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La dictadura nos dejó alelados. En tan mal estado quedamos que, después de cuatro décadas de democracia, aún no hemos sido capaces concluir una verdadera transición.
Se dice que Franco lo dejó todo bien atado y, al parecer, aún no hemos sido capaces de desatarlo. Él nos regaló la monarquía y, a día de hoy, seguimos gritando vivas al rey. Él amparó y fomentó el nacionalcatolicismo y ahí seguimos haciendo genuflexiones ante los jerarcas católicos y colmándolos de vergonzosos privilegios.
Él ordenó construir el monumento del Valle de los Caídos para perpetuar la memoria de su ignominiosa y criminal cruzada y, para mayor escarnio, su cadáver sigue custodiado y venerado por veintiún monjes católicos. Èl nos dejó torturadores y militares golpistas condecorados a los que la democracia ha seguido pagando su despreciable traición. Él, el tirano, amasó una gran fortuna que están disfrutando tan ricamente sus herederos.
Todo esto y más, cuarenta años después, está ocurriendo en esta España nuestra, en esta democracia impostada. Gobernantes pusilánimes y cómplices y una ciudadania timorata, acomplejada y reaccionaria siguen haciendo posible semejantes dislates democráticos.
/Antoñán del Valle (León)