Desde hace 2000 años se nos ha enseñado y enfatizado a ver a Jesús de Nazaret solamente como Dios, un ser divino, todopoderoso, lo que en consecuencia a conducido a tener en nuestra mente una imagen de Jesús de Nazaret como un ser que está en el cielo, distante, alejado de las realidades, indiferente a nuestros problemas personales y mundiales, imposible de seguir y reproducir en nuestras vidas los actos y palabras de Jesús el carpintero.
Si queremos saber como actúa Dios, debemos de mirar como actuó Jesús, el rostro humano de Dios. Los Evangelios esencialmente no muestran un Dios abstracto, despreocupado de los asuntos personales, del mundo y la historia.
La Biblia, en especial los Evangelios, por el contrario nos muestra un Dios muy humano, cercano, que camina con la gente, que se cansa, come, comparte con todos, asiste a fiestas y ¡¿por qué no?! se dio unos tragos que contenían alcohol. En la Palesina del Siglo I era parte de la comida judía beber vino y no olvidemos la «?ltima Cena», donde Jesús y sus seguidores bebieron vino con alcohol, no era jugo de uva, este ultimo se conocía como ?mosto». Asistió a una bodas nos relatan los Evangelios, bodas que por de más duraban días según la costumbre de la época.
Los Evangelios nos informan que nació pobre como millones de niños en el mundo de hoy. En Lucas 2,40.50 nos dice que el niño crecía, se desarrollaba en edad tanto para Dios como para el pueblo. Jugaba, se le perdió a sus padres en una peregrinación, aprendería desde pequeño el Tora, carpintería de parte de su padre José.
Como cualquiera de nosotros tiene sus necesidades de descansar como cuando se durmió en la barca y le dio sed en Samaria y le pide agua a la samaritana. Como todo ser humano tiene sus emociones como cuando se emocionó de alegría y dijo: «Yo te bendigo, Padre, porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes y se las has mostrado a la gente sencilla», Lucas 10,21.
Es muy posible que incluso haya cometido errores. Cuando asistió a las bodas de Caná su madre María intercede pidiéndole vino porque se había terminado, el Profeta Jesús les responde aparentemente molesto «¿Qué tengo yo contigo mujer?» Juan 2,1-12. Es frecuente observar en los Evangelios que Jesús le dice a la gente que no digan los milagros y sanaciones que realiza y aún así la gente lo dice. Si Jesús todo lo sabía no se expondría públicamente a decir que no lo digan. Otra dimensión humana del Nazareno, es el relato de Juan 11,33-34 que nos muestra que Jesús lloró frente a la tumba de su amigo Lázaro, como cualquiera de nosotros sentiríamos la pérdida de un ser querido.
Un detalle muy lindo y humano de el Nazareno es el que nos cuenta Juan 21,1-14 donde después de la resurrección le preparó un asado o parrillada a sus seguidores. El Mesías era de tanto compartir con la gente de la calle que los líderes religiosos lo critican (como actualmente lo harían los santurrones) acusándolo de borracho, comilón y amiga de gente pecadora, Marcos 2,15-16.
El Maestro Jesús tuvo miedo, temor y angustias y hasta se sintió abandonado por Dios como demuestran los tres relatos evangélicos de la pasión y muerte. Como cualquiera de nosotros podemos llegar en un momento de una gran crisis personal o familiar a poner en duda la existencia de Dios o sentirnos abandonados ante las cruces de la vida. Sobre la expresión de Cristo en la cruz: «Dios mío, Dios mío, porqué me abandonaste» hay consenso entre la mayoría de los teólogos y exegetas que es muy probable que son palabras históricas de Jesús. Estamos en desacuerdo con la interpretación de algunos líderes religiosos de que Jesús en la cruz citó el Salmo 22. Decir que sólo se trata de una mera repetición en labios de Jesús del Salmo 22 es negar la naturaleza humana de Jesús el Cristo.
A modo de muestra hemos descrito una imagen de un «Dios con nosotros», como profetizara sobre el nacimiento del niño Jesús el profeta Isaías una vez, a quien llamó «Emmanuel». Jesús para los cristianos nos presenta un Dios bien humano, es decir cercano de cada uno de nosotros, un amigo que nunca falla, compañero de camino, que nos anima mediante su Espíritu, nos fortalece y ayuda en nuestros problemas de cientos y diversas maneras y formas.
Dios no está en las nubes, lejano, distante o indiferente a la historia universal y personal de cada uno. Dios está en el mundo, se encarnó, se hizo carne, se hizo uno de nosotros en su nacimiento, vida, muerte y resurrección. Se humilló aún siendo Dios como dice el famoso himno en la carta a comunidad primitiva de los filipenses.
Un Dios que nos ama locamente desde adentro y desde afuera, que nos rodea y está dentro de usted y en particular en sus hermanos sufrientes como las víctimas del SIDA, los sin casa, los que pasan hambre, los millones que han perdido sus empleos como producto de la crisis actual, las víctimas de las guerras, los abusados, discriminados, los niños y niñas explotados en trabajos laborales, los débiles, indefensos y marginados.
* Roberto Torres Collazo es activista puertorriqueño residente en Massachussets