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A juicio de Santiago Cantera, Prior del Monasterio del Valle de los Caídos, el patriotismo es ?una virtud de la Ley Natural?? y, de ahí, que tengamos ?el deber moral de procurar el bien de España??
La patria es ?la prolongación de la familia??, una ?persona moral?? y ?hay que sentir por ella lo que se siente por los padres??
El monje benedictino llama ‘raza cósmica’ al ?abrazo de mestizaje con los pueblos indígenas bajo el abrazo redentor de la Cruz??.
«Porque se cuestiona su propia existencia, (de España), se menosprecia su Historia, se duda de ella como proyecto común y se han socavado los pilares del orden moral que fundamenta la vida en sociedad??.
(Lo que está entre comillas y con letra cursiva es cita literal de Santiago Cantera, actual prior del Valle de los Caídos)
He aquí unas afirmaciones de Santiago Cantera, el prior de la abadía benedictina de La Santa Cruz del Valle de los Caídos, en una entrevista para ?Religión Digital??. Procuraré comentar sus afirmaciones por orden numérico.
1º) El concepto de «Ley natural» es, en los días de hoy, muy controvertido. Los clásicos fundamentaban esta ley en la providencia de Dios, y esta argumentación alcanzó su cenit en la Edad Media, de tal manera que santo Tomás de Aquino así la cataloga: «la ley natural no es otra cosa que la participación de la ley eterna en la creatura racional [Santo Tomás de Aquino, S. Th. I-II, 91, 2, c]. Aristóteles, sin embargo, gran inspirador de Tomás de Aquino, afirmaba, sobre la conciencia, y el conocimiento, que el ser humano nace con la conciencia «tanquam tabula rasa», aunque él lo decía en griego, pero yo me lo aprendí en latín. Y esto quiere decir que no hay ninguna predeterminación natural que afecte el conocimiento humano. Mas o menos es lo que se piensa en la época moderna, por lo que hay la tendencia a negar la prevalencia, tanto cronológica, como biológica, como metafísica, de la naturaleza sobre el aprendizaje.
Y lo mismo sucede con el «derecho natural». Podemos resumir el tema, en lo que nos interesa para hoy, así: en los asuntos de la naturaleza física, en todas sus vertientes, es «Ley natural» la que siempre se ha comportado igual, y así has sido observado, en el paso de los siglos. La ley de a gravitación universal, y las que descubre la ciencia, tienen esa característica. Otra cosa es la pretensión de que hay una «ley natural» que rige también para el conocimiento, y el comportamiento humano, algo en lo que predomina, y convence más, la teoría aristotélica de la tabla rasa, y de que las leyes que llamamos morales, o éticas, el hombre las aprende por aprendizaje, mientras va, al mismo tiempo, creando y cultivando la cultura, parte importante de la cual es la «cultura jurídica y la ética».
Así que, contradiciendo la teoría del prior del Valle de los Caídos, el amor a la patria entra dentro de los comportamientos nítidamente humanos, y no puede estar sujeto a una ley natural previa. Además, hay que matizar el concepto de Patria, que se suele definir como la «tierra, el entorno vital de los padres y antecesores», hasta un tope de tiempo generalmente muy amplio, y distinguirlo del Estado, que, en comparación con la Patria, concepto casi biológico, es una institución realmente reciente, y que pasa por vicisitudes que dependen, no de predeterminaciones naturales, sino de decisiones socio-político-jurídicas.
2º) La Patria, como prolongación de la familia, no deja de ser un concepto voluntarista, y sentimental. Además, ¿de qué familia habla D. Santiago, de la politeísta de. Antiguo Testamento, de la familia, romana basada en la relación afectiva del matrimonio, y en el sistema de poder que permitía la esclavitud, en la familia victoriana, con toda su carga de hipocresía, en la familia moderna, que puede ser monoparental, hétero o homosexual, etc.,? Porque lo que deducimos de las afirmaciones del prior es que sólo acepta la «ley natural» para la compresión y el desarrollo conceptual de la institución matrimonial, algo que solo sería aceptable por los católicos, ni siquiera por los cristianos que se quieren regir por el Evangelio, y respetuosos de la legítima autonomía de la sociedad civil, y su derecho positivo. ¿Y quién es Don Santiago Segura, o el mismo Magisterio de la Iglesia, para mandar a los seres humanos que amen a la patria como a sus padres?
3º) La raza cósmica. El concepto es muy bonito, pero como todas las entelequias utópicas, no pasa de una ilusión grandilocuente de una españolidad vetusta y sobrepasada, que sigue celebrando el «día de la raza», y ensimismada en el delirio patriótico de una Historia, que efectivamente, ha sido, y lo sigue siendo, muy grande, pero que no necesita recreaciones pseudo literarias para sentirnos orgullosos de ella.
4º) «Porque se cuestiona su propia existencia, (de España), se menosprecia su Historia, se duda de ella como proyecto común y se han socavado los pilares del orden moral que fundamenta la vida en sociedad??. Esta proposición la he transcrito entera, porque me parece que es la que más refleja la actitud y el sentimiento moralista del monje benedictino, en lo que resulta un fiel reflejo de una visión pesimista de la sociedad, en esta caso española, e incluso, la de todo el mundo, muy diferente y alejada del maravilloso equilibrio de las enseñanzas el Concilio Vaticano II, del que, evidentemente, el prior de Cuelgamuros no es uno de sus más eximios ni representantes ni seguidores. Iré refutando las tres afirmaciones:
a) Se menosprecia su Historia. Toda persona sensata sabe que la Historia es tan compleja que nadie la sabe ni la puede contemplar entera, ni de una persona, cuánto menos de una colectividad como una nación, en esta caso, España, que ha pasado por tantas vicisitudes, y ha sido contemplada por tantos y tan diferentes testigos: vencedores y vencidos, poderosos y vasallos, privilegiados y desheredados, clarividentes y romos. Lo que indica el también historiador benedictino es que, desde su punto de vista, los que ven la Historia de España de manera diferente a la suya, lo único que hacen es un menosprecio de lo que para él talvez son grandezas, y para el otro observador no son ni tantas ni tales.
b) «…se duda de ella como proyecto común». En primer lugar, hay que dejar bien claro que todo ser pensante tiene libertad para observar, y desde su punto de vista, y según las conclusiones de su observación, opinar, también de modo diferente de la doctrina oficial. Un ejemplo: en tiempos del franquismo se nos enseñaba en la escuela que unidad española, de todo su territorio, y sus reinos, sucedió en 1492, con la toma de Granada por los Reyes Católicos. Algo que es rigurosamente falso: el rey navarro Enrique III de Navarra, el de la famosa frase, para poder ser también rey de Francia, «París bien vale una misa», y fue rey de Francia y Navarra hasta su muerte en 1610. Sólo después de la Revolución francesa, de 1789, Navarra pierde su categoría de Reino. Pero hasta bien entrado del siglo XIX tuvo el privilegio acuñar su propia moneda, y de gestionar y cobrar sus propios impuestos. ¿Se va a incomodar el monje benedictino con estos datos, rigurosamente históricos, y admitidos ¡hoy por todas las corrientes, porque hay documentos probatorios en los archivos de Navarra? Es decir, la unidad española con los Reyes Católicos no solo es una entelequia, sino una gran mentira, interesada, ¡claro está!, para el concepto, en la época del dictador, de la España Imperial.
c) «… se han socavado los pilares del orden moral que fundamenta la vida en sociedad??. Choca mucho, y a mí me indigna y me enoja, por decirlo tan suavemente como los latinos, que un prior benedictino, en un monasterio propiedad del Estado española, que podía perfectamente anular la concesión que, de acuerdo con las dos partes, se concedió al final de los años cincuenta, no se diera cuenta de que los pilares del orden moral solo se han socavado con la libertad democrática, y no lo notaran los benedictinos, quienes, durante todos los años del Gobierno del dictador cruel, injusto, lo recibieron con honra, para celebrar los aniversarios de la muerte de José Antonio Primo de Rivera, en la Basílica del Valle de los Caídos. Y Franco sí, según todas las apariencias, y el consenso de, por lo menos, la mitad de los españoles, ese gobernante sí, fue actor de un gravísimo «delito de rebelión», a quien, después de cuarenta años de su muerte, el señor Prior de la Abadía del Valle de los Caídos, pretende, a toda costa, que se siga exaltando y reverenciando. No se escandalice, señor prior, de la degradación del orden moral de nuestra sociedad, porque quien calla ciertas cosas verdaderamente monstruosas, y se escandaliza d otras menores, bien puede caer en los que los moralistas llaman «escándalo farisaico» .
Así que solo confiamos en que el Señor nos saque de este desbarajuste que pinta nuestro apreciado Prior. Efectivamente, ¡que Dios nos libre!