Derribar los muros de un gueto: el ?comercio sexual? -- Juan Luis Rodríguez Luque Miembro de Comunidades Cristianas de Base, Socio de ApDH-A.

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Algunos países decidieron, hace no mucho tiempo, legalizar y regularizar el ?comercio sexual?. Ello supone asumir la ?realidad? en lugar de manipularla ?ideológicamente?. Donde se prohíbe o tolera este hecho, sólo sirve para prolongar en el tiempo uno de los ?guetos? que aún perduran en las modernas y avanzadas sociedades.
Un punto primordial en el asunto es que la ciudadanía llegue a considerar a tales profesionales y a sus clientes con los mismos criterios y valores con los que acepta y respeta al resto de actividades que se desarrollan normal y legítimamente en el ámbito social.

Resulta incomprensible que, en estos tiempos, los legisladores del resto de países aún no se hayan atrevido a abandonar esa postura esquizoide, con respecto al comercio sexual, de ??no, pero sí; sí, pero no??-. Han sido capaces, sus señorías, de permitir la ?libre circulación de capitales?, mirando sólo sus ventajas y cerrando los ojos a sus mortíferas consecuencias: millones de parados y de empobrecidos; cientos de empresas desapareciendo cada minuto; etc. En cambio, ignoran y dan la espalda a un comercio que algunos de ellos, también, utilizan como tantos ?grandes? personajes de la élite social.

Por qué tan prolongada indecisión. Qué misteriosa razón ?ética? o ?religiosa? lo impide. O, es debido, como en tantas ocasiones, a que los legisladores de turno no dan un paso mientras la mayoría social no se lo demande. Y, para colmo, la mal llamada ?prostitución? arrastra un secular estigma o sambenito de profesión vergonzante e inmoral; así que, la clase política establecida prefiere callar y mirar para otro lado; como tantos de nosotros que nos consideramos ?buenos?.
Tenemos lo de siempre, los potentados quedan bien al cubrir de joyas y regalos millonarios a las famosas ?pretty women?; pero, las que continúan trabajando a ?pie de calle? han de temer a los ?chulos? y a las detenciones policiales. Y eso, que alguien muy respetado, aunque poco secundado, un tal Jesús de Nazaret dijo que: ?las prostitutas nos preceden en el mundo nuevo??.

Es lógico, ellas son capaces de dar tanto (caricias, atención, comprensión, ??) a cambio sólo de unos manoseados billetes. Justo lo contrario de lo que hace la hipócrita minoría mayoritaria: ?engordar sus cuentas corrientes con dinero procedente del sudor y la sangre de otros, corromper a políticos y funcionarios u ocultar el dinero entre tanto paraíso fiscal?. Esta es la genuina ?prostitución?, que no nos indigna debido a las anteojeras culturales.

Ante todo esto, las ONG´s, las Asociaciones vecinales, los Sindicatos, los Partidos políticos y la Ciudadanía consciente podríamos hacer mucho más.
¿Cómo y cuándo? ??
Tratando de ser útil, ahí van unas ideas para ir deshaciendo el entuerto ideológico.

1.- LA SEXUALIDAD HUMANA.

Resulta incuestionable que todo ser humano es una criatura ?sexuada? dotada de apetencias por satisfacer sus impulsos sexuales, en solitario y, sobre todo, acompañado, a lo largo de su existencia; aproximadamente, desde la pubertad hasta la más avanzada senectud.
La sexualidad, por tanto, es algo natural en la conducta humana; resultando un ingrediente básico en la construcción de la ?salud? personal. Constituye una de las necesidades ?fisiológicas? del ser humano, concluía E. Fromm.

S. Freud puso, por fin, de manifiesto la importancia de una sexualidad sana para evitar toda la gama de ?neurosis? procedente de una educación rígida e hipócrita. Señaló la influencia del entorno cultural y el propio ámbito socio-familiar ?inmerso en una maraña de prejuicios, desinformación, temores infundados, abusos o violaciones- en la construcción de esas actitudes de rechazo o perversiones sexuales que alteran la normalidad psíquica e impiden unas interacciones íntimas, mutua y plenamente, satisfactorias. Porque la sexualidad es uno de los impulsos humanos que nos abren ?al otro?, al diferente; es una vía de escape para salir de la asfixiante o incestuosa atmósfera maternal-familiar-clánica-tribal-étnica y sociocultural.

El que las relaciones sexuales se practiquen en solitario, en pareja o más miembros; con personas del mismo o distinto sexo, de forma gratuita o a cambio de un precio, en principio no tienen nada de inmoral ni de nefastas consecuencias; siempre y cuando se trate de actos voluntarios y libres entre sus participantes; donde nadie busque un interés oculto, con la pretensión de dañar o perjudicar a otros. No se trata de ?sacralizar?, ni de hacer ?apología? de la práctica sexual indiscriminada; simplemente, ?normalizar? un fenómeno de gran importancia para el ?desarrollo personal? y la armónica convivencia social.

Evidentemente, no se pueden negar ni soslayar la importancia de los ?afectos? y ?emociones? que rodean a la sexualidad. Las ?casas de citas? no rebosan de clientes cuya vida amorosa-sexual sea bastante satisfactoria: Y esto es lo importante. Sin embargo, hasta hoy, mucha gente busca la vía rápida de pagar por un encuentro sexual; por eso hay que ?legislar y regularlo?. Lo vergonzante para una sociedad, con su gobierno como primer culpable, es que haya personas forzadas a ?vender su atractivo sexual? para tener que subsistir. Quienes se ?prostituyen? son las autoridades, los funcionarios o empresarios por dejación o acoso sobre esas personas.
La religión y la costumbre social, impuestas sin propiciar el análisis crítico, vienen siendo quienes marcan los límites de lo permitido y prohibido en materia sexual.

A estas alturas de la historia, ya sabemos que las relaciones sexuales no dependen de un contrato matrimonial, sino de la voluntad de las partes. Y, el que sea de carácter ?hetero-homo o bisexual? es algo que sólo compete a la opción o preferencia de los propios individuos. Es decir, que el ?grupo social dominante? no puede imponer en ?qué consiste la relación sexual?; ni tampoco, ?con quién se puede mantener?, exceptuando a los menores y personas discapacitadas. El papel de las Instituciones sociales consiste siempre en detectar, analizar y velar por que los comportamientos de individuos, grupos y organizaciones no dañen o perjudiquen a ?otros? de forma directa o colateral, en sus ?derechos y libertades fundamentales.
Desde luego, la naturaleza es variopinta, la diversidad es su norma (en plantas, en animales, etc.).

Incluso en los seres humanos (estatura, masa corporal, color de piel), encontramos una amplísima variedad. No sólo, en lo somático y en las capacidades intelectuales, sino también, en las preferencias sexuales (los hay con más apetito y con menos, con tendencia al sexo contrario, a los dos sexos y al propio sexo) e incluso nacen criaturas con los dos sexos y, quienes muestran unos genitales que, al cabo de unos años, les aterra mantenerlos porque se identifican con el otro sexo.

No estaríamos hablando de graves traumas, de llantos desgarradores, ni de silencios escandalosos ?? si a las minorías mayoritarias no se les hubiese ocurrido imponer a sangre y fuego su particular y falsa ?visión? sobre la sexualidad.
Es terrible, injusto e irracional el que la mujer haya tenido que soportar durante milenios un papel supeditado al varón, considerada como un ser inferior. Obligada a luchar por conseguir su libertad y su plena igualdad frente a los dominantes varones.

Y, que, aún hoy día, con los conocimientos científicos tan vastos, gobernantes y religiosos insistan, basándose en la simple ?costumbre? o en una ?cita bíblica? sacada de contexto, en desvalorizar a la mujer y en perseguir a quienes, por ?naturaleza?, tienden a preferir a personas de su mismo sexo para unas relaciones íntimas; sin que suponga ningún riesgo ni peligro para el resto de ciudadanos.

No cabe duda, mucha gente continúa siendo perversamente diabólica, al declararse ?creyente? o ??idealista?: cuando permite que la mujer siga supeditada a los dictados de los varones; cuando esclaviza o considera inferior al negro o al empleado doméstico; cuando extermina a judíos o palestinos, a saharauis o gitanos, a comunistas o disidentes; cuando suscita odios y enfrentamientos con las otras religiones; cuando deja en la miseria a otros; cuando cada noche nos vamos a la cama con la conciencia tranquila sin haber defendido a los ?débiles?.

Nadie sensato cuestiona la importancia ni la lógica preocupación social, suscitada en las naciones modernas occidentalizadas, por la abundancia de separaciones matrimoniales o divorcios, por la reticencia a contraer matrimonio o a mantener una relación de pareja estable, ?porque mucha gente parece optar por unas relaciones abiertas, promiscuas, sin compromiso de ningún tipo-. Tampoco es baladí que el número de nacimientos haya descendido significativamente, poniendo en jaque el relevo generacional. O, que el índice de ?familia monoparental? se haya disparado.

Evidentemente, el cambio de mentalidad juega un papel importante en esta materia. Sin embargo, estamos perdiendo de vista la influencia que en todo este asunto ha tenido que ver el ?modelo? y la ?situación económica? desarrollados durante los últimos 50 años: bajos salarios, mínima protección social, horarios y jornadas laborales ?antifamiliares?, pisos carísimos, pequeños, mal ubicados, con deplorables infraestructuras. Es decir, la ?clase política? se ha limitado a dejar hacer a los ?poderes económicos? y ?? nuestro presente es su resultado.

Pero, mediante miedos, con prohibiciones de aborto o de anticonceptivos, etc., no se dirige una sociedad democrática de ciudadanos libres. El problema radica, entonces, en el enfoque erróneo dado a la economía, tanto del modelo ?keynesiano?, llevándolo al extremo de expandir la demanda agregada, incitando a un consumismo y a un lucro irracional e imparable que genera ?burbujas? devastadoras; como del actual modelo ?neoliberal?, volviendo a potenciar la privatización de toda oferta productiva para quienes puedan costearse esos bienes y servicios.

Este es nuestro dilema: -atender solamente las necesidades de los que posean ?dinero?- o, -cubrir las de todo el mundo-.

El egoísmo de muchos, la ceguera de tantos liberales y socialistas, más la deficiente educación de la ciudadanía nos ha conducido a este callejón sin salida.
En la historia encontramos demasiados casos donde la ?alta sociedad? -papas y reyes, nobles y burgueses- han tenido amantes, favoritas o concubinas, incluido un derecho de pernada sobre plebeyas y criadas; sin olvidar la multitud de ejemplos en que los ?grandes señores? se decantaban por efebos o amantes del mismo sexo. A esto conviene añadir, la frecuencia con que tales próceres iban trayendo al mundo un largo número de hijos, reconocidos o abandonados en la inclusa, que sufrían el desprecio familiar y el escarnio social por el simple rótulo de ?legítimo? o ?natural?; sin que las inocentes criaturas tuviesen culpa en el asunto.

¿Y cuántos se rasgaron las vestiduras por ello?
Hoy, no hemos cambiado mucho, y, a la vista de la situación, por qué no fomentamos una auténtica educación sobre todo lo concerniente a la sexualidad. Ligada a toda la problemática y preocupación que suscita y genera tal dimensión humana.
Así que, manos a la obra, para ir reduciendo conflictos y traumas innecesarios; enmarcándola en actitudes responsables que satisfagan a todas las opciones respetables.


2. LA PROSTITUCI?N REAL, SÍ ES DELITO.

El origen de la ?prostitución?, va ligada, fundamentalmente, con la persona que ?se vende a fines o intereses inadecuados, injustos o contrarios a los profesados públicamente por el individuo?. Esto es, cuando un político, funcionario o profesional de cualquier índole, a cambio de dinero, regalos, prebendas o favores -incumple sus obligaciones, altera sus principios o creencias o transgrede los derechos de otros-.

Por tanto, una madre que vende su cuerpo para dar alimento a sus hijos, como último recurso, no se prostituye. Quien le paga, sabiendo o aprovechando su situación, sí se prostituye.

Todo esto es lo que debiera haberse perseguido y erradicado; al menos, en los países llamados ?democráticos? y de inspiración ?cristiana?. Pero, los que tienen mucho dinero y quienes andan en la esfera del ?poder? no se resisten, todos, a corromperse o prostituirse. Y, como la democracia es representativa y el sistema electoral requiere mucho dinero, mientras no haya?? imaginación ?participación y transparencia??, esta prostitución, tan nefasta y peligrosa, continuará siendo el cáncer que hace languidecer a las sociedades.

3. EL COMERCIO SEXUAL, LIBRE Y CONSENTIDO, UN OFICIO DIGNO.

Las personas mayores desean y suelen mantener, con relativa frecuencia, relaciones sexuales con otras. Para un amplio número se trata de su pareja habitual, debido a un acuerdo más o menos tácito. Otras, valiéndose de sus habilidades y atractivo, logran realizarlo con quienes se cruzan en su camino. No se trata de imponer la ?poligamia? o la ?promiscuidad?; sino el reconocer la ?diversidad? en la cuestión sexual sin descalificaciones a priori e inconsistentes.
Se sabe que muchas personas, por circunstancias y motivos diferentes, están dispuestas a pagar a alguien por tener una relación sexual puntual.
Lo indignante y monstruoso es que, mayoritariamente mujeres, personas pobres y desamparadas sean forzadas, por unos homicidas u obligadas por la penuria, a ?copular? con extraños. Estos casos ocurren, más bien, debido a la ineptitud o complicidad de gobernantes y autoridades al no intervenir pronto y adecuadamente en su ayuda.

Pero, si la cuestión es que determinadas personas deciden voluntaria, libre y conscientemente, ofrecerse en una ?relación sexual ? a cambio de ?dinero o en especie?, con cierta frecuencia; entonces, lo que están realizando es un ?trueque?, una actividad comercial. Es decir, andan ejerciendo un ?oficio? o profesión. Y como tal debiera estar legislado y regulado al tratarse de una actividad no contaminante, nada inmoral ni homicida, como tantos otros comercios legales.

Sin embargo, incomprensiblemente en estos tiempos de progreso científico, muchos gobiernos son renuentes, callan, dejan pasar los años sin concretar tal legislación y regulación, de manera que, ese oficio tan viejo, tenga la normalidad correspondiente para que todo el mundo sepa a qué atenerse en cuanto a sus derechos y obligaciones. Y se eviten, no sólo contagios o enfermedades; sino ya, lo más importante, el descrédito, el oscurantismo, el estigma, la vergüenza y la exclusión social de quienes se dedican, sobre todo las más pobres, a esa labor que sigue demandando gente de toda clase y condición.

Cualquier persona que ofrece su cuerpo para deleite de otro a cambio de dinero o regalos no se prostituye; el cliente, tal vez, si con ello incumple sus deberes u obligaciones.
En la historia, todos los dogmas han acabado cayendo cuando la gente abre los ojos y decide no hacerles caso.
Aspecto muy importante de la cuestión, es orientar y ofrecer empleo a todo el mundo para que nadie se vea forzado a ejercer este oficio. ¿Se lograría, por fin, evitar el dar/aceptar regalos a cambio de sexo?

?El movimiento se demuestra andando?. Que los afectados e implicados hablen a fin de que la Sociedad pueda establecer un marco coherente, respetuoso y satisfactorio para este asunto.
Tratando de ir en esa dirección, veamos este cuarto punto.

4. POR LA INTEGRACI?N SOCIAL Y LA DIGNIDAD DE CUANTAS PERSONAS EJERCEN EL ?COMERCIO SEXUAL?.

*En la declaración universal de los Derechos humanos [O.N.U. 10-12-1948]:
Se dice en el art. 1: ?.. todos deben comportarse fraternalmente los unos con los otros?.
¿Entre hermanos cabe el desempleo, la pobreza o la exclusión de alguien que decida ganarse la vida cobrando por la práctica sexual?
El problema radicaría, entonces, en los gobernantes y quienes les sostienen, al no dar solución a tales situaciones; a pesar de haber jurado, prometido o manifestado defender tal derecho. ¡Y todos ellos permanecen impunes!

Si miramos los artículos 2, 5, 18 y 23:
Art. 2: ?Toda persona tiene todos los derechos y libertades ..sin distinción alguna ..de sexo ..o cualquier otra condición?.
Art. 5: ?Nadie será sometido a ..tratos degradantes?.
Art. 18: ?Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia?.
Art. 23.1: ?Toda persona tiene derecho ..a la libre elección de su trabajo?.
¿Existen motivos racionales para condenar al ostracismo, a la sordidez, a quienes practican el ?comercio sexual??

Podría concluirse que los Gobiernos vienen haciéndolo mal, incumpliendo o infringiendo los ?Derechos Humanos? junto a la ?Constitución:
-Al dejar empantanada esta situación, donde sufren las personas más débiles y pobres.
-Al discriminar al resto de ciudadanos que pagan sus impuestos por cuantos bienes y servicios utilizan; mientras a las personas que ofrecen y consumen ?comercio sexual? las excluye de tributar por una absurda ?descalificación moral?.
La ?pelota? se encuentra en el campo de la ?sociedad civil?. A ver cómo la jugamos.
Málaga, año 2.013