Enviado a la página web de Redes Cristianas
No sé a ustedes, pero a mí, las campañas electorales me suben la autoestima. Ver a los candidatos hacer el ganso en televisión para camelarme, escuchar sus maravillosas promesas y soluciones, verlos regalar simpatía y querer por doquier y contemplar acalorados debates entre rivales y, en el minuto de oro, pedirme el voto tan sumisos y humildes, hacen que me sienta relevante y decisivo. Me hacen sentir como si el futuro de España dependiera de mi voto. Me hacen vivir los quince días más gratificantes de cualquier legislatura. Lástima que ese subidón de autoestima llegue a su fin a las pocas horas de introducir mi voto en las urnas.
Sí, mis queridos conciudadanos, esos días de gozo terminan para mí cuando veo a los partidos políticos llevar a cabo el recuento del botín; cuando tomo conciencia de que el voto que les di ya no me pertenece y ahora serán ellos los que lo administren a su antojo; cuando compruebo que se han olvidado de aquellas fantásticas y seductoras promesas electorales; cuando tengo la certeza de que en toda la legislatura ya nadie me volverá a pedir el voto para tomar decisiones importantes. Sí, amigos míos, esos días de regocijo terminan cuando los ganadores me dan la espalda, desaparecen de los debates, comienzan a abusar de su poder y se vuelven antipáticos y engreídos.
. Valladolid