Enviado a la página web de Redes Cristianas
Poco a poco, la depresión económica nos está sumiendo en otra depresión: la psicológica. Si se observa con detenimiento, se verá que la gente anda triste, cabizbaja, abatida, desanimada. Parece que el mundo se nos viene abajo. Hay miedo al presente y nos asusta el futuro. No hay certidumbres. El pesimismo es tal que ya no pensamos que las cosas puedan mejorar, sino que solo son susceptibles de empeorar.
Hoy el pueblo llano no solo ha quedado abandonado a su suerte, sino que es el gran enemigo a abatir. Es como si existiera una especie de confabulación para empobrecer, esclavizar, humillar y destruir a las clases bajas. La clase política, las instituciones y los organismos internacionales, en lugar de defender y proteger a los ciudadanos -que al fin y al cabo ese debería ser su cometido lógico y natural- se han aliado con los poderes económicos para demoler el Estado social.
No sé si esta forma de actuar de quienes manejan los resortes del poder político y económico obedece a una estrategia o es producto de la ignorancia y la estupidez, pero, ahora que ya sabemos, según las últimas investigaciones, que la pobreza merma las capacidades mentales, me inclino por pensar que es una estratagema para hacernos más tontos y vulnerables o, lo que es lo mismo, más dóciles y manejables.
Valladolid