¿Cree realmente Benedicto XVI que ?Dios es amor?? como proclamó en su primera encíclica? Esta es la pregunta que algunos y algunas nos hacemos con perplejidad, después de leer la segunda de ellas. Aquellas y aquellos que, gracias a la libertad que nos reconocía el Concilio Vaticano II, nos atrevimos a estudiar la Biblia, descubrimos un día que la imagen del Dios Padre Amoroso que se dibuja en la parábola del ?hijo pródigo (un padre que lo perdona todo sin hacer recriminaciones al hijo arrepentido) era diametralmente opuesta a la imagen del Dios Justiciero y rencoroso en el que se nos había educado. El mismo en el que, según el Papa, creían los antiguos judíos (y, por lo visto, siguieron y siguen creyendo los llamados Santos Padres de la Iglesia Católica).
Por eso las preguntas surgen espontánea e ineludiblemente al llegar a la última parte del documento en cuestión, donde se ?prueba?? la existencia del Purgatorio. ¿Es compatible un Dios que ??perdona la culpa pero no la pena?? como dice la doctrina eclesiástica tradicional (que muchos habíamos olvidado y que ahora recupera Benedicto XVI), con el Dios Padre de Jesús de Nazaret? y ¿Cuál es el objetivo de dicha recuperación?
No parece lógico que la intención del Papa, al escribir esta segunda encíclica, fuera la de recordar a sus incondicionales dos cosas que ellos nunca han podido olvidar, como son la existencia del Purgatorio y la posibilidad de acortar (para sí y para otros) la estancia en él con ?oraciones, buenas obras y limosnas??.Porque quienes creen ciega e incondicionalmente en la ??infalibilidad?? de los papas las tienen muy presentes, ya que su vida es un constante ?santo temor de Dios??. Infalibilidad que, por otra parte, cae por su propio peso a pocas nociones de historia del cristianismo y de la Iglesia que se adquieran. (De ahí la reticencia de parte del clero dominante a que los fieles, en especial los jóvenes, aprendan a pensar y discernir por su cuenta).
Tampoco sería serio que pensáramos que la intención de Benedicto XVI, al redactar este documento, fuera la de hacer publicidad de la recién inaugurada línea aérea vaticana, creada especialmente para peregrinaciones, aunque el posterior anuncio papal de conceder ?indulgencias?? a quienes peregrinen a Lourdes, nos lo haga maliciar.
Un motivo mucho más trascendente parece inspirar los dos tercios primeros del documento en cuestión: su deseo de alertar, a todos aquellos y aquellas que decimos luchar por un mundo mejor, sobre el peligro de la tentación de soberbia si pretendemos prescindir de Dios para ello. En esto, todos los creyentes podemos estar de acuerdo. Entendemos perfectamente la preocupación papal y la compartimos.
Lo difícil es averiguar, a través de esta encíclica, sobre qué Dios nos está hablando Benedicto XVI; pues en dos tercios de la misma nos orienta hacia el Dios Misericordia, capaz de entregar a su Hijo Amado por el bien de la Humanidad y, en el tercio restante, hacia el Juez severo e implacable que no consiente ningún atisbo de imperfección a su vera. Tal vez la clave nos la pueda dar aquella sabia sentencia evangélica que dice:??por sus frutos los conoceréis??.
Nadie puede poner en duda la gran formación filosófica de Benedicto XVI, la cual evidencia en cada una de sus intervenciones. Pero ¿sus bellas y abundantes palabras se corresponden con los hechos? Dice sentir un profundo dolor por el sufrimiento del Mundo, mientras hace la vida imposible a quienes están elaborando teologías liberadoras de los oprimidos y oprimidas en los cinco continentes. De manera especial, investiga y castiga a los teólogos latinoamericanos y a las teólogas feministas. Sin embargo, ellos y ellas no prescinden de Dios en su concepto de la defensa de la vida, muy al contrario. El antagonismo hacia la Teología de la Liberación por parte del ahora papa, viene desde muy lejos, cuando todavía era cardenal ¿Por qué?
– Tal vez la razón sea porque esos teólogos y teólogas se solidarizan con las y los discriminados, empobrecidos y desheredados de la Tierra, a los que desean liberar aquí y ahora, mientras que la Justicia del Reino de Dios que defiende Benedicto XVI parece que queda aplazada hasta después del Juicio Final, cuando el Señor le dé a cada uno su merecido, en la otra vida
– También podría deberse el antagonismo del Papa a que esas teologías liberadoras contemplan la defensa de los Derechos Humanos de los pueblos expoliados por el poder económico del Primer Mundo (al que pertenece el Estado Vaticano el cual, como tal, todavía no ha ratificado la Carta Magna).
-Y, sobre todo, debe ser porque los susodichos teólogos y teólogas, al asumir el eslogan del Forum Social Mundial que afirma que ?otro mundo es posible??, suelen añadir la coletilla de que?? también ?otra Iglesia es posible??, a la cual ellos sueñan abierta , igualitaria, sinceramente posicionada del lado de la causa de los pobres, servidora y austera. Sueño que se estrella contra la realidad de una Iglesia oficial cerrada en sí misma, clasista, patriarcal, descaradamente partidaria de un sistema político-económico que genera injusticia social por naturaleza y acaparadora de privilegios, propiedades y tesoros.