Democratizando otra Iglesia es posible -- Josè Luis Razo Ochoa

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¡Qué palabras acertadas! Nada más espera el Movimiento Internacional Somos Iglesia. Sin embargo al escuchar al Papa se me resuenan las palabras de Jesús: ?Hagan lo que dicen, más no se dirigen según sus ejemplos??.
Franz Wieser / Perú

REFLEXIONES SOBRE LA HOMILÍA DE BENEDICTO XVI, 20-11-10

Reflexión y notas de José Luis Razo Ochoa.

El día de hoy el papa dirigió una homilía con ocasión de la investidura de los nuevos cardenales, bien fundamentada en el Evangelio haciendo resaltar lo que ha de ser la iglesia en su conjunto y, de modo especial, los nuevos cardenales por el servicio al que están llamados.

Entresaco algunos párrafos que he tomado del texto original italiano que se encuentra en el portal del vaticano (www.vatican.va).

DE LA HOMILÍA DEL BENEDICTO XVI EL 20-11-10 EN LA INVESTIDURA DE NUEVOS CARDENALES.

??? Estar unidos a Cristo en la fe y en la comunión con ?l significa estar ?radicados y fundados en la caridad? (Ef 3,17), el tejido que une a todos los miembros del Cuerpo de Cristo??.

??? El Mesías?? no ha venido para hacerse servir, sino para servir: su estilo de vida llega a ser la base de nuevas relaciones al interior de la comunidad cristiana y de un modo nuevo de ejercitar la autoridad.

??? (los discípulos Santiago y Juan) manifiestan la fatiga para comprender el ?éxodo?? necesario de una mentalidad mundana a la mentalidad de Dios????

??? Todo ministerio eclesial es siempre respuesta a una llamada de Dios, nunca es (debe ser) fruto del propio proyecto o de una ambición propia?? ?En la Iglesia nadie es patrón (padrone * ), sino que todos son llamados, todos son enviados, todos son reunidos y guiados por la gracia divina??

??? ¿Quién es grande, quién es ?primero? ante Dios? La mirada va enseguida a la conducta que corren el riesgo aquellos que están considerados como gobernantes de las naciones: ?dominar y oprimir?. Jesús indica a los discípulos una manera completamente diferente: ?Entre ustedes no ha de ser así?. Su comunidad sigue otra regla, otra lógica, otro modelo?. El que quiera llegar a ser grande entre ustedes será el servidor, y el que quiere ser el primero entre ustedes será esclavo de todos?.

El criterio de la grandeza y del primado según Dios no es el dominio (poder), sino el servicio; la diakonía es la ley fundamental del discípulo y de la comunidad y de la comunidad cristiana y nos permite entrever algo del ?Señorío de Dios???

(*) He encontrado estos sinónimos que encajan muy bien en el texto del papa: propietario, dueño, jefe?? Términos todos que implican poder, dominio muy en contra del servicio evangélico que se pide a todos y, en el caso especifico, a los nuevos cardenales.
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Al leer estos textos no deja de sorprenderme el contraste de la teoría expresada por el papa y la práctica manifestada en una ceremonia, con toda la pompa y el boato, resabios de la Edad Media y del Renacimiento, cuyo lastre la Iglesia no deja de sacudirse para semejar más la humildad, el servicio, la pobreza, la sencillez de Jesús de Nazaret.

Las vestiduras cardenalicias, EL báculo, las mitras, el birrete, el anillo (que a los ojos de muchos son más bien signos de poder, de riqueza), la magnificencia, la fastuosidad de una ceremonia, van, sin duda, en contradicción con las palabras del papa.

La pregunta que, sin duda, muchos cristianos-católicos surge de inmediato: ¿no es necesario, urgente, que la iglesia cambie su estilo de vida, en la línea de lo señalado por Benedicto XVI? ¿A quién corresponde desencadenar una auténtica renovación evangélica? Todos y todas, en una forma hemos de apoyar e impulsar todo lo que se acerque más al mensaje de Jesús. Desde luego, el papa y los obispos tienen mayor responsabilidad por el puesto de servicio que ocupan.

Leía hace unos días un frase que me llamó la atención: ?Si se tiene que dar un mensaje no sólo tiene que oírse sino que también tiene que verse??. No es otra cosa lo que hizo Jesús.

Como un elemento que ayude mejor a la comprensión de los palabras del papa, de las palabras evangélicas, ofrezco un texto de lo que hizo un grupo de obispos durante el Concilio Vaticano II cuando en 1965 suscribieron el Pacto de las Catacumbas (reunidos en la catacumba de Santa Domitila) bajo el liderazgo de Dom Hélder Câmara, en un intento valiente para tratar de reflejar mejor la Iglesia de Jesús, comunidad de los creyentes:

El pacto de las catacumbas: «Una iglesia servidora y pobre»

06.05.10 | 09:29. Archivado en Iglesia contra el Imperialismo
http://blogs.periodistadigital.com/contracorriente.php/2010/05/06/p269890

El 16 de noviembre de 1965, pocos días antes de la clausura del Concilio, cerca de 40 padres conciliares celebraron una eucaristía en las catacumbas de santa Domitila. Pidieron «ser fieles al espíritu de Jesús», y al terminar la celebración firmaron lo que llamaron «el pacto de las catacumbas».

El «pacto» es un desafío a los «hermanos en el episcopado» a llevar una «vida de pobreza» y a ser una Iglesia «servidora y pobre» como lo quería Juan XXIII. Los signatarios -entre ellos muchos latinoamericanos y brasileños, a los que después se unieron otros- se comprometían a vivir en pobreza, a rechazar todos los símbolos o privilegios de poder y a colocar a los pobres en el centro de su ministerio pastoral. El texto tendría un fuerte influjo en la teología de la liberación que despuntaría pocos años después.

Uno de los propulsores del pacto fue Dom Hélder Câmara. Este año (2009) celebramos el centenario de su nacimiento, el 7 de febrero de 1909 en Fortaleza, Ceará, en el Nordeste de Brasil. Como homenaje a su persona y exigencia a nosotros, publicamos a continuación el texto.

?Nosotros, obispos, reunidos en el Concilio Vaticano II, conscientes de las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el evangelio; motivados los unos por los otros en una iniciativa en la que cada uno de nosotros ha evitado el sobresalir y la presunción; unidos a todos nuestros hermanos en el episcopado; contando, sobre todo, con la gracia y la fuerza de nuestro Señor Jesucristo, con la oración de los fieles y de los sacerdotes de nuestras respectivas diócesis; poniéndonos con el pensamiento y con la oración ante la Trinidad, ante la Iglesia de Cristo y ante los sacerdotes y los fieles de nuestras diócesis, con humildad y con conciencia de nuestra flaqueza, pero también con toda la determinación y toda la fuerza que Dios nos quiere dar como gracia suya, nos comprometemos a lo que sigue:

1. Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción, y a todo lo que de ahí se desprende. Mt 5, 3; 6, 33s; 8-20.

2. Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (ricas vestimentas, colores llamativos) y en símbolos de metales preciosos (esos signos deben ser, ciertamente, evangélicos). Mc 6, 9; Mt 10, 9s; Hech 3, 6. Ni oro ni plata.

3. No poseeremos bienes muebles ni inmuebles, ni tendremos cuentas en el banco, etc, a nombre propio; y, si es necesario poseer algo, pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las obras sociales o caritativas.Mt 6, 19-21; Lc 12, 33s.

4. En cuanto sea posible confiaremos la gestión financiera y material de nuestra diócesis a una comisión de laicos competentes y conscientes de su papel apostólico, para ser menos administradores y más pastores y apóstoles. Mt 10, 8; Hech 6, 1-7.

5. Rechazamos que verbalmente o por escrito nos llamen con nombres y títulos que expresen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor??). Preferimos que nos llamen con el nombre evangélico de Padre. Mt 20, 25-28; 23, 6-11; Jn 13, 12-15.

6. En nuestro comportamiento y relaciones sociales evitaremos todo lo que pueda parecer concesión de privilegios, primacía o incluso preferencia a los ricos y a los poderosos (por ejemplo en banquetes ofrecidos o aceptados, en servicios religiosos). Lc 13, 12-14; 1 Cor 9, 14-19.

7. Igualmente evitaremos propiciar o adular la vanidad de quien quiera que sea, al recompensar o solicitar ayudas, o por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a que consideren sus dádivas como una participación normal en el culto, en el apostolado y en la acción social. Mt 6, 2-4; Lc 15, 9-13; 2 Cor 12, 4.

8. Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc. al servicio apostólico y pastoral de las personas y de los grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados, sin que eso perjudique a otras personas y grupos de la diócesis.

Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a evangelizar a los pobres y trabajadores, compartiendo su vida y el trabajo. Lc 4, 18s; Mc 6, 4; Mt 11, 4s; Hech 18, 3s; 20, 33-35; 1 Cor 4, 12 y 9, 1-27.

9. Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad, y de sus mutuas relaciones, procuraremos transformar las obras de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como un humilde servicio a los organismos públicos competentes. Mt 25, 31-46; Lc 13, 12-14 y 33s.

10. Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, estructuras e instituciones sociales que son necesarias para la justicia, la igualdad y el desarrollo armónico y total de todo el hombre y de todos los hombres, y, así, para el advenimiento de un orden social, nuevo, digno de hijos de hombres y de hijos de Dios. Cfr. Hech 2, 44s; 4, 32-35; 5, 4; 2 Cor 8 y 9; 1 Tim 5, 16.

11. Porque la colegialidad de los obispos encuentra su más plena realización evangélica en el servicio en común a las mayorías en miseria física cultural y moral -dos tercios de la humanidad- nos comprometemos:

* a compartir, según nuestras posibilidades, en los proyectos urgentes de los episcopados de las naciones pobres;

* a pedir juntos, al nivel de organismos internacionales, dando siempre testimonio del evangelio, como lo hizo el papa Pablo VI en las Naciones Unidas, la adopción de estructuras económicas y culturales que no fabriquen naciones pobres en un mundo cada vez más rico, sino que permitan que las mayorías pobres salgan de su miseria.

12. Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio.

Así,
* nos esforzaremos para «revisar nuestra vida» con ellos;
* buscaremos colaboradores para poder ser más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo;

* procuraremos hacernos lo más humanamente posible presentes, ser acogedores;
* nos mostraremos abiertos a todos, sea cual fuere su religión. Mc 8, 34s; Hech 6, 1-7; 1 Tim 3, 8-10.

13. Cuando regresemos a nuestras diócesis daremos a conocer estas resoluciones a nuestros diocesanos, pidiéndoles que nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus oraciones.

Que Dios nos ayude a ser fieles