríamos llamar “pobres de Dios”, se fía de mí, y me hace depositario de lo más importante que tiene: el amor a su madre, porque a partir de ese día siempre me pregunta si le he pedido perdón de su parte a su madre. Antonio también ha pedido en voz alta por Carmen para que pronto se curara y para que pronto estuviera allí con todos nosotros. En ellos se ha hecho realidad un día más el mensaje de las bienaventuranzas.
La segunda misa la he celebrado yo con todos los muchachos y hemos reflexionado desde el texto de las bienaventuranzas, sobre el mensaje de felicidad de parte de Dios y reconociendo que a veces queríamos conseguir la felicidad por caminos que no eran los auténticos. Nada más llegar se me ha acercado Rolando, un señor panameño que apenas habla, que es tremendamente respetuoso y que pasa como desapercibido y es de los que por no molestar apenas habla; pues Rolando me ha dado un abrazo fuerte al llegar y enseguida me ha preguntado también por Carmen, con un rostro de preocupación me ha dicho que ha “estado toda la semana preocupado por ella, por lo que la paso el otro dia y porque la vio bastante desmejorada, no se me ha quitado su imagen de la cabeza, me ha dicho, y he rezado mucho por ella y por su pronta mejoría, la necesitamos entre nosotros y es una gran persona”. Y en esas palabras de Rolando de nuevo he podido descubrir el cariño de Dios que se sirve de sus hijos mas machacados, más pobres y más desvalidos para demostrarnos su amor y para decirnos que El también esta preocupado por Carmen, pero que también en cada cariño de os muchachos nos hace presente su cariño y su cercanía.
Hemos experimentado esa felicidad universal a la que Dios nos convoca y como nosotros Dios quiere que seamos felices haciendo felices a los demás, y que esa felicidad podemos hacerla entre todos incluso en la cárcel, haciéndola cada día más humana, mas al estilo del evangelio; que entre todos podemos hacer que esa cárcel pueda llegar casi hasta ser un “lugar feliz” donde a pesar de tanto sufrimiento y dolor la transformemos dia a dia.
Hemos descubierto que Dios nos quiere a todos felices, felices ahora ya, desde este mismo momento, porque El es nuestro Padre-Madre que está siempre a nuestro lado, nos quiere y vela por todos nosotros. Muchos son los que han repetido las palabras del Salmo en el momento del eco: “ayúdanos a centrar nuestra vida en aquello que hace felices a nuestros compañeros, a nuestras familias para ser felices nosotros…” y al escuchárselo en sus labios volvía a sentir la llamada a la felicidad del mismo Dios en medio de aquel lugar de sufrimiento, de dolor pero a la vez de esperanza, de vida y de futuro. Hemos ido viendo que todos aspiramos a esa felicidad y que además hay mucha gente que también dia a dia hace felices a los demás, y en silencio hemos dado gracias por ellos y por ellas, por esas personas que hacen ese mundo mejor cada día para todos; ha sido un silencio expresivo, un silencio que después ha ido arrancando en esas peticiones que siempre hacemos por nosotros, por nuestro mundo y por todos los más pobres y necesitados tanto de la cárcel como de nuestra sociedad. Hemos recordado también a nuestras madres que como dice siempre Santi “son las que más sufren porque estemos allí” y nos hemos vuelto a sentir abrazados por ese Dios misericordioso y afectivo en cada uno de los abrazos que nos hemos dado en el momento de la paz. El momento de la paz es un momento especialmente sagrado en la Eucaristía de la cárcel, es un momento donde en cada abrazo todos intentamos hacer presente al abrazo del mismo Dios, nos preguntamos cómo estamos, como nos va, qué nos pasa, nos alegramos con los que se van de permiso o libertad, y sufrimos con los que están decaídos o se encuentran mal; pero lo que es cierto es que en cada abrazo se hace presente el amor de un Dios Padre-Madre misericordioso y afectivo con cada uno de sus hijos.
En el momento de la paz se me han ido acercando los muchachos y de nuevo todos me han ido preguntando por Carmen; Rubén, me decía que la semana pasada no la pudo ver y que la había echado de menos; Rubén toxicómano de hace muchos años, con otro hermano también ahora con él en prisión, y con una vida que le espera con poco futuro, con sida… e incluso hoy un poco puesto, me decía que la diera muchos recuerdos y que la dijera que también él rezaba por ella, que la quería mucho y que además había hecho muchas cosas por él… Junto a Rubén, Oscar, Carlitos, Santi… y en cada uno de ellos el rostro preocupado y cariñoso de Jesús de Nazaret. Ha sido un momento especialmente bonito; yo he llegado a la eucaristía esta mañana con la cabeza y el ánimo bajo, como sin ganas, y ellos, los rostros del mismo Dios, son los que me han transmitido la fuerza del Dios de la vida y de la esperanza, ellos de nuevo me han vuelto a hacer presente a Alguien que esta a nuestro lado. Las bienaventuranzas no se han proclamando solamente hoy en la cárcel, sino que se han hecho vida, se han hecho carne, en cada una de las vidas agradecidas y machacadas de todos estos muchachos. Ojala que Carmen haya sentido también toda su fuerza, ojalá que esa fuerza del amor la que la sane, la que la cure, ojala que por ese cariño de “sus muchachos” pueda seguir hacia adelante.
Oscar también me ha dado un cuadro en cartulina con unas rosas que había hecho para ella por su cumpleaños la semana pasada, pero que se le habían olvidado en el chabolo; son rosas hechas con hilo y con papel y que tienen mucho trabajo, “tienen mucho trabajo pero solo se las hago para la gente que de verdad para mi son importantes”, me ha dicho Oscar. En el cuadro Oscar ha escrito una dedicatoria para Carmen: “ Carmen te deseo lo mejor en tu día, y aprovecha esta oportunidad que te ha dado el Señor. Que cumplas muchos más. Un beso muy fuerte de este amigo que te quiere y un abrazo muy fuerte”; no he podido evitar una vez más que se me cayeran las lágrimas de emoción y de alegría, de esperanza, de futuro, de vida… y evidentemente eran lágrimas que transparentaban las mismas lágrimas de Dios y hacían descubrir su presencia en tanto cariño desbordado; cuando se ha despedido Oscar, de nuevo solo me ha dicho con lágrimas de nuevo “dala un fuerte abrazo y que se recupere pronto”.
Terminaba la oración final que rezábamos “haznos experimentar esa felicidad de la que Tu nos hablas”; y al terminar de nuevo se me ha acercado Rolando, me ha abrazado con todas sus fuerzas y me ha vuelto a decir que le transmitiera ese abrazo fuerte a Carmen, que la dijera que no estaba sola, que la echaban de menos y que él quería que pronto estuviera allí con nosotros. Me ha impresionado porque Rolando nunca dice nada y hoy se ha deshecho en decir cosas bonitas para Carmen, quizás Dios estaba también hablando a través de El…
En los pobres un día más Dios se nos ha manifestado y nos ha hecho descubrir la auténtica felicidad, en tanta debilidad compartida nos ha manifestado la fuerza de su amor; en la debilidad de la enfermedad de Carmen, de la soledad de Rolando, de la vida sin futuro de Rubén, del dolor por el delito cometido de Santi, del sinsentido vivido de Antonio, o de la vida encarcelada de Juanjo, se ha hecho presente la ternura y la debilidad del Dios encarnado en Jesús de Nazaret, y desde la cárcel de Navalcarnero de nuevo sus palabras han cobrado mucho más vigor y realidad “Dichosos los pobres… los que lloran… los sufridos… los perseguidos…. Los misericordiosos…. Porque ellos son los que entienden realmente a Dios y hacen presente su cariño, su vida, su esperanza y su nombre en medio de todos nosotros.”
Navalcarnero 31 de Octubre de 2015